domingo, 27 de marzo de 2011

Los sinsabores del verdadero policía de Roberto Bolaño


nota de claudio zeigen en radarlibros
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-4217-2011-03-27.html
Ninguno de los libros póstumos de Roberto Bolaño parece tan conectado con la obra que publicó en vida como Los sinsabores del verdadero policía, y a la vez ninguno se mueve con tanta soltura por sus propios medios. Entre la poesía latinoamericana de Los detectives salvajes y la violencia mexicana de 2666, el libro se adentra en el corazón de la obra de Bolaño: las zonas rojas que dejaron la revolución, el sida y la literatura.
Desde las primeras páginas de Los sinsabores del verdadero policía se nos informa que según Padilla (poeta hermoso y maldito, ángel de la madurez melancólica y sensible del entrañable profesor Amalfitano) existe literatura heterosexual y literatura homosexual; que las novelas en general son heterosexuales, mientras que la poesía es irremediablemente homosexual; sólo resta distinguir, a continuación, entre poetas maricones y maricas. Walt Whitman, por ejemplo, era un poeta maricón. Góngora y Quevedo, maricas. Rubén Darío, la reina de las locas. El profesor Amalfitano no repara inmediatamente en la temible paradoja, en la reveladora verdad que para su propia vida puede llegar a tener la peregrina teoría esbozada al pasar, como un delirio más de porro al amanecer. Y sin embargo, sobre la seriedad o no, el rigor o no, el grado de broma intelectual o boutade del autor que se le atribuya a esta clasificación, depende en gran medida la lectura que se pueda hacer de esta novela póstuma de Roberto Bolaño.

A juzgar por el desarrollo narrativo, habría que tomarlo mitad en serio, mitad no: quizás el drama de una novela de “asunto gay” sea que no puede dejar de ser una novela heterosexual, condenada apenas a una delgada voluta de lirismo, lejos de la poesía de verdad. Pero ese lirismo a cuentagotas es, en este texto, uno de sus mayores logros. Por otra parte, los poetas como los ha entendido Bolaño no pueden dejar de ser unos marginales condenados (salvo Pablo Neruda y Octavio Paz). Por eso los poetas son como los homosexuales de los años ’80 y los fisurados de la izquierda de los ’60 y los ’70: gente que se va quedando al margen del margen, destinada a la permanente errancia, condenados a no llegar nunca a ninguna parte.
Los sinsabores del verdadero policía condensa y amplía el mapa perdedor sudaca que tan entrañable ha vuelto la literatura de Roberto Bolaño. Todo comienza con el derrumbe. Cae el muro de Berlín, caen las máscaras y caen los velos del deseo. Pasolinianamente, almodovarianamente, un profesor de literatura de 50 años descubre –herido como del rayo– su homosexualidad a raíz de un muchacho que dice ser no su hombre sino su ángel; un ángel sucio, drogón y callejero. La inocencia, en astuta inversión, la virginidad de cuerpo y alma, están más del lado del profesor que del alumno. Se trata de una iniciación al revés, lo que no quita que a la hora de la moral académica, el condenado sea el “inocente”. Amalfitano es amablemente invitado a renunciar a la cátedra, si no, irá a juicio por corrupción.

