lunes, 21 de diciembre de 2015

Desmonte de Gabriela Massuh


LItERATURA › GABRIELA MASSUH HABLA DE DESMONTE, SU NUEVA NOVELA

“Un libro es una ventana para salir del encierro”

La escritora comparte con Catalina, la protagonista de su última y fascinante ficción, una sensibilidad hacia las comunidades indígenas de Orán, “apiñadas ahora como basura en los márgenes del pueblo”, en palabras del personaje de la novela.

El paisaje mental de la literatura argentina contemporánea no despierta el menor interés en la estrafalaria Catalina, personaje inolvidable de la novela Desmonte (Adriana Hidalgo), de Gabriela Massuh, que espera el regreso de su hijo, un joven que pone literalmente el cuerpo en la causa de una comunidad originaria de Orán (Salta), confinada a una intemperie brutal al ser desa- lojada sistemáticamente de sus tierras. El hilo de una misma sensibilidad política conecta a madre e hijo: el interés por las historias de las personas que se volvieron invisibles. Catalina tiene que escribir –para el suplemento cultural de un diario– un artículo sobre la escena literaria actual con su “banalidad de cabotaje”, con “libros ariscos” que le hacen “un guiño a una feligresía de semejantes”. Ella preferiría narrar una crónica sobre esos temas que “no le interesan a nadie”, estribillo que le repite el director del suplemento o la mujer de una editorial española que rechazó uno de sus manuscritos. Catalina se afirma desde la posición de quien nunca estuvo dentro de ningún mapa literario ni desea estar; es una figura “lateral” –también por su vulnerabilidad emocional– que postula que “no hay derecho a escribir sin piedad” y desea recuperar un sentido totalizador que pueda escapar de la endogamia del presente.
Qué formidable es la tercera novela de Massuh, una de las ficciones más intensas y políticamente feroces de los últimos tiempos. La autora de La intemperie y La omisión, actual directora editorial de Mardulce, que estuvo durante dos décadas al frente del Departamento de Cultura del Instituto Goethe de Buenos Aires, lanza toda la carne literaria en el asador. “La historia estuvo amalgamada desde el comienzo –cuenta Massuh a Página/12–. Lo que precedió a la novela fue mi contacto con las comunidades guaraníes y kollas de Salta durante muchos años; algo que vengo siguiendo desde el año 2002 con los desocupados en Mosconi. Yo la acompañé a Norma Giarraca a hacer investigaciones; en aquel momento todavía estaba en el Goethe y ahí empezó mi relación con los movimientos sociales y mi enorme aprendizaje respecto de otra política que fue muy clave para entender el 2001. En Salta conocí a dos dirigentes guaraníes importantísimas que defendían precisamente La Loma. Y también conocí a la comunidad de Tinkunaku, que es la comunidad kolla que está del otro lado. Tradicionalmente los guaraníes se mezclaron siempre y los kollas, al dominar una geografía más alta, pueden autonomizarse más. Los guaraníes son agricultores y más sedentarios; los kollas son seminómades, es decir que suben y bajan de acuerdo con la estación y tienen ganado. Entonces los kollas de Salta se pudieron mantener aislados. Yo los visité varias veces y pude asistir al deterioro de las sucesivas expulsiones y pérdidas de terreno y el debilitamiento de la lucha. Y cómo alrededor de Orán, de San Martín, de Chamical, se empezaban a crear villas miseria.”
El modo acompasado de hablar de Massuh, como quien mide la temperatura de las palabras en la lengua, se altera lentamente. Una tristeza le nubla la mirada. La escritora comparte con Catalina, la protagonista de Desmonte, una sensibilidad hacia las comunidades indígenas de Orán, “apiñadas ahora como basura en los márgenes del pueblo”, en palabras del personaje de la novela. “En cada viaje pude ver cómo las villas miseria eran cada vez más grandes. La ciudad de Orán, que era una ciudad de clase media, de comercio, de viajantes, se convirtió en una especie de pequeña Santa Cruz de la Sierra. Empecé a vivir eso con muchísimo dolor, porque fue paralelo al deterioro físico de los jóvenes guaraníes, que ya a los 18 años no tienen dientes.”
–Hacia el final de Desmonte, hay una conferencia del gobernador de Salta en la que machaca sobre el prejuicio de la “cuestión cultural” al afirmar que los aborígenes se niegan a ir al hospital y que “no quieren aceptar la cultura del trabajo”.
