viernes, 30 de marzo de 2012

Los malditos


OMINGO, 4 DE MARZO DE 2012
Maldición eterna
De Alejandra Pizarnik a Gustavo Escanlar, de César Moro a Ignacio Anzoátegui, de Porfirio Barba Jacob a Jorge Barón Biza, Los malditos, un volumen de la Universidad Diego Portales editado por Leila Guerriero, reúne diecisiete retratos de vidas al límite de artistas de América latina contados por escritores y cronistas destacados como Alan Pauls, Mariana Enriquez, Alberto Fuguet, Juan José Becerra y Juan Gabriel Vásquez, entre otros. Suicidios, infiernos interiores, impulsos autodestructivos, pero también talento y creatividad extremos se ponen en juego en este formidable volumen que indaga en las formas antiguas y aún vigentes del malditismo.







Por Juan Pablo Bertazza
La palabra maldito proviene del latín male dictus, que sería algo así como “expresar ofensas a alguien” o, incluso, “maldecir”. Los malditos son, en consecuencia, los que antes maldijeron, un círculo que se cierra sobre ellos mismos. Malditos son los que caen en su propia trampa, los que se enredan en sus propias maldiciones. Los malditos es también un libro fascinante compilado por la escritora y periodista Leila Guerriero, una verdadera puerta de acceso hacia una dimensión desconocida o, mejor, una plataforma lanzada hacia aquello desde donde ya no se vuelve: el interés por hombres y mujeres que escribieron con sangre su obra y su propia vida. Diecisiete –el número de la desgracia– perfiles de autores muertos pero vigentes y contemporáneos de Latinoamérica; ese fue el punto de arranque para confeccionar esta obra, aclara Leila Guerriero desde la mesa de un bar de Chacarita, con anteojos de sol, fresca, grave, lúcida y reflexiva, como recién llegada de un lugar traumático, como si hubiera pasado una temporada en el infierno: “Confeccionar la lista de malditos me llevó nueve meses, había países de cuyos escritores malditos no teníamos la menor idea. No por escasez, es decir, no los países que podés estar pensando como Ecuador, que sí tenían un referente muy claro, sino por superpoblación de malditos, como es el caso de Colombia, donde tuvimos que dejar afuera a Raúl Gómez Jattin, y Brasil, otro país muy difícil porque sus malditos tienen más que ver con la composición de las canciones de la década del ’70. Queríamos un balance entre escritores conocidos y algunos que fueran más soterrados, rescatar la obra de gente con mucho brillo en su momento que luego quedó olvidada, tratamos de esquivar la moda consagratoria”, explica Guerriero.

Jugando un poco a las estadísticas, digamos que el gran mapa del malditismo contemporáneo de América latina cuenta con tres argentinos, tres chilenos, dos colombianos, dos peruanos, un boliviano, un brasileño, un mexicano, un cubano, un uruguayo; un escritor que se agregó a último momento, el periodista y estrella de la televisión uruguaya Gustavo Escanlar, que falleció en noviembre del 2010, y sólo dos mujeres: la chilena Teresa Wilms Montt y Alejandra Pizarnik.

Pero además este libro presenta, en uno de sus sucesivos trasfondos, una antología de los escritores más importantes de Latinoamérica, aquellos encargados de escribir y bucear en la vida de los malditos: nombres como Alan Pauls, Juan Gabriel Vázquez, Edmundo Paz Soldán, Rafael Lemus, Juan José Becerra, Mariana Enriquez y Alberto Fuguet. Escritores que elaboraron textos de una excelente calidad literaria pero que, en cada caso, emprendieron un viaje, un itinerario, es decir, no sólo por los libros del escritor que les tocó en suerte, sino también por la ciudad natal de cada uno de ellos, los barrios que habitaron, los colegios donde estudiaron o fueron expulsados, las familias en las que nacieron, los amigos que eligieron y hasta los cementerios donde permanecen enterrados.

A todo esto, ¿qué es un escritor maldito?

“Los malditos tienen que tener, inevitablemente, un punto de tortura interna, estar a la intemperie, ser frágiles para resolver cuestiones que a otros no les cuesta demasiado, un retorcijón fuerte de la conciencia, del ánimo, una sensibilidad exacerbada, son sobrevivientes de ellos mismos, gente muy arrojada a los lobos. Por ejemplo, un alcohólico agarrado del semáforo de la esquina y con una obra endeble no podría ser considerado un maldito, intentamos evitar la leyenda de los excesos o, por lo menos, que eso no fuera lo único para mostrar. El objetivo noble de este libro es despertar el interés por todas estas obras que son muy valiosas, despertar la curiosidad del lector”, concluye Guerriero.

Sin volver a apelar a las etimologías, dentro de la literatura el término “maldito” se remonta a la poesía francesa, a partir de Los poetas malditos, de Paul Verlaine, un libro de ensayos publicado por primera vez en 1884, y luego en su versión definitiva de 1888. En esta obra se honra y se reconstruye la obra y la vida de seis poetas emblemáticos: Tristan Corbière, Arthur Rimbaud, Stéphane Mallarmé, Marceline Desbordes-Valmore, Auguste Villiers de L’Isle-Adam y Pauvre Lelian, anagrama del propio Paul Verlaine. Desde aquel entonces a esta parte, el malditismo parece subsistir en el género poético, a tal punto que se conoce la expresión poeta maldito, pero no cuentista o novelista maldito. ¿Por qué la poesía es el género que más aloja sujetos malditos?

“Es verdad, parece haber una relación estrecha entre la poesía y el malditismo, de hecho, los grandes referentes son poetas, quizá se deba a que la poesía es un género que trabaja con el ser sin tanta intermediación: yo primero pensé que en el libro íbamos a tener sólo poetas y no fue tan así.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario