viernes, 30 de octubre de 2009

Madre hay muchas...

La madre es uno de las formas del eterno femenino en tonos aspectos fascinantes y temibles. Objetos de refranes como “Madre hay una sola” o de edípicos versos como los de Rafael de León: “Toíto te lo consiento/ menos faltarle a mi mare, / que una mare no se encuentra/ y a ti te encontré en la calle”. En aquellos tiempos míticos de la escuela primaria recitamos, con lágrimas en los ojos, el poema de Olegario Víctor Andrade “ Ven para acá me dijo dulcemente mi madre... “ Y la figura sacrificada y luminosa surgía desde la muerte - ni entonces descansaba -para proteger y conversar con el hijo.
La poesía de César Vallejo está surcada por el diálogo con la madre. En “El buen sentido” nos dice “La mujer de mi padre está enamorada de mí, viniendo y avanzando de espaldas a mi nacimiento y pecho a mi muerte” Y se pregunta “¿Por qué las madres se duelen de hallar envejecidos a sus hijos, si jamás la edad de ellos alcanzará la de ellas?”. Pablo Neruda canta a la dulce y verde Mamadre: “la vida te hizo pan/ y allí te consumimos”. El mexicano Jaime Sabines en una elegía le pide a su madre muerta: “Si tú me lo permites, doña Luz, te llevo a mi espada, te paseo en hombros para volver a ver el mundo. Quiero seguir dándote el beso en la frente, en la mañana y en la noche y al mediodía”.
Siempre me preocuparon las condiciones de la Maga como madre, sobre todo en la interminable escena al estilo Trainspotting, donde el bebé Rocamadour muere ante los ojos atónitos del Club de la Serpiente. En las imaginerías literarias uno anda tropezándose con madres temibles. Pienso en la siniestra madre de La mano del amo que me pone la piel de gallina, rodeada de gatos y quemando los papeles de Carmona o la madre enfermera que acaricia con guantes al futuro jefe de prensa asesino en El vuelo de la reina. O en la madre loca y maldiciente de La vida entera de Juan Martini. También recuerdo madres no totalmente confiables en Roberto Arlt.
Pocos narradores se ensañan con tanta fascinación con las figuras maternas como el chileno José Donoso. Desde Coronación donde la abuela reina desde la muerte en una danza macabra hasta El obsceno pájaro de la noche donde madres y sirvientas-hadas y brujas- son el núcleo de complicidad que domina al imbunche, niño monstruo. Mario Vargas Llosa apuesta a la perversión materna en la imagen fulgurante de la madrastra transformada en centro erótico en El elogio de la madrastra y en Los cuadernos de don Rigoberto. Carlos Fuentes erige a Claudia Nervo , la actriz incestuosa y mítica de Zona Sagrada.
Hace un tiempo leí La sangre derramada de José Pablo Feinmann. La madre del personaje, cuyo único crimen es ser un tanto molesta y usar crema Hinds, anda por ahí a punto de ser desparramada con una almohada por el hijo que la ha internado en un geriátrico.
Pero no todas son malas noticias para las madres. Además de los poetas salen al cruce las imágenes de García Márquez que van desde la Úrsula de Cien Años de Soledad en cuyo fuerte corazón anida el alacrán que explica la soledad de la estirpe o la Luisa Santiaga omnisciente maga de Crónica de una muerte anunciada. Lástima que también esté Fernanda del Carpio, estricta vigilante de los amores ajenos y Pura Vicario que “ se consagró con tal espíritu de sacrificio a la atención del esposo y de los hijos, que a uno se le olvidaba a veces que seguía existiendo”.
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Carmen Perilli

Adiós a Génie Valentié

Cuando me avisaron que Génie Valentié había muerto no pude dejar de pensar en las palabras del poeta que más amó, Jorge Luis Borges, rebelándose ante la posibilidad de desaparición de un ser amado : “Cómo puede morir una mujer o un hombre o un niño que han sido tantas primaveras y tantas hojas, tantos libros y tantos pájaros y tantas mañanas y tantas noches”. Es difícil resignarse a saber que sólo podremos contar con ella en la memoria, esa forma de la inmortalidad que ella supo ganar. Pocas personas logran lo que ella consiguió : pasar por la vida con gracia y con estilo, llenar de afecto e iluminar con la razón y el sentimiento la vida de los otros. De ello formaban parte las charlas interminables y gozosas, la capacidad de pensar de a dos, las manos extendidas incondicionalmente y la certeza del otro siempre disponible. Y, sobre todo, la inteligencia exquisita, con esa gratuidad que debieran tener todos las acciones humanas. En un mundo urgido por las prisas Génie abominaba de las tablas y medidas. Mientras disfrutaba de sus entrañables cigarrillos, me dijo un día en el que hablábamos de las presiones del mundo universitario “¿Por qué no puede uno entregarse al placer de pensar, a la belleza de la palabra solamente?”. Los libros formaban parte de su vida, uno podía hablar horas sobre Cien años de soledad de García Márquez o sobre Lo bello y lo siniestro de Yasunari Kawabata. Era un privilegio contar con su sabiduría y recorrer de su mano bibliotecas interminables. Se respiraba felicidad en su entrega a la literatura. Amaba todas las formas de la cultura y escrutaba con pasión el universo. Recorría una y otra vez los mitos, en busca de respuestas. Prefería pensar lo religioso en un sentido amplio, como lo plantea el Do Kamo de Maurice Leenhardt, como un modo de religación. Sentía admiración por las culturas indígenas en las que la vida y la muerte eran una continuidad. Creía con Gusdorf en un pensamiento que integrara la razón y el mito, amaba a Simone Weil y no vacilaba a la hora de revisar el pensamiento de Heidegger. Recuerdo la fruición con la que recorría las palabras del poema Juan, 1, 14 y escucho su voz deteniéndose en sus versos: “Conocí la vigilia, el sueño, los sueños/ la ignorancia, la carne, /los torpes laberintos de la razón,/ la amistad de los hombres, la misteriosa devoción de los perros”. Le atraía ese Jesús hombre, que sentía nostalgia del olor de la carpintería. Se identificó con la protagonista de Elizabeth Costello de Coetzee. Le fascinaba el irónico final cuando el personaje a las puertas del paraíso pregunta al celador acerca de sus posibilidades de pasar al otro lado: ”El sonido que le devuelve “creencia” no es tan claro, pero sí lo bastante. Hoy, aquí y ahora, es evidente que no carece de creencias. De hecho ahora que lo piensa, en cierto modo vive de sus creencias. Su mente, cuando es ella misma, parece pasar de una creencia a la siguiente, haciendo pausas, recuperando el equilibrio y siguiendo adelante” . Para ella el hombre vivía de las creencias y se entregó con fervor a estudiar los mitos, esas narraciones con las que nos explicamos el mundo. Recuerdo cuando me hizo ver “De repente el verano”, la justa escena en la cual el sol deslumbra la arena. La primera vez que la hablé me había inscripto en uno de sus cursos sobre Teoría del Mito. Recordaba la amistad con mi madre y , desde entonces, comenzó a crecer entre nosotros un sentimiento inmenso. Fue mi maestra y mi amiga. La maestra diferente a todas las que había conocido que daba valor a la voz y al pensamiento del otro, que respetaba las diferencias y sabía escucharnos y nos enseñaba a hacerlo. Sabía extender la mano al otro como nadie y su generosidad abría espacios para personas muy diversas. Bromeábamos al llamarla la gurú, lo fue para muchos de nosotros. No tenía miedo de arriesgarse en el encuentro con el otro ser humano. En los tiempos terribles de la dictadura ella abrió las puertas de la casa y convirtió su departamento en un espacio de libertad. Allí armó el grupo Mythos y Logos salvando la vida de muchos de nosotros al darnos la posibilidad de seguir dialogando. Defendía con fervor el feminismo y nos introdujo al mundo de Simone de Beauvoir. Siempre me decía que no tenía miedo a la muerte, que quería morir entera, sin mengua. Pienso de nuevo en las palabras de Los conjurados : “No hacía falta tu voz, no hacía falta el roce de tu mano ni tu memoria. Estabas ahí silencioso y sin duda sonriente, al percibir que nos asombraba y maravillaba ese hecho tan notorio de que nadie puede morir”.
Un fragmento de este texto fue publicado en La Gaceta Literaria, "Diario La Gaceta de Tucumán", julio 2009

La peste de los nombres

En el pueblo cuando alguien se moría ponían su nombre a una calle. Cuando se agotaron pasaron a los canales, las plazas, los parques, las escuelas, las casas hasta agotar los espacios. Frente a tamaña crisis, El Honorable Consejo de Gobierno hizo una reunión y dictó un decreto: de ahora en más cuando muriera gente de prestigio para no despojarlos de la posibilidad de inmortalidad compartirían calles y plazas con nombres simultáneos y/o sucesivos. Por ejemplo Pérez y Fernández o Pérez /Fernández alternando semanas y días pares con los impares. Las medidas inducían a confusiones a carteros y turistas. Armaron un folleto explicativo pero –poco a poco- la gente dejó de pasar por un pueblo que los detenía con tantas explicaciones. Aún compartiéndolos los lugares se agotaron ante la capacidad de trabajo de la muerte. Los pueblos vecinos, aterrados ante esta peste de nombrar, decidieron aislarlos. Mediante otro decreto extendieron la capacidad de nombrar a las cosas, eliminando los nombres comunes- por ejemplo mesa, casa – sustituyéndolos nombres propios. Poco a poco se llegó a identificar los nombres con las cosas y se borraron límites en la memoria de la gente que, peligrosamente, mezclaba todo al no poder recordar. El Gobierno tomó medidas drásticas ordenando que los recién nacidos no llevaran nombres sino números lo que permitía repetir hasta el infinito, provocando un enredo de vidas. Las familias importantes protestaron contra este atentado que les impedía perpetuarse en pomposos nombres sumiéndolos en vergonzoso y gris anonimato. La crisis se agudizó: miles de recién nacidos aguardaban su bautismo y los muertos asediaban sedientos de perpetuidad. Después de un largo tiempo de silencio y desconcierto un joven que aguardaba su bautismo hacía veinte años, se rebeló y propuso que todos se llevaran su nombre al más allá o lo dejaran de este lado que allí no les serviría de nada ya que la única inmortalidad era la de los frutos y el polvo; propuso que la memoria popular resolviera qué olvidar y qué recordar sin andarle haciendo tantas señas sobre cosas tan banales como los nombres. Una multitud sin nombre respaldó su propuesta que fue aceptada a regañadientes por las autoridades. Por fin el pueblo pudo dedicarse a la vida y, sin la obligación de eternidad, pudo buscar la felicidad en el más acá y en el más allá.
Carmen Perilli
Publicado en La Gaceta Literaria, Diario La Gaceta de Tucumán,

La literatura como cámara




Toda biografía encierra secretas complicidades entre el escritor y personaje, un acto de memoria que anuda identidades y diferencia. Elena Poniatowska, a través del periodismo y la literatura, rescata el papel de mujeres como Frida Kahlo, Antonieta Rivas Mercado, Lupe Marín, Lola Álvarez Bravo.
Tinísima es la biografía de Tina Modotti, fotógrafa ítalo norteamericana; mujer y extranjera en un mundo nacionalista y viril, el del muralismo. Encarna a la contradictoria mujer moderna, artista y revolucionaria. Su cuerpo ha sido pintado, dibujado y escrito innumerables veces, en estudios, fotografías, pinturas, etc.
La historia de su vida está unida a la militancia anarquista del padre, al arte moderno y decadente del equívoco marido- “Los dibujos a línea de Robo tenían una modelo: Tina, su mujer, a quien puso una rosa en el sexo y pétalos giratorios en los pezones” ; al amor por el gran maestro norteamericano de la fotografía Edward Weston; a la figura oscura y enorme del muralista y militante comunista Xavier Guerrero- “Hacer el amor con Xavier era pasar de las caritas sonrientes de Veracruz a la gravedad de las cabezas olmecas... era ascender a una antigüedad portentosa, imponente, a la acción suspendida, a la esencia ajena”. Entre estas sombras masculinas que la atrapan está el luminoso líder cubano Julio Antonio Mella asesinado en sus brazos y el siniestro stalinista Vittorio Vidali-alias Comandante Carlos. El rumbo de su existencia parece determinado por sus amores. “Cada uno le había dado un sonido nuevo, un tiempo distinto, su espíritu, su estatura, cada uno había caminado sobre las olas hacia ella; ella, su cabeza sobre el pecho en turno”
El relato discurre entre la reconstrucción de notas periodísticas referidas al asesinato de Mella (1929) y a la muerte de Tina (1943). La muerte --la del otro y la propia-- dan origen y fin a la Historia que se trama sobre los espacios y diseña extrañas geografías. La permanente fuga de la identidad se refleja en los nombres que recibe el personaje: Assumpta, Tina, Tinísima, Rosa, María, Carmen, etc. La historia se inicia y concluye en México, superando la entrega al arte y la revolución por la pasión truncada en la historia de amor.
Curiosa identidad entre el cuerpo que nos interpela desde las fotos y el que está detrás de la cámara. Las fotografías de la propia Tina(15) contrastan con aquellas en la que actúa como modelo ( 25). Entre los artistas están Edward Weston, Manuel Álvarez Bravo, Robert Capra y Gerda Taro. También forma parte de los murales de Diego Rivera.La biografía inicia el diálogo cotejando la perspectiva la fotografía del rostro de Tina realizada por Weston con las flores de Modotti. Los retratos resaltan la intensa sexualidad y la vulnerabilidad. La interpretación de Poniatowska subraya la subjetividad de Modotti, su cuerpo femenino y expuesto.La escritora queda prendada de la cámara, como si no pudiera trabajar la lengua de Tina sin re-producirla en imágenes más ajenas que propias.
La fábula exhibe un diseño trágico y la condición circular del mito, uniendo a los amantes, de modo casi shakespeareano. Desde la muerte de Mella hacia atrás y hacia delante. Tina termina su largo y esforzado viaje en la misma mesa que trece años antes estuvo Julio Antonio donde su cuerpo desnudo recobra la belleza. La biografía tiene dos trayectos: el primero ascendente que la entroniza--presentándola como heroína y víctima-- y el segundo, descendente, que la destruye- mostrándola burócrata y verdugo. Hay cierta profusión de datos históricos con nombres como Eiseinstein, Maiakovski, Sandino. El fin de todo relato lo re-significa: la historia de amor se impone sobre todas las otras, inclusive sobre la historia de lucha.
Julio la nombra en el título íntimo y acariciador, Weston la muestra vuelta sobre sí misma. Sus ojos cerrados y sus manos enmarcando el rostro ponen el acento en el sentimiento y la subjetividad. El romántico retrato del fotógrafo se completa con la figura de Mella con la que comienza el primer capítulo. Tina “quisiera hundirse en su costado, ser con él un solo aroma nocturno” (10) La irrupción de Vittorio junto al cadáver tiende la narración hacia el futuro y remite a la escena de origen del libro- la entrevista de Poniatowska. Las fotografías de las azucenas y los cactus insisten en las flores como representaciones de mujeres lánguidas e indefensas o crueles y agresivas-- vinculadas a la subjetividad femenina.

La “feroz exhibición de la intimidad” (59) es el lugar desde el cual se producen las lecturas de la historia y la política mexicana. Esa fuerza sexual emerge como naturaleza de mujer que desordena el territorio cultural masculino. Estas representaciones responden a las narraciones patriarcales del eterno femenino. Como una “buena salvaje” “Tina no se daba cuenta que el paraíso era ese momentáneo asomo de gorila en sus axilas” (121).
La fábula dibuja una odisea cuya Itaca es México, lugar de la violencia y la pasión; el arte y la revolución pintados con tonos surrealistas. Bello y luminoso en los brazos de Xavier o de Julio; cálido e idílico en la arcádica existencia de las campesinas; fascinante en las pinturas de los muralistas o en las fotografías de Weston pero de amenazantes fauces xenófobas; siniestro como “un país de hombres” en el que “las balas se hacen fiesta.” (280) Tina queda atrapada en México; su vida sólo tiene un antes de recuerdos de mundos perdidos y un después agobiante. (10) Su plenitud está ligada a Mella y a la fotografía; también a la lucha por la causa política. (11)... Cuando su existencia pende solamente del Partido se pierde a sí misma.
Poniatowska busca iluminar su actividad como creadora, como sujeto detrás y delante de la cámara. Las fotografías que encabezan la mayor parte de los capítulos refieren a la autoexposición, una especie de biografía icónica. Durante la primera etapa, Tina es espectáculo, su cuerpo es pura mirada. Ojos que miran pero que, sobre todo, son mirados. “Quizá Tina se enamoraba de la forma en que la miraban porque esa mirada la conmovió” (126) El texto se construye con palabras e imágenes en estrecho diálogo. Al autorretrato de la tapa suceden una serie de cuatro fotografías y dos dibujos fotografiados:”Tina en la azotea“, cuerpo de mujer, puro objeto sin rostro; “Tina en Hollywood”, cuerpo enmascarado; “Tina Y Eduardo” falsa escena de familia con la imagen de Cristo. Los dos dibujos “Tentación y Tina Modotti” de Roubaix de L’Abrie Richey- la presentan como objeto de deseo mientras que “Tina modelo de Diego Rivera en la capilla de Chapingo” la convierte en símbolo de germinación y fertilidad.

Sujeto deseante y objeto deseado, su cuerpo insiste, casi de modo activo, en inscribirse en distintas superficies: “En el cuarto oscuro... Tina hacía aparecer dentro del líquido revelador una nueva imagen de sí misma, su cuerpo que siempre la acompañaba y le era desconocido” (140):“Estar desnuda era ser ella misma, sin disfraz, y mostrarse en su desnudez era presentarles a los demás el más hermoso vestido” (141). Puede apropiarse del cuerpo ajeno, atrapar a los otros: el mundo de los hombres y sus producciones y encontrarse con ese Otro que es el pueblo mexicano. Entre la intimidad de la belleza y la fuerza de la denuncia la Graflex reproduce la máquina de escribir de Julio; los enormes e idolatrados murales; a los campesinos leyendo El Machete; a las marías entregadas a la supervivencia. Mujer entre tiempos- como Quiela- atribuye sus limitaciones a su condición de mujer” Su falta de disciplina y capacidad creativa era un problema de vida. Pero aún, de índole femenina” (177) “Sigo pensando que es un trabajo para hombres...yo no soy lo suficientemente agresiva” (322).
La expulsión de México marca el cambio, el paso hacia una paulatina destrucción. Abandona sus deseos--como mujer y como artista-- se mata a sí misma, transformándose en mero instrumento.” ¿Qué es lo que va a morir, si en los últimos años, su ”yo” no tiene vida, si al “yo” Tina lo ha matado, si en los últimos años se ha convertido en pura sumisión, vehículo de otros? Esta con la que ahora lucha no es sino la oquedad; soy un agujero, a través de mí pasan las corrientes, los pescados entran por mi sexo y salen por mi boca, miren”(301) “Tina quería cachetearse, otra vez su miserable “yo”. Hacía tiempo que creía haberlo erradicado; no hay “yo”, se repite, sólo”nosotros”, la causa por encima de los propios deseos.” (403) . Entonces acepta su derrota como fotógrafa.
Poniatowska adhiere al proyecto estético y político de la Modotti: la necesidad de un arte militante; la humanización del artista ante los desposeídos, la pasión por el pueblo mexicano; la importancia del carácter documental. Se plantea la gran problemática de la vanguardia: la conciliación del arte y la vida: “Tina registró en su Korona las texturas, el aplanado de los muros, la arquería fugitiva del convento de Tepoztlan, y por un impulso que obedeció a ciegas comenzó a buscar el rostro de la gente. ¿Podría arrancarles la máscara? (171) Queda exhausta de tanto poner el sentimiento: “¿Podía ella gastar placas en una escalera de Tepoztlán si las calles reventaban de miseria?” (230) “Su preocupación más profunda era vivir el arte sin dejarse desgastar por la vida, que también gasta a los hombres.”( 171) “Tina se ha propuesto alejarse del esteticismo, del arte por el arte, pero desea a la vez elevar la realidad a la altura del arte”(252) .
La escritura también procede como cámara cinematográfica para testimoniar. En la primera parte la biografía se enriquece con la polivalencia de representaciones, se arma en imágenes enfrentadas que yerguen una heroína rica y contradictoria. La Tina, apasionada por los hombres o por la fotografía, deseante y deseada se transforma en un ser distante y plano, se distancia de la autora que la emplea para denunciar el engranaje del que forma parte, que no registra su reencuentro con la fotografía.
Tina es la otra y es la misma que le permite poner en escena su propio proyecto político y estético, exhibir sus ondulaciones, las que van de las azucenas a los cactus. Entender la tragedia de la mujer en tránsito hacia sí misma como sujeto del arte y la política en la modernidad. “En su forma de trabajar había poesía; Tina sentía como si estuviera a la búsqueda de la esencia de la vida, su propia esencia” (78). En la crónica Poniatowska también encontró certezas. Aunque los materiales sean distintos: la imagen y la letra. Ambas reescriben la historia, una como fotógrafa del muralismo recoge las imágenes de los muros, la otra como cronista de Jaramillo y de Marcos plasma las voces de los otros.. .
fragmento de "Catálogo de ángeles mexicanos: Elena Poniatowska" de Carmen Perilli (Rosario: Beatriz Viterbo, 2006)

La caja de música del mundo: la literatura de Héctor Tizón

La caja de música del mundo: La narrativa de Héctor Tizón

Héctor Tizón funda una cartografía de la memoria en la frontera, en la que reverbera el “texto silencioso” de los pueblos. Confiesa que su conflicto inicial fue la “confrontación entre el habla entrañable de los que criaban y la lengua de la escuela, o sea, la lengua de los libros “(Tierras de Frontera). El narrador actúa como el artesano, conjuga alma, ojo y mano. Es cronista que registra palabras, sonidos, colores y paisajes. - “A medida que envejezco creo más en el don de la palabra, en las palabras que narran, puesto que si las palabras no sirven para narrar se prostituyen sin haber conocido el amor y mueren”. ( TF). Las palabras cambian, se tiñen de tonalidades “ son como los colores, sirven para que una cosa viva y valga diferente que ora, incluso que otra igual o parecida:¿Alguna vez han pensado cómo sería el mundo si los colores no existieran? Pero las palabras son aún más poderosas que los colores “ ( El hombre que llegó a un pueblo). El título de uno de sus cuentos es metáfora de toda su escritura: El mundo, esa vieja caja de música que tiene que cantar.
El lugar es siempre realidad vivida, imaginada. Una frontera no es lo que detiene sino aquello desde lo cual algo a hacerse presente. El límite puede estar poblado de significación, ser un horizonte que nos define. Uno de sus personajes afirma: “Todos de alguna manera estamos aquí construyendo un puente. Somos esas personas. Pero también somos otras personas, puesto que toda personalidad es una gran farsa y un montaje ( La mujer de Strasser)
Tizón se define a los escritores de provincias: “Dicho de una vez, esto es lo que somos los escritores que hemos decidido emboscarnos en el desierto del interior: narradores furtivos, francotiradores, aguafiestas desconfiables y sospechosos, perturbadores de la larga y embotante siesta que intelectualmente nos asfixia; apenas tolerados a regañadientes en la medida en que el país del centro nos otorga el halo equívoco de una suerte de consagración nominal” (TF).
Su arte cconjuga regionalismo y vanguardia, ausculta la historia en los sueños de una tierra donde “el cielo está más cerca que en ninguna otra parte y es azul y vacío. No llueve, pero cuando el cielo ruge su voz es aterradora, implacable, colérica. Sobre esta tierra, en donde es penoso respirar, la gente depende de muchos dioses..." (Fuego en Casabindo). Hombres y Hechos tienden a borrarse de libros y memorias. Entonces quedan “unos cantares y muchos muertos,” (FC; 14). Y ahí anda el narrador en busca de papeles escondidos, de restos de escrituras, de historias que cambian de boca en boca para no perderse, de libros escondidos por marqueses, de jirones de sonidos.. Ya que “en estas tierras las palabras sólo sirven para cantar y sólo se canta lo que está perdido” (HP) . Sus héroes buscan, como el coplero Belindo, la copla extraviada: “ ¿Cuál fue el verso de la copla perdido y recuperado al morir?¿Ese verso era una clave remota, un remedio secreto contra el olvido? Algunos dicen que es mismo que los brujos usaron como conjuro y que sólo sirve en el último instante.” ( La casa y el viento). Afirma que necesitamos “una literaturas de palabras, pero también de danzas y de cantos, de música, que son los medios de expresión predilectos del hombre andino (TF)
El autor pone en diálogo el mundo oral y la tradición literaria. Quiere reconstruir el tejido cultural desgarrado ya que, por estas regiones, “únicamente hay viejos que parecen saber de la historia del mundo sólo un fragmento, aunque aparentemente no sea el mismo..”.(CV). El narrador desconfía de su oficio “Sé que lo que de noche escribo en estos cuadernos no es la verdad. O, la menos, no es toda la verdad, sino retazos, trozos de la vida aparente, de mi vida y la de otros, que de pronto vuelve a narrarse, ¿Pero acaso la historia no es eso? (CV). No debemos olvidar “que hay un mundo poblado de cosas, de colores y de sonidos, y que el silencio es también como un sonido ( TF)
Su literatura juega con la casa y el viento, dos de las imágenes omnipresentes en la literatura de quien piensa que - “La historia de un hombre es un largo rodeo alrededor de su casa. Pero mi casa, junto a las vías, es también sonar de trenes raudos, resoplantes trenes a través de la noche, como una parábola. La memoria convertida en palabras, porque es en las palabras donde nuestro pasado perdura, y en las imágenes (¿no son las palabras sólo imágenes?) (CV). Tizón nos demuestra que la búsqueda de la belleza puede no ser infructuosa: “la belleza del mundo en un día como hoy, por ejemplo, es un milagro; la belleza siempre es un milagro. Todo estaba en silencio, pero no un silencio simplemente de ausencia de sonidos, sino algo infinitamente más real que los sonidos. Hay un silencio en la belleza del mundo que es como inaudito y extraño, que nos hace olvidar la suerte y la desdicha y el destino personal” (La belleza del mundo)
Bibliografía
Héctor Tizón, Fuego en Casabindo, Bs.As. :Puntosur, 1987
La casa y el viento Bs.As.:Legasa, 1984
hombre que llegó a un pueblo, Bs.As.: Alfaguara, 198
Tierras de Frontera Bs.As. : Alfaguara, 2005
La mujer de Strasser, Bs. As.: Perfil, 1997
La belleza del mundo Bs.As. : Alfaguara, 2004
Publicado en La Gaceta Literaria, Diario La Gaceta de Tucumán, 2008

Los senderos del libro


Los senderos del libro

Carmen Perilli

En "El juguete rabioso" la obra de Roberto Arlt, Silvio Astier, el torturado adolescente, entra a la biblioteca pública a robar libros y se lleva "Las montañas de oro" de Leopoldo Lugones. El valor del libro, metaforizado en el título, va mucho más allá de la mercancía y se relaciona con el deseo del protagonista de apropiarse de la "alta cultura” aunque para ello deba delinquir. Astier, como el autor, ha estado condenado a devorar ajados folletines. La escritura dramatizará el encuentro entre estos dos mundos. Esta escena es un relato maestro dentro de la literatura argentina contemporánea y puede leerse en contrapunto con "Tlon Uqbar Orbis Tertius" de Jorge Luis Borges donde una Enciclopedia, encontrada en la biblioteca familiar posibilita el encuentro con un universo fantástico a descifrar. Estas dos escenas que definen dos gestos ante la cultura y dos modos de asignación de valor a los libros desde lugares diferentes. La tecnología de la palabra que es el alfabeto se ha transformado en palabra impresa recién el siglo XV. No por ello dejaron de perdurar las obras de Homero o las épicas medievales. A comienzos del siglo XXI el libro enfrenta otros desafíos. Los medios masivos y electrónicos arman discursos de un gran atractivo y fácil aprehensión en los que la imagen compite con la palabra. Al mismo tiempo, los números indican que ha crecido el número de libros y de escritores. Las grandes cuestiones que atraviesan hoy la literatura tienen que ver con la globalización y el mercado en una sociedad del espectáculo. Las editoriales se han convertido en empresas multinacionales que promueven los libros como productos. La profesionalización del escritor supone la presión continua y a veces estéril de una enorme maquinaria donde el best seller es el niño mimado. En estas latitudes se agrega el deterioro de las bibliotecas convertidas en oscuras y abandonadas antigüedades. Esto va de la mano del auge de las grandes librerías. Este pasaje tiene consecuencias ya que determina el predominio de las novedades. Sólo arriesgados y vocacionales libreros tienen un acervo importante de poesía.. La emigración de archivos completos es una de las formas más peligrosas de despojo. En ese sentido resulta urgente la reconstrucción de las bibliotecas, su sistematización
Aunque algunos sigamos prefiriendo las amigables páginas de papel, la biblioteca que Astier envidiaba, puede hoy contener blogs. Videos, DVDs, y, por supuesto, periódicos. La literatura está irremediablemente atravesada por la cultura masiva y popular. Su valor de la literatura está en la resistencia a la reducción, en la apuesta a la libertad y la imaginación del lenguaje. Quiero terminar estas incompletas reflexiones con unos sugerentes versos de Juan Gelman “estás ahí / poesía/ ¿te hallarás / hundida en este mundo?/¿bella vos que bellás /hundida en este mundo?"

Publicado en La Gaceta Literaria, Diario La Gaceta de Tucumán, Abril de 2008

"lo que me diste/ es palabra que tiembla/ en la mano del tiempo/ abierta para beber..."


La poesía, ese río innumerable: Juan Gelman

Diario La Gaceta de Tucumán
Carmen Perilli

La poesía de Juan Gelman está estrechamente unida al espesor de la experiencia que suelda mundo y lenguaje. Para él " la poesía es una manera de vivir" ya que "lo que cabe en mí debería caber en los demás". Su búsqueda poética une ética y literatura, su lealtad a la literatura no implica olvido del mundo, sino oficio de "mundar" de escribirlo. Desde sus primeras épocas del grupo Pan Duro y su primer libro Violín y otras cuestiones Gelman trabaja con el habla cotidiana y se inscribe en el linaje de César Vallejo y Nicanor Parra, entre otros, acercando prosa y poesía. Explora la canción popular – como en un tango a Buenos Aires:" escribo versos previamente llorados/ por la ciudad donde nací". – y la poesía amorosa y mística- "cita" a Santa Teresa: "porque sin vos/ ¿qué soy sino desastres?/ ¿adónde voy a parar desviado de vos?/ misericordia mía/sol mío/sol que soleas en medio del amor". El exilio incrementa la cercanía entre palabra y cuerpo: "No debiera arrancarse a la gente de su tierra o país, no a la fuerza. La gente queda dolorida, la tierra queda dolorida.". La lengua se torna insuficiente para significar la muerte, la desaparición, la tortura, la pérdida del compañero, del hijo:" ¿qué voy a hacer con mí / pedazo mío? /¿qué pedacitos puedo ya juntar?.... / ¿rostro es el tuyo? / ¿qué no vemos? / ¿cerca?/ ¿muriendo? / ¿desmuriendo? / ¿para siempre?" . Ese cuerpo imposible, nunca recobrado, presente en su ausencia: "cuerpo que me temblás entrado al alma/frío que me enfriás/ manito tuya /manando sombra/ sombra/ sombra/ sombra / ¿paro tu deshacerte en algún lado?".
Con dibaxu (debajo) entrega un libro de poemas de amor en castellano y ladino, en los que explora el tiempo, juega con el presente y el pasado de la lengua, de su lengua actual y la de infancia. Se cruzan las distintas lenguas en la historia ". "lo que me diste/ es palabra que tiembla/ en la mano del tiempo/ abierta para beber...". Gelman no renuncia a la tradición poética, la lee de modo único, recoge tanto a Quevedo como a Vallejo, abreva en Santa Teresa y en San Juan de la Cruz, com/pone al traducir de modo peculiar otros poetas. Erige, como señala Margo Glantz, una lírica " de cuerpo presente" en la que se destacan el erotismo y el dolor. Su palabra une la escritura del sobreviviente y las palabras desechos, restos, residuos, sonidos oscuros que hablan de la muerte: "Nunca fui el dueño de mis cenizas, mis versos, /rostros oscuros los escriben como tirar contra la muerte".