–Eso fue tomado de un diario, eso dijo en su momento el gobernador de Salta. Los diarios repiten que es un problema cultural y que no es un problema económico y social. La invisibilización de la pobreza ha ido creciendo en los años ’90 con la privatización, pero también después del 2000 por la cantidad de planes sociales distribuidos que sustituyen la necesidad de trabajo. Está bien que se den planes sociales pero a veces, vía punteros, el hecho de sacar a las comunidades de su entorno hace que adquieran los métodos rurales de convivencia: “Te damos un lugar, si aportás al puntero”. Entonces empieza toda esa cuestión punteril de los planes sociales, que es una forma de sojuzgamiento, de invisibilización de la pobreza, de correr la pobreza a los bordes de los centros urbanos. Ese fenómeno es intolerable porque yo conozco ese paisaje de Orán desde mi infancia. A mí también me arrebataron el paisaje de Orán. Cuando vas por la ruta que une a Hipólito Yrigoyen con Orán, ves una cortina de árboles y pensás que detrás de la cortina de árboles hay más árboles. Pero no, es un fake: detrás de los árboles hay soja y no monte. Yo hice un cálculo de comunidades que se habían anotado con personería jurídica o no después de 1995, que fue cuando se vendió el Ingenio. Calculando la cantidad de comunidades y cuánta gente podría integrarla, llegué a una cifra increíble de gente desplazada, que más o menos me daba unas 30 mil personas entre 1995 hasta ahora. No tengo forma de corroborarla porque la asimilación ha sido perpetrada y no hay estudios específicos. Podés ver una imagen entre lo que son las afueras de Orán, empezar por esa imagen y seguir por otras villas hasta desembocar en la villa 31. La inmensidad de la Argentina está trasvasada por villas que antes eran población rural. Todo este trasvasamiento bestial que se produjo en los últimos treinta años es una herida abierta.
–¿Por qué este tema no ha sido “tratado” en las novelas, en las ficciones de los últimos años?
–Es un poco antipático pretender que la literatura esté obligada a tomar ciertos temas. El cine y la literatura son grandes ventanas para mirar una realidad que desconozco, pero que es mía también. Ya sea tanto de Noruega, como Karl Ove Knausgard, que me tiene atrapada y no sé si hago bien en dejarme atrapar o no –a veces me parece banal, otras veces no–, como Doris Lessing con su análisis de esas mujeres que querían su independencia y les molestaba tener hijos. Desde uno a otro, para mí un libro es una ventana para salir del encierro. Siempre tuve la necesidad de que me atrape una historia y que me muestre algo, que me enseñe algo, así sea Virginia Woolf con Mrs. Dalloway. Aprender esa sensibilidad, aprender ese mundo, esa conmoción de esos años. Los libros son entradas a otros mundos que son mundos propios. A veces me asfixia la literatura contemporánea con esas historias tan pequeñas y tan domésticas, esa insistencia en no contarte nada y decirte: “Mirá qué valiente soy que no te cuento nada”.
–Joyce decía que si algún día Dublín desapareciera de la faz de la Tierra se podría probar que existió a través del “Ulises”. Si algún día Orán, Hipólito Yrigoyen, toda la zona salteña por donde se mueve una parte de Desmonte desapareciera, quedaría su novela para comprobar que existió.
–Qué bueno, muchas gracias, me encanta eso... Hay algo de la geografía de la Yunga que es muy atractiva, hay un olor muy especial, el olor de la madera y de los pájaros. Hay dos cementerios guaraníes en La Loma a los cuales ellos no pueden acceder. Ellos habitaban desde siempre la zona, hasta que se instala el Ingenio en 1926 y los guaraníes siguen habitando allí y el Ingenio los va tomando como mano de obra barata, los va corriendo un poco, van y vienen. Como son seminómades no importa porque el seminomadismo es tener una casa arriba para el verano y otra abajo; las casas guaraníes son bastante precarias, son casillas, entonces se pueden hacer y rehacer. Y lo que te da pauta de que hay una casa es que están siempre bajo la sombra de un árbol de mango. Convivieron hasta 1995 así, mal que mal, bien que bien; hubo protestas, siempre se arreglaba, pero estaba el acceso a la copa de leche. En el momento en que se vende el Ingenio, el comprador tiene la escritura por equis hectáreas, nadie sabe bien cuántas hectáreas, más o menos un millón –este es un dato que saqué de Página/12–; compra el Ingenio con gente adentro y ahí hay una fuente de conflicto. Los kollas que están del otro lado y están más arriba tienen escritura porque le ganaron un juicio a Techint por el oleoducto que va al Perú.
–¿Cambió los nombres de los dirigentes kollas y guaraníes en la novela para evitar problemas?
–Sí. Estuve no solamente con Norma Giarraca, sino cuando un dirigente mapuche de Neuquén fue a darles un taller de capacitación sobre cómo defender sus tierras. Después también logré que un director alemán, Thomas Heise, filmara una película con los kollas en Tinkunaku. Sistema solar es un documental sin palabras sobre la vida y la existencia de Tinkunaku, como si fuera un último paraíso en la Tierra.
A regañadientes, luchando contra la ausencia de su hijo, Catalina avanza en la escritura del artículo acerca del Carlos Argentino Daneri de estos tiempos. “La ficción actual es generosa en partos fundantes: crea de nuevo la vanguardia, la negación del lenguaje, la novela del yo, la postulación de la antihegemonía, el circunloquio existencialista, el Got ist tot, la destrucción iconoclasta, la experimentación, etcétera. Puede estar repitiendo la transgresión de algún movimiento anterior pero no como cita, sino como alguien que inventa nuevamente la rueda y se jacta de ello”, plantea el personaje.
–¿Por qué Catalina afirma que “la literatura de hoy está exenta de comparecer ante el tribunal de la crítica”?
–No hay un tribunal de la crítica. Estamos en una época que es acrítica porque es ahistórica, estamos viviendo en una especie de eterno presente. La globalización nos impone un eterno presente. Al no haber contexto, tampoco es posible la crítica, es muy difícil insertar pautas de valoración cuando el único hilo conductor para poner el valor es el mercado. Eso genera una enorme confusión y también genera ideas de falsas vanguardias, es decir solamente puede haber vanguardia cuando hay una utopía posible o cuando hay formas de convivencia política que pueden ser diferentes o superadoras a las actuales. No hago con esto una defensa del comunismo ni del socialismo. Las formas de autogestión que en algún momento tuvieron los guaraníes o los desocupados de Mosconi formaron pequeñas utopías donde era posible ser autónomo y adueñarse de los modos de producción. Lo mismo con las fábricas recuperadas. Eso generó una utopía posible que fue acompañada por muchos artistas. La literatura no acompañó, pero sí las artes plásticas y colectivos como Etcétera, Eduardo Molinari y el Grupo de Arte Callejero (GAC). Eso para mí son atisbos de vanguardia legítimos. El Aleph engordado no es vanguardia; es un experimento literario de muy corto alcance que deja afuera factores humanos. Igual yo firmé a favor de Pablo Katchadjian contra (María) Kodama, por supuesto. Mi novela es bastante amarga y muestra un poco mi estado de ánimo muy melancólico.
–¿Propone a volver a narraciones más ambiciosas desde lo literario y político?
–Sí. Siempre critico los años ‘90 porque los escritores jóvenes reaccionaron contra la retórica de los años ‘70. Esa reacción se mezcla con el yuppismo y el neoliberalismo y genera una especie de flan bastante frívolo. La frivolidad es el pecado argentino. La generación de los noventa hizo tábula rasa con esa retórica de los ‘70, entonces no quiere a (Osvaldo) Soriano y a veces no quiere a (Ricardo) Piglia.
–¿Cómo explica que –a pesar de que a Catalina no le gusta mucho Borges, incluso suele despotricar bastante contra él– al final de la novela termina rescatando el cuento “Undr”?
–Vuelve a ese cuento de Borges a través de El libro de Job, porque ella está buscando consuelo. Catalina sostiene que hay que desembarazarse de Borges y también de Aira. Pero hay una continuidad porque Aira es impensable sin Borges. Lo que pasa es que Borges tiene una tesis sobre la lengua. Aira se encierra en la lengua y empieza a gozar; es un gran gozador y esa es su genialidad, el placer absoluto que tiene con la lengua. Pero Aira tiene dos grandes problemas: haber ensalzado a Copi y haberlo contaminado, si se quiere, con su propio corte alcance, es decir quedarse encerrado en sus propias ficciones literarias. Cuando leí Ema, la cautiva, dije primero: “¡Qué tema!”. Y cerré el libro y dije: “¡Qué tema perdido!”. Pensé en cierta reivindicación de la pampa a través de la literatura, pero no de la pampa indígena, sino de un yo diferente del nuestro. Y fue una enorme desilusión. A partir de ahí me costó muchísimo leer a Aira.