Alejado de Barcelona por el escándalo de sus amoríos con estudiantes, el profesor Amalfitano partirá rumbo a una lejana universidad del noroeste de México, en los umbrales del desierto. Y pronto, el sida y la heroína van a terminar con tanta juventud y poesía. A partir de entonces, la novela va a asentar sus reales en el espacio que verdaderamente le interesa explorar: el vacío, el desierto, la frontera, las zonas calientes.
Santa Teresa es un infierno colorido. Pero venidos de la vieja Europa, el profesor y su hija Rosa descubren que América latina está viva, tan cerca de la muerte y la violencia, pero viva. Ahí se encuentran con un realismo más caliente y picante que mágico: la increíble saga familiar de las hermanas Expósito prefigurando los crímenes de Ciudad Juárez; los gemelos Pedro y Pablo Negrete, uno convertido en comisario y el otro en rector de la universidad (trucos que sólo se le pueden perdonar a Bolaño y a Almodóvar), el mago de Thomas Mann, de Mario y el mago, actuando en un teatrito mugroso pero con su magnetismo intacto. Santa Teresa parece el lugar de una violencia apacible, un momento de calma antes de la gran explosión. Y esa es, quizás, la mejor manera de situar a esta novela entre las otras. Los sinsabores del verdadero policía arrastra climas y tonos del primer Bolaño, aquel que aún no terminaba de armar la maquinaria narrativa que parte desde Literatura nazi en América pero es obvio que también es una novela que fue creciendo y alimentándose al costado de esa gran maquinaria que sumó Estrella distante, Amuleto, Los detectives salvajes y finalmente 2666. Novela entre novelas, remanso sentimental, en el que la gran matriz de las “vidas imaginarias” (no en el sentido de vidas apócrifas sino como la vida que pudimos haber vivido y no vivimos, o vivimos a medias) recae sobre la triste carne de Amalfitano para dejarle en el cuerpo la nostalgia de una vida de poeta errante, de fugitivo que en vez de entregarse a los brazos de la ortodoxia marxista, se hubiera entregado gustoso a los brazos de Rimbaud. Como no puede volver a vivir, vive lo que resta a través de su ángel, ese corto viaje que Padilla va narrando entre visiones, sueños, cartas y premoniciones de la felicidad.
Una metáfora condensa las diferentes formas del margen: la zona roja. Algo que amalgama vertiginosamente la militancia y el pecado, la pureza y la impureza. “Amalfitano también, a lo largo de su vida, había conocido zonas rojas. Los barrios obreros, los cordones industriales, primero, los campos liberados por la guerrilla, después. Llamar zona roja a un barrio de putas, no obstante, le parecía afortunado y reflexionó si aquellas lejanas zonas rojas de su juventud no fueron también enormes barrios de putas camuflados en la Retórica y la Dialéctica. Campos de putas invisibles, resplandor de macrós y policías, todo nuestro esfuerzo, nuestro largo motín carcelario.” Este fragmento, como tantos otros, indica que esta es una novela llena de misterios, de revelaciones que asoman la punta pero no se dejan ver del todo en el horizonte del sentido.
Hay ya una tendencia a leer Los sinsabores del verdadero policía como un desvío, complemento o corazón oculto de 2666, la monumental última novela de Bolaño. Habrá que leerla como la más gay de las novelas heterosexuales, o la más heterosexual elegía de los muertos maricas. Quizás, quizás, quizás, por decirlo con palabras de apropiado bolero. De lo que no cabe mucha duda es de que estamos frente a una novela cálida, hermosa, con algunas páginas de una nitidez deslumbrante, que apela sobre todo a la zona roja que cada uno de nosotros lleva adentro.

República Dominicana

Libros y películas sobre el trujillato

Estudios
La era de Trujillo: un estudio casuístico de dictadura hispanoamericana 1956 Libro escrito por Jesús de Galindez, quien fue secuestrado durante la era de Trujillo en Nueva York.
Documentales:
Documental Trujillo: El Poder del Jefe I 1991 Dirigido por René Fortunato.
El Poder del Jefe II
El Poder del Jefe III 1996 Dirigido por René Fortunato.

Novelas
Julia Alvarez, En el tiempo de las mariposas 1994
La fiesta del chivo 2000 Mario Vargas Llosa
La maravillosa vida breve de Óscar Wao 2007 Junot Díaz.
Vivas en su jardín 2009 Dedé Mirabal, la cuarta de las hermanas Mirabal cuenta la verdadera historia de sus hermanas y su lucha por la Libertad dominicana

Peliculas
En el tiempo de las mariposas 2001 Dirigida por Mariano Barroso, y Trujillo interpretado por Edward James Olmos. Salma Hayek interpreta a Minerva Mirabal. Basada en la novela de Julia Alvarez.
El Misterio Galíndez 2003 Gerardo Herrero dirigió El Misterio Galíndez, una película sobre Jesús de Galíndez Suárez, militante del PNV y diplomático vasco que desapareció en 1956; supuestamente a causa de su oposición al régimen de Trujillo.
La fiesta del chivo 2005 Dirigida por Luis Llosa, y Trujillo interpretado por Tomás Milián. Adaptación del libro del mismo nombre.
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Película Trópico de sangre 2010
Fuente Wikipedia
Habría que agregar la novela Masacre sobre el genocidio haitiano.

Material sobre Rafael Leónidas Trujillo

Rafael Leónidas Trujillo Molina (San Cristóbal, 24 de octubre de 1891 - Ciudad Trujillo, 30 de mayo de 1961) fue un militar y político dominicano. Dictador del país como generalísimo del Ejército, gobernó desde 1930 hasta su ajusticiamiento en 1961.[1] Ejerció la presidencia de la República Dominicana entre los periodos 1930-1938 y 1942-1952. Gobernando de forma indirecta durante los periodos 1938-1942 y 1952-1961, valiéndose de presidentes títeres.

Conocido como "El Jefe", su tiranía históricamente conocida como la Era de Trujillo es considerada una de las más sangrientas del siglo XX. Estuvo caracterizada por el anticomunismo, la represión de toda oposición y por el culto a la personalidad. Sus defensores destacan como aspectos positivos del régimen la restauración del orden público y el progreso económico del país.

Trujillo decidió el genocidio de miles de haitianos que vivían en la zona fronteriza y luego acordó con el presidente haitiano Sténio Vincent indemnizarlo por cada haitiano asesinado. Más de 30.000 personas perdieron la vida y otros tantos se exiliaron durante su gestión, en la que fueron asesinadas las hermanas Mirabal.

Trujillo prestó especial atención a mejorar las Fuerzas Armadas. El personal militar recibió generosa paga y beneficios bajo su gobierno y amplió sus filas, así como los inventarios de equipo. Trujillo mantuvo el control sobre el cuerpo de oficiales a través del miedo, el clientelismo y la frecuente rotación de tareas, que inhibió el desarrollo de sus seguidores personales.

El establecimiento del monopolio del Estado sobre todas las empresas importantes en el país trajo riquezas a través de la manipulación de los precios y malversación de fondos de Trujillo.

Durante 31 años, todos los estamentos del Estado funcionaban sin ninguna "violación". Toda tortura o condena era borrada, negada. Una muerte era encubierta en un accidente o sus supuestos autores encarcelados
Asesinato
Emboscada y asesinatoEl 30 de mayo de 1961, en la carretera Santo Domingo - San Cristóbal, el auto en el que viajaba Trujillo, fue ametrallado en una emboscada urdida por Modesto Díaz, Salvador Estrella Sadhalá, Antonio de la Maza, Amado García Guerrero, Manuel Cáceres Michel («Tunti»), Juan Tomás Díaz, Roberto Pastoriza, Luis Amiama Tió, Antonio Imbert Barrera, Pedro Livio Cedeño y Huáscar Tejeda. Recibió más de 60 impactos de balas de diversos calibres, de los cuales siete dieron en su cuerpo causándole la muerte; su chofer Zacarías de la Cruz recibió varios impactos, pero no perdió la vida, aunque los ajusticiadores lo dieron por muerto. Video Muerte de Trujillo

Las armas proporcionadas por la CIA habían sido ocultadas por Simon Thomas Stocker, ciudadano estadounidense, contactado por la CIA bajo el nombre en clave de «Héctor» y residente en la República Dominicana desde 1942. Stocker rehusó la remuneración de la CIA por sus esfuerzos, aduciendo su convicción moral. Las armas fueron ocultadas por más de dos meses, a riesgo personal y de su familia, dentro de un armario pequeño en su estudio, en su residencia privada, ya demolida, ubicada en un solar en el lado del sur de la avenida Independencia, próximo a la avenida Principal Máximo Gómez.

Algunas afirmaron que dichas armas nunca llegaron a las manos de los organizadores del ajusticiamiento del dictador, debido la supuesta falta de una autorización explícita de la CIA para su entrega. Esta opinión fue contradicha por testimonios de viva voz, emitidos por Stocker a familiares y personas de confianza, afirmando que las armas fueron entregadas por él a un dominicano, después de haberlas ocultado en su propiedad por unos tres meses, según su relato de confirmada veracidad. No obstante, esa versión fue negada por el único sobreviviente del ajusticiamiento, el general Imbert Barreras.

Algunos analistas mencionan que el interés de Estados Unidos en acabar con Trujillo se debió a que la represión de su gobierno podría traer una revolución a República Dominicana, de forma similar a la revolución cubana, consecuencia fundamental del total rechazo del pueblo cubano al gobierno dictatorial del presidente Fulgencio Batista.

La familia trató de huir con el cuerpo de Trujillo en su barco «Angelita», pero fueron capturados. Su funeral, realizado el 2 de junio del mismo año, fue el de un estadista, con una larga procesión desde el Palacio Nacional hasta la localidad de San Cristóbal, donde fue enterrado su cuerpo. Miles de personas de todos los estratos sociales desfilaron ante el féretro que contenía los restos de Trujillo. El entonces presidente Joaquín Balaguer dio el discurso laudatorio, la parte más recordada de dicho discurso es:

...El momento es pues propicio para que juremos sobre estas reliquias amadas que defenderemos su memoria y que seremos fieles a sus consignas manteniendo la unidad. Querido jefe, hasta luego. Tus hijos espirituales, veteranos de las campañas que libraste durante más de 30 años, miraremos hacia tu sepulcro como un símbolo enhiesto y no omitiremos medios para impedir que se extinga la llama que tú encendiste en los altares de la República y en el alma de todos los dominicanos.
Después de esto, el pueblo votó a favor para que la familia Trujillo saliera del país, por lo que Ramfis Trujillo, tuvo que sacar el cuerpo de su padre del país. Trujillo fue enterrado en París, en el Cementerio del Père-Lachaise, a petición de sus familiares.

