Lo último del mayor escritor colombiano vivo

Un mundo familiar con luces y sombras narrado magistralmente
 
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NARRADOR. Fernando Vallejo, escritor antioqueño radicado en México.

Novela
¡LLEGARON!
FERNANDO VALLEJO
(Alfaguara – Buenos Aires)
Toda la obra de Fernando Vallejo se sostiene en el gesto autobiográfico, descree de toda escritura que no se haga en primera persona, tomando distancia de autores como García Márquez.

¡Llegaron! se vincula con el primer libro de la pentalogía El río del tiempo. Puede leerse en diálogo con obras como El desbarrancadero y Mi hermano el alcalde. Nos invita a un continuo ir y venir, desde el hoy solitario al tumultuoso ayer en Santa Anita, la mítica finca de los abuelos cerca de Medellín. El narrador es un viajero que en varios vuelos dialoga con distintos personajes, asumiendo el papel de traductor de Colombia, ante un interlocutor/ lector que se presenta por afuera de ese mundo.

La escena que abre la novela es memorable: la llegada del auto de la familia Vallejo Rendón. Desde el presente el autor promete: “Todo lo veo, con una nitidez que ustedes no me van a creer”. El mundo familiar de los abuelos presenta luces y sombras. Todos los personajes, incluso la madre -una figura denostada-, son mirados con ternura. En ese pasado las ciudades eran pueblos grandes y la gente se mareaba en autos que viajaban a baja velocidad. Allí caben las andanzas de los nietos, la existencia de brujas; las manías y crueldades del abuelo Leónidas; el cariño inmenso de abuela Raquel; la soledad ingenua de Elenita, la tía; el despiste de la madre que confunde el nombre de sus 20 hijos; la política del padre; Ovidio, el tío, “una enciclopedia viviente pues”.

Risas y lágrimas

Cuando irrumpen en la finca: “Éramos el tifón, el huracán, el tornado, y habíamos llegado a destruir. Lo que estaba bien lo dañábamos, lo que estaba mal lo empeorábamos y lo que estaba aquí lo poníamos allá”