"Punto fijo"por Luis Rafael Sánchez

Esa antigua miseria

L a colonia está pasando por su transfiguración bochornosa. Tanto que ya los amos benévolos se muestran interesados en dejar de serlo. A la vez se aprestan a realizar el sueño abortado del Víctor Clark, del Martin Brumbaugh, del Samuel Lindsay, colonizadores que soñaron con rehacer a los puertorriqueños a su imagen y semejanza y en los límites de su propio idioma.
Jamás olvido las veces que juré, mano en alto, I pledge allegiance to the flag of the United States and to the nation for which it stands. Jamás olvido el lugar donde lo repetí: el patio de la escuela pública Antonia Sáez, situada en Humacao, mi ciudad natal. Jamás olvido que repetía el juramento como papagayo, si bien permanece en la memoria hasta el sol de hoy.
¿Sería ése el propósito verdadero del juramento? ¿Trascendía aquella ceremonia la proclama de una nueva lealtad patriótica y aspiraba a la sugestión? La sicología define la sugestión de manera fascinante. Proceso a través del cual se llega a influir en el pensamiento, los sentimientos, la voluntad o los actos de otra persona sin pasar por la esfera racional de ésta. Hallo la definición en el muy útil Diccionario de Psicología de Josep Farré Martí y María Gracia Lasheras Pérez.
La colonia está pasando por el grado cero de la respetabilidad. Ahora los nombres de los amos nuevos se nos vuelven familiares. El Orrin Hatch. El Sean Duffy. El Paul Ryan. Igualmente se nos empieza a hacer familiar su plan de crear una junta de control fiscal. Igualmente empieza a llamarnos la atención el desparpajo con que ahora manejan las palabras colonia, coloniaje, posesión.
Lo que tampoco debe asombrar. The last colony, como la etiquetó uno de sus regidores conspicuos, gasta dinero a manos desbordadas. La colonia alegre y confiada entrega su anémico poder decisorio a cambio de fondos provenientes de Washington. Naturalmente, Washington reciproca la entrega con el diseño de una maqueta pormenorizada de nuestro destino.
La colonia está pasando por el agrietamiento trágico de su maquillaje preferido: la observancia de cortesía diplomática entre la oficialidad colonial y la oficialidad imperial. Por cierto, dicha observancia la narra, con admirable puntillosidad histórica y escritura suscitadora de deleite, el libro de Luis Rafael Rivera titulado Cecil Snyder:entre Muñoz y Albizu.
Ya no se estila aquella cortesía diplomática. A la menor oportunidad la jefa de la fiscalía federal en Puerto Rico, la licenciada Rosa Emilia Rodríguez, repite el mantra desdeñoso: “Qué harían si no nos tuvieran, Qué harían si no nos tuvieran, Qué harían si no nos tuvieran”. El mantra parece una variante de la sugestión empeñada en docilitarme cuando estudiaba los grados primarios.
Tolerado sea el mantra si obliga a la radicación de cargos contra los enriquecidos por el pilloducto, el cártel del petróleo, los bonos de improductividad y el saqueo a las arcas gubernamentales ocurrido entre los años dos mil ocho y dos mil doce.