En 2009 hubo mucha controversia en la República Dominicana en el aniversario 48 de su muerte. Se habló de trasladar los restos de Trujillo a la RD, especificamente junto con los héroes nacionales. La mayoría de las personas se opusieron firmemente a esta idea.

Actualmente los restos de Trujillo se encuentran en un cementerio de la pequeña comunidad de El Pardo, a 25 minutos de Madrid en España. Cementerio que está muy por debajo de las características de los demás cementerios madrileños, y una tumba que probablemente no se asemeja en nada a aquella mandada a construir por el dictador en su natal San Cristóbal en los años 50.

[editar] RepresaliaVarias horas después de la muerte de Rafael Trujillo, su hijo Ramfis Trujillo, quien se encontraba en París, alquiló un avión y regresó a Santo Domingo en las primeras horas del miércoles 31 de mayo, poniéndose de inmediato al frente de la situación y convirtiéndose en el hombre fuerte del país aunque Joaquín Balaguer seguía formalmente al frente de la presidencia. El Servicio de Inteligencia Militar (SIM), y todos los servicios de seguridad del estado realizaron amplias redadas en todos los sectores de la ciudad buscando a los ajusticiadores.

El 2 de junio de 1961 agentes del SIM irrumpieron en la casa del teniente Amado García Guerrero donde lo asesinaron de varios disparos de ametralladoras. El 4 de junio de ese mismo año fueron asesinados otros dos ajusticiadores, Juan Tomás Díaz y Antonio de la Maza. El 10 de junio fue apresado y torturado el general José René Román Fernández («Pupo») quien fungía como secretario de las Fuerzas Armadas de la dictadura, ya que se descubrió que éste estaba vinculado al ajusticiaminto de Trujillo. El 18 de noviembre fueron capturados Roberto Rafael Pastoriza Neret, Pedro Livio Cedeño Herrera, Luis Salvador Estrella Sadhalá, Modesto Díaz Quezada, Huáscar Antonio Tejeda Pimentel y Luis Manuel Cáceres Michel («Tunti»). Fueron llevados a la «Hacienda María» en San Cristóbal, donde fueron fusilados por órdenes de Ramfis Trujillo.

Poco después, por presiones internacionales Ramfis y su familia abandonan el país

"Un cuento chino" de Sebastián Borenztein

http://www.youtube.com/watch?v=LcVTiQ5QW-E

Excelente película, me gustó el juego entre la narración del presente y las historias del pasado. Magistrales puntos de encuentro entre dos historias de vida. El chino como el otro irreductible, el otro que define la identidad del protagonista. (El otro extranjero estaría en la guerra) Todo tiene que ver con todo.

viernes, 25 de marzo de 2011

La página en blanco de Isak Dinesen


Junto a la puerta de entrada a la antigua ciudad solía sentarse una anciana de piel color café, cubierta con un velo negro, que se ganaba el pan contando historias.

Decía la mujer:

-¿Queréis un cuento, señora gentil, caballero? He contado muchas, muchas historias, mil y una más, desde los tiempos en que dejaba que los muchachos me contasen a mí el cuento de la rosa roja, los dos suaves capullos de azucena y las cuatro serpientes sedosas, cimbreantes y mortalmente enlazadas. Fue la madre de mi madre, la bailarina de ojos negros a quien tantos poseyeron, la que hacia el fin de su vida, arrugada como una manzana de invierno y escondida detrás del piadoso velo, me enseñó el arte de relatar historias. La madre de su madre se lo había enseñado a ella, y ambas eran mejores narradoras que yo. Pero esto ahora no tiene importancia, porque, para la gente, ellas y yo somos la misma persona y me tratan con gran respeto, puesto que vengo contando historias desde hace doscientos años.

Después, si se le ha pagado bien y está de buen humor, seguirá diciendo:

-La de mi abuela -decía- fue una escuela bien dura.

»-Sé fiel a la historia -me decía la vieja bruja-. Sé eterna e inquebrantablemente fiel a la historia.

»-¿Por qué, abuela? -preguntaba yo.

»-¿He de darte razones, desvergonzada? -gritaba ella-. ¿Y tú quieres ser cuentista? ¿Tú vas a ser cuentista y yo he de darte razones? Pues bien, escucha: cuando el narrador es fiel, eterna e inquebrantablemente fiel a la historia, al final es el silencio quien habla. Cuando la historia ha sido traicionada, el silencio no es más que vacío. Pero nosotros, los fieles, cuando hemos dicho nuestra última palabra oímos la voz del silencio. Lo entienda o no una mocosa impertinente.

»¿Quién es -prosigue la mujer- el que relata un cuento mejor que todas nosotras? El silencio. ¿Y dónde se lee una historia más profunda que en la página mejor impresa del libro más valioso? En la página en blanco. Cuando la pluma más finamente cortada, en su momento de mayor inspiración, ha escrito su cuento con la más preciada tinta, ¿dónde podrá leerse un cuento aún más profundo, dulce, alegre y cruel?: en la página en blanco.

La vieja arpía calla un momento, suelta una risita y mastica algo en su desdentada boca.

-Nosotras -dice finalmente-, las viejas que contamos historias, sabemos la historia de la página en blanco. Pero no nos gusta contarla, porque entre los no iniciados podría mermar algo nuestra fama. Aun así, voy a hacer una excepción con vosotros, dama hermosa y gentil y caballero de generoso corazón. A vosotros os la contaré.

»En las altas y azules montañas de Portugal existe un viejo convento de monjas de la Orden Carmelitana, que es una orden ilustre y austera. En tiempos pasados el convento fue rico, las monjas eran todas nobles señoras, y se producían incluso milagros. Pero con el correr de los siglos las damas de alto linaje fueron perdiendo la afición al ayuno y la plegaria, las ricas dotes dejaron de fluir a las arcas del convento y hoy apenas quedan unas pocas hermanas humildes y pobres que viven en una sola ala del vasto y decaído edificio, que parece querer fundirse con la roca gris que lo rodea. Sin embargo, la comunidad es aún viva y alegre. Sus devociones son fuente de gozo inextinguible, y las hermanitas se dedican alegremente a la tarea que hace muchos, muchos años, deparó al convento un único y singular privilegio: cultivar el mejor lino de Portugal, con el que fabrican la tela más fina del país.

»El vasto campo frente al convento se ara con bueyes blancos como la leche, de manso mirar, y la semilla es sembrada hábilmente por virginales manos endurecidas en la labor, con las uñas llenas de tierra. En la estación en que florece el lino, el valle entero se tiñe de un color azul de aire, el mismo color del delantal que llevaba puesto la Sagrada Virgen para ir a coger huevos al gallinero de Santa Ana cuando el Arcángel San Gabriel, con su aleteo poderoso, descendió hasta el umbral de la casa y en lo alto, muy en lo alto, una paloma, con las plumas del collar enhiestas y las alas vibrando, se recortaba en el cielo como una pequeña estrella plateada. Durante ese mes los aldeanos de muchas millas a la redonda alzan los ojos hacia el campo de lino y se preguntan: "¿Ha subido el convento al cielo? ¿O han logrado las hermanitas que el cielo baje hasta ellas?".

»Cuando llega la estación, el lino se recolecta, se agrama y se rastrilla; después la fibra delicada se hila, el hilo se teje y, por último, la tela se extiende sobre la hierba para que se blanquee, y se lava una y otra vez hasta que parece que haya nevado en torno a los muros del convento. Toda esta labor se lleva a cabo piadosamente y con precisión, y con ciertas aspersiones y letanías que son un secreto del convento. A ello se debe que el lino, que se carga a lomos de pequeños asnos grises y, pasada la puerta de las monjas, desciende y desciende hasta llegar a la ciudad, sea blanco como una flor, liso y suave como era mi pie cuando, a los catorce años, lo lavaba en el arroyo para ir al baile de la aldea.

La diligencia, queridos señores, es buena cosa, y la religión también, pero el germen último de la historia procede de algún lugar místico ajeno a la historia misma. Así, la virtud del lino del Convento Velho le viene del hecho de que la primera semilla fue traída por un cruzado de la propia Tierra Santa.

»En la Biblia, las gentes que saben leer pueden aprender cosas sobre las tierras de Lachis y Maresa, donde crece el lino. Yo no sé leer, y nunca he visto este libro del que tanto se habla. Pero la abuela de mi abuela, cuando era niña, fue la favorita de un viejo rabino, y sus enseñanzas se han guardado en la familia y se han transmitido de generación en generación. Así, en el libro de Josué podéis leer que Axa, hija de Caleb, se apeó del asno y gritó a su padre: "¡Dame bendición! ¡Pues que me has dado tierra de secadal, dame también fuentes de agua!". Y él le dio entonces las fuentes de arriba y las de abajo. Y en los campos de Lachis y Maresa vivieron, más tarde, las familias que tejían el lino más fino de todos. Nuestro cruzado portugués, que descendía de una familia de grandes tejedores de lino de Tomar, cabalgando por esos mismos campos quedó impresionado por la finura de las plantas de lino, y se ató un saco de semillas al pomo de su silla de montar.

»Así se originó el primer privilegio del convento, que era el de suministrar las sábanas de matrimonio para las jóvenes princesas de la Casa Real.

»He de deciros, queridos señores, que en el país de Portugal las viejas y nobles familias observan una costumbre venerable. A la mañana siguiente a los esponsales de una hija de la casa, y antes de que se entreguen los regalos de boda, el chambelán o el gran senescal cuelgan de un balcón del palacio la sábana de la noche de bodas y proclaman solemnemente: "Virginem eam tenemus" . "Declaro que era virgen." Esta sábana no se lava ni se utiliza nunca más.

»Nadie observaba esta costumbre venerable más estrictamente que la Casa Real, en la que ha persistido casi hasta nuestros días.

»Desde hace muchos siglos también, y como señal de gratitud por la excelente calidad de su lino, el convento de los montes ha gozado de un segundo privilegio: el de recibir de vuelta el fragmento central de la sábana blanca como la nieve, que lleva el testimonio del honor de la desposada real.

»En el ala principal del convento, desde la que se divisa un inmenso panorama de colinas y valles, hay una extensa galería de suelo de mármol blanco y negro. De los muros de la galería cuelga una larga hilera de pesados marcos dorados, rematados cada uno de ellos por una cartela de oro puro en la que figura inscrito el nombre de una princesa: Donna Christina, Donna Ines, Donna Jacintha Leonora, Donna Maria. Cada uno de estos marcos encierra un retal cuadrado de una sábana real de boda.

»En las manchas borrosas de las telas una persona de cierta imaginación y sensibilidad podría reconocer todos los signos del Zodíaco: la Balanza, el Escorpión, el León, los Gemelos. O discernir imágenes de su propio mundo de ideas: una rosa, un corazón, una espada, o acaso un corazón atravesado por una espada.

»En los viejos tiempos podía verse en ocasiones una larga, majestuosa y colorida procesión que avanzaba por el paisaje de rocas grises en dirección al convento. Princesas de Portugal, que ahora eran reinas o reinas-madres de otros países, archiduquesas o grandes electoras con sus espléndidos séquitos llevaban a cabo un peregrinaje de naturaleza a la vez sagrada y secretamente jubilosa. Pasado el campo de lino la ruta se hace empinada; la dama real tenía que bajar de su carroza para recorrer la última parte del camino en un palanquín regalado al convento precisamente con esta finalidad.

»Después, y aún en nuestros días, ocurre a veces, como puede ocurrir cuando se quema una hoja de papel, que después de que todas las chispas han corrido por el borde del papel para ir a morir a un extremo surge una última chispa, pequeña y reluciente, que va corriendo detrás de las otras, que una solterona muy anciana, de alto linaje, emprenda la ruta hacia el Convento Velho. Hace muchos años fue la compañera de juegos, amiga y doncella de honor de una joven princesa de Portugal. En el camino al convento, va contemplando el panorama que se extiende a sus pies. Llegada al edificio, una monja la conduce hasta la galería, frente al marco que lleva el nombre de la princesa a la que sirvió un día, y se despide de ella, comprendiendo que quiere quedarse sola.

»Lenta, muy lentamente, una procesión de recuerdos desfila por la pequeña, venerable y cadavérica cabeza bajo la mantilla de negro encaje, que se inclina en señal de reconocimiento. La leal amiga y confidente recuerda la vida de casada de la joven princesa con el consorte real elegido. Revive los momentos alegres y los tristes, coronaciones y jubileos, intrigas cortesanas y guerras, el nacimiento del heredero del trono, los matrimonios de los príncipes y princesas de las nuevas generaciones, el orto y el ocaso de las dinastías. La vieja dama recuerda las profecías a que dieron lugar las manchas de la sábana: ahora puede comparar la realidad con la profecía, con una leve sonrisa y un ligero suspiro. Cada pedazo de tela con el nombre inscrito en el marco que lo encierra tiene una historia que contar, y todos han sido puestos allí por fidelidad a la historia.

»Pero en medio de la larga hilera hay una tela que no es igual que las otras. Su marco es tan hermoso y pesado como los demás, y ostenta con el mismo orgullo la placa dorada con la corona real. Pero en la cartela no hay ningún nombre inscrito, y la sábana enmarcada es de lino blanco como la nieve de una esquina a la otra: una página en blanco.

»¡Os ruego, buenas gentes que venís a escuchar historias! ¡Mirad esta página, y reconoced la sabiduría de mi abuela y de todas las mujeres que narran historias!

»Porque, ¡qué lealtad eterna e inquebrantable ha hecho colgar este pedazo de tela junto a los otros! Ante él, las narradoras de cuentos hemos de cubrirnos con el velo y guardar silencio. Porque si el padre y la madre reales que un día ordenaron que se enmarcase y colgase ese retal no hubieran conservado en su sangre una tradición de lealtad, quizá no habrían dado la orden.

»Es frente a este pedazo de puro lino blanco donde las viejas princesas de Portugal, reinas, viudas y madres con experiencia de la vida, con sentido del deber y con una larga historia de sufrimientos, y sus viejas y nobles compañeras de juegos, doncellas y damas de honor, permanecen de pie más tiempo.

»Y es frente a la página en blanco donde las monjas jóvenes y viejas, y la propia madre abadesa quedan sumidas en la más profunda reflexión.
ADN, Diario La Nación, 27 de marzo de 2011

sábado, 12 de marzo de 2011

Muy buena nota de Ivonne Bordelois

El discurso de Vargas Llosa en la Feria
Ivonne Bordelois
Para LA NACION
Sábado 12 de marzo de 2011 | Publicado en edición impresaComentá (57) Compartir
LEO con sorpresa, en un medio de vasta circulación, que Mario Vargas Llosa ha decidido cambiar el contenido de su discurso en la Feria del Libro, para pasar de lo literario a lo político. Vargas Llosa dice que en la Argentina de Videla fueron censurados dos de sus libros, y ahora se encuentra en una situación similar. Por lo tanto, su discurso se orientará, políticamente, a favor de la liberad de prensa.

Pienso que uno de los peores flagelos que puede sufrir un escritor excelente es el de recibir el Premio Nobel, y se me ocurre que Mario Vargas Llosa ya lo está experimentando. De todas maneras, nadie es inocente aquí: para recibir el Premio Nobel hay que pasar por numerosas instancias nacionales e internacionales, reverenciar poderes editoriales y demás. Después, viene el Lanzarote de Saramago: es decir, cómo implementar la huida. Pero Vargas Llosa todavía no está allí. Providencialmente, Jorge Luis Borges se salvó. Y aun así, decía Cioran sobre él: "La desgracia de ser conocido se ha abatido sobre él. Merecía una mejor suerte..."

He dicho alguna vez, y no me desdigo, que Vargas Llosa me parece un excelente escritor (un sufragio universal), pero también que me resulta un excelente escritor latinoamericano. He dicho esto porque me parece que no sólo en su temática - Conversación en La Catedral , Los cachorros , La fiesta del chivo , La guerra del fin del mundo - él afrontó temas del dolor y la violencia que aquejan en particular a nuestra América latina, sino porque pienso que su tono, su enfrentamiento, su actitud vital, nunca desdicen de cierta elegancia de matriz hispánica, pero matizada de una ironía y vivacidad muy nuestra, en la cual me complace intensamente poder reconocerme.

Para dar un solo ejemplo, hay un libro de él -probablemente, el menos leído- que, como lingüista, me ha deslumbrado en particular: El hablador . Es una hazaña de fusión entre narración e investigación antropológica, una aventura de inmersión en las raíces de la otredad, una reverencia ritual ante las sabidurías indígenas que hemos estúpidamente ignorado todos los latinoamericanos si excepción, intelectuales o no, progresistas o no.

Por estas razones, el que ahora Vargas Llosa haya decidido arremeter públicamente contra una fracasada operación de censura en nuestro país me aflige sobremanera. Donde manda capitana no manda marinero. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner -a quien no adhiero específicamente- impartió una clara y terminante orden de retirada a Horacio González, director de la Biblioteca Nacional, en relación con su carta, en la que se instaba a autoridades de la Feria del Libro a anular la invitación a Vargas Llosa para inaugurar la Feria.

Horacio González, que respalda al grupo de intelectuales kirchneristas Carta Abierta, merece mi respeto, si bien representa una postura política a la que nunca adheriría. Sin ir más lejos, en la Feria de Fráncfort de 2010, su ponencia sobre Lugones, superando con mucho los lugares comunes acerca de este autor indispensable, mostró su evidente capacidad de intuición literaria y empatía humana con uno de los escritores más discutibles de nuestra literatura. Debe de haberle sido difícil acatar el razonable mandato emanado de esferas superiores, pero lo hizo. Y lo que cuenta es que la democracia ha prevalecido. Solamente un torero desubicado lo ignoraría.

Por su parte, Cristina Fernández de Kirchner ha sido calificada por Mario Vargas Llosa como un desastre total para nuestro país. Según el reciente Nobel, la Argentina ha desaparecido como país durante el gobierno de los Kirchner. Es duro pensar que un país que produce a gente como Daniel Barenboim o Beatriz Sarlo le merezca a un escritor peruano de bien ganada gloria estas reacciones.

Quizá sea hora para él de revaluar sus palabras y dar acaso a una presidenta democráticamente elegida el inteligente reconocimiento que merecen, por esta vez, la inteligencia y elegancia de su gesto.

© La Nacion

La autora es lingüista, ensayista y poeta. ?Entre otros libros, escribió La palabra amenazada

Adiós a un irreverente de las letras argentinas

http://www.lagaceta.com.ar/nota/425686/Informacion-General/Adios-irreverente-letras-argentinas.html

Sábado 12 de Marzo de 2011 |
Ha muerto David Viñas, el fundador y codirector de la revista Contorno, el novelista de Un Dios cotidiano; Los dueños de la tierra, Hombres de a caballo entre otras; Dar la cara; el dramaturgo de Lisandro, Dorrego; Túpac Amaru, el profesor de literatura argentina, el fundador de Contorno y tantas otras revistas, el político, pero, sobre todo, el crítico y lector de la literatura y la cultura argentina.

Viñas era un intelectual, un hombre que ponía el cuerpo y la voz, y de qué forma. Recogía adhesiones y rechazos, nunca indiferencia. Su presencia, casi dionisÍaca, era siempre poderosa e irreverente. Uno de sus actos irreverentes fue rechazar la Beca Guggenheim, en homenaje a sus dos hijos desaparecidos en los años 70. Un hombre que padeció el exilio como una fiera a la que arrancaron las raíces y que peleó hasta el último momento con la posibilidad de ser domesticado por el poder.

Si Arlt afirmaba que la literatura debe ser "un cross a la mandíbula", Viñas empleó la provocación, a veces de modo exasperante, para sacudir al mundo y al discurso académico. Sus lecturas políticas de la literatura nacional marcan a fuego a las generaciones posteriores de críticos, derriba compartimentos, se desentiende de fronteras, incorpora el habla cotidiana y promueve el diálogo farragoso entre la vida y la literatura. Cuando en los pasillos universitarios de los 70 comenzamos a leer sus ensayos nos deslumbraron, nos cambiaron la mirada, nos permitieron pensar en introducir la vida en los textos y los textos en la vida. Se convirtieron en un vendaval de libertad. Los tres tomos de Literatura argentina y realidad política; Indios, ejércitos y fronteras, Los anarquistas en América Latina y tantos otros textos.

En su visita a Tucumán en los 80 nos deslumbró con sus cuentos sobre Lugones y su anécdota con Eva Perón. Él también, como Rodolfo Walsh, fue un "descifrador" del código maestro de la cultura argentina, se peleó con Sarmiento para parecérsele, fue capaz de denunciar el acartonamiento de Sábato y de tanto escritor nacional. No le importó el riesgo de la subjetividad, se metió de lleno en la escritura. Su gran obsesión era la tensión entre el cuerpo y la letra, entre la violencia oligárquica y la imaginación liberal que la disfraza a través de representaciones.

Ricardo Piglia sostiene que todos los libros de David Viñas se pueden leer como un gran texto único: una amplia saga a lo Balzac o a lo Galdós, en la que distintos géneros y registros de escritura se transforman en investigación de los momentos clave en los que esa violencia y esa dominación se cristalizan. Un gran texto único, una especie de historia imaginaria del poder en la Argentina desde el fusilamiento de Dorrego hasta la dictadura de Videla.

La crítica literaria no construye obras pero si una literatura. En la literatura argentina la sombra fecunda de Viñas es enorme. Nos legó su polémico "estar fuera de lugar" a lo Walsh, su agresividad verbal y su retórica como acción, a lo Sarmiento y, sobre todo, la convicción de que no se puede separar el cuerpo del texto.