La colonia anda pidiendo a gritos el escudriñamiento. ¿No que tres ramas se encargaban del poder, según el dictamen de la Constitución? La rama ejecutiva. La rama legislativa. La rama judicial. Entonces, ¿quién autorizó crear una cuarta rama? Porque rama gubernamental ha venido a ser la rama contratista. Una rama de recurrente comportamiento indecoroso. Una de las ramitas de la rama cobraba trece mil dólares mensuales por proveerle a la casa de las leyes un cuadro telefónico que no telefoneaba. Bro, that is cool.
Sí, esa antigua miseria que se nombra la colonia está pasando por su transfiguración bochornosa. Pero, aunque quebrada, a la colonia le sobra clientela. Se ha ganado una devoción supersticiosa porque garantiza la tenencia de la ciudadanía norteamericana, hecho que un número abrumador de puertorriqueños considera favor especial de la Virgen María.
No, el fin de esa antigua miseria que se nombra la colonia no está a la vuelta de la esquina. Tampoco lo están la independencia, la estadidad, ni el Estado Libre Asociado a hermosearse con los postizos moños soberanos que Washington decida autorizarle.
En cambio, sí están a la vuelta de la esquina las elecciones generales. Y con ellas el estreno de novedosas delincuencias y la reactivación de viejas corrupciones. ¿O no es la colonia un negociazo que beneficia, equitativamente, a un grupo selecto de puertorriqueños y un grupo selecto de norteamericanos?
Posdata: discrepo del poeta egregio cuando escribe “Piedad Señor para mi pobre pueblo, donde mi pobre gente se morirá de nada”. En el albor del siglo veintiuno a la pobre gente del pobre pueblo la matará un empacho de asco.

Cesar Aira "Un episodio en la vida del pintor viajero"

Pensamientos de Oliver Sacks

para ser  nosotros mismos hemos de tenernos a nosotros mismos,hemos de poseer, de reposeer si es preciso nuestras historias biográficas.Hemos de "recolectar" nosotros mismos,recolectar el drama interior,la narracion,la nuestra,la de nosotros.mismos.El individuo necesita esa narracion una.narracion interior,continua para manteener su identidad,su yo.Oliver Sacks

Llamado por los malos poetas

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      Llamado por los malos poetas
      
      Se necesitan malos poetas.
      Buenas personas, pero poetas
      malos. Dos, cien, mil malos poetas
      se necesitan más para que estallen
      las diez mil flores del poema.
       
      Que en ellos viva la poesía,
      la innecesaria, la fútil, la sutil
      poesía imprescindible. O la in-
      versa: la poesía necesaria,
      la prescindible para vivir.
       
      Que florezcan diez malos en el pantano
      y en la barranca un Ele, un Juan,
      un Gelman como elefante entero de cristal roto,
      o un Rojas roto, mendigando
      a la Reina de España.
       
      (Ahora España
      ha vuelto a ser un reino y tiene Reina,
      y Rey del reino. España es un tablero
      de alfiles politizados y peones
      recién comidos: a la derecha, negros, paralizados, fuera del juego).
       
      Y aquí hay torres de goma, alfiles
      politizados y damas policiales
      vigilando la casa.
       
      A la caza del hombre,
      por hambre, corren todos, saltan
      de la cuadrícula y son comidos.
       
      Todo eso abunda: faltan los poetas,
      los mil, los diez mil malos, cada uno
      armado con su libro de mierda. Faltan,
      sus ensayitos y sus novela en preparación.
      Ah.. y los curricola,
      y sus diez mil applys nos faltan.
       
      No es la muerte del hombre, es una gran ausencia
      humana de malos poetas. Que florezcan
      cien millones de tentativas abortadas,
      relecturas, incordios,
      folios de cartulina, ilustraciones
      de gente amiga, cenas
      con gente amiga, exégesis, escolios,
      tiempo perdido como todo.
       
      Se necesitan poetas gay, poetas
      lesbianas, poetas
      consagrados a la cuestión del género,
      poetas que canten al hambre, al hombre,
      al nombre de su barrio, al arte y a la industria,
      a la estabilidad de las instituciones,
      a la mancha de ozono, al agujero
      de la revolución, al tajo agrio
      de las mujeres, al latido
      inaudible del pentium y a la guerra
      entendida como continuidad de la política,
      del comercio,
      del ocio de escribir.
       
      Se necesitan Betos, Titos, Carlos
      que escriban poemas. Alejandras y Marthas
      que escriban. Nombres para poetas,
      anagramas, seudónimos y contraseñas
      para el chat room del verso se necesitan.
       
      Una poesía aquí del cirujeo en la veredas.
      Una poesía aquí de la mendicidad en las instituciones.
      Una poesía de los salones de lectura de versos.
       
      Una poesía por las calles (venid a ver
      los versos por las calles...)
       
      Una poesía cosmopolita (subid a ver
      los versos por la web...).
       
      Una poesía del amor aggiornado (bajad a ver
      poesía en el pesebre del amor...)
       
      Una poesía explosiva: etarra, ética,
      poéticamente equivocada.
       
      En los papeles, en los canales
      culturales de cable, en las pantallas
      y en los monitores, en las antologías y en revistas
      y en libros y en emisiones clandestinas
      de frecuencia modulada se buscan
      poetas y más malos poetas:
      grandes poetas celebrados pequeños,
      poetas notorios, plumas iluminadas,
      hombres nimios, miméticos,
      deteriorados por el alcohol,
      descerebrados por la droga,
      hipnotizados por el sexo
      idiotizados por el rock,
      odiados, amados por la gente aquí.
       
      En las habitaciones se buscan.
      En un bar, en los flippers,
      en los minutos de descanso de la oficina,
      entre dos clases de gramática,
      en clase media, en barrios
      vigilados se buscan.
       
      ¿Habrá en la tropa?
      ¿En los balnearios, en los baños
      públicos que han comenzado a construir?
      ¿En los certámenes de versos?
      ¿En los torneos de minifútbol?
      ¿Bajo el sol quieto?
      ¿A solas con su lengua?
      ¿A solas con una idea repetitiva?
      ¿Con gente?
      ¿Sin amor?
       
      No es el fin de la historia, es
      el comienzo de la histeria lingual.
       
      Todo comienza y nace de una necesidad fraguada en la lengua.
      Falsifiquemos el deseo:
      Te necesito nene.
      Para empezar te necesito.
      Para necesitar, te pido
      ese minuto de poesía que necesito, necio:
      quisiera ver si me devuelves el ritmo de un mal poema,
      que me acarices con sus ripios,
      que me turbes la mente con otra idea banal,
      y que me bañes todo con la trivialidad del medio.
       
      Y en medio del camino, en el comienzo
      de la comedia terrenal, quiero vivir
      la necedad y la necesidad
      de un sentimiento falso.
       
      Se necesitan nuevos sentimientos,
      nuevos pensamientos imbéciles, nuevas
      propuestas para el cambio, causas
      para temer, para tener,
      aquí en el sur.
       
      Y arriba España es un panal
      de hormigas orientales:
      rumanas, tunecinos,
      suecas a la sombra de un Rey.
       
      Riámonos del Rey.
      De su fealdad.
      De su fatalidad.
      De Su Graciosa Realidad.
      La realidad es un ensueño compartido.
      La realidad de España
      es su filosa lengua pronunciando la eñe
      y su mojada espada pronunciando el orden
      del capital y la sintaxis.
       
      ¡Ay, lengua:
      aparta de mí este cuerno de la prosperidad clavado en tu ingle,
      suturada de chips, y cubre
      nuestras heridas con el bálsamo de los malos poemas..!

2002

Fogwill –Argentina, 1941-

(en: www. fogwill.com)

Meditación de la rosa de Efraín Huerta

Meditación de la rosa
Supón, mi amor, que trazamos la hora con una rosa
y que el agua es la medida de todas las rosas.
Piensa, azucena, en un becqueriano batir de alas
presente a nuestro paso, inmerso en nuestro tiempo.
Siempre hay alguien desnudo en lo que va del cielo
a esta tierra de duros y salobres pensamientos.
Yo te miro decir y escucho tu silencio
cuando lloro los días que fueron pavorosos.
Una balada es un poco de tibia espuma
es un sereno atardecer salido de la nada.
Supón entonces, amor mío, que hay un espejo
al que sonríes por las verdades ya dichas.
La luna acaba de ser amada, dijo un poeta
que simplemente se llamaba Juan punto y aparte.
Sabes bien que habrá una invasión de misterios
bien soñados tal vez o dulcemente pensados.
Andamos y desandamos mil y un caminos
como sombritas de fieras sin salida posible.
El hombre es la más bella conquista del aire
insistió aquel poeta que se llamaba nada más Juan.
Un miedo de singulares perfiles nos abruma
mientras morimos gritando ¡amor! amor.
Hemos vivido más o menos como ángeles en pena
navegando en lo que llamamos un desierto ardiente.
Amando hasta nunca decir basta de amar
y oído y visto guerras de infinito terror.
La bondad nos quedaba estrictamente prohibida
porque ya no había espacio ni necesaria era.
Apostamos la vida a un albur de silencio
cuando el amor no era sino una niña espina.
Alguien nunca esperado se acerca paso a paso
y pretende quebrar este amor de la rosa de hielo.
Hoy debemos cerrar las puertas, las ventanas
y no dejar entrar la niebla y su veneno.
Pues te repito que tendremos los agrios pensamientos
que suelen suceder al sudor amoroso.
Ahora supón, oh descarnada rosa bienamada
que nos fatiga el encierro y salimos a una calle.
¿Por qué no hay aquí una calle nombrada Góngora
con los campos de plumas tan urgentes?
Ignoro si ganamos o perdimos la batalla
contra los días que fueron y los días que vendrán.
No estoy ni estuve para decir cuáles penas
nos afligieron ni para descubrir lo que somos.
Sólo sé que no sé nada sino amarte
como se ama a la rosa paridamente fresca.
Te contaré mis ciclos de histeria y de neurosis
como si fueran sólo el alma de mi siglo.
Todo parece primitivo todo insomne
todo parece mar parece dientes parece lejos.
Ámame por desdicha por descanso porque sí
o porque no o porque nada o por mero desvelo
Después de todo soy una constante rebelión
sofocada como adivinarás a pura sangre.
Vamos tú y yo y aquella rosa recién llegada
por una oscuridad parecida a un reino quietísimo.
Hemos vivido y viviremos en la memoria de aquel hombre
que pasa como un árbol que no tiene descanso.
No pienses ya nada ni nada supongas
porque las fronteras son irremediables
y yo sobrevivo tú sobrevives todos sobrevivimos
para que el amor sea el gemido de siempre
y la piel no parezca un campo incendiado
y la dicha recorra tu cuerpo como una caricia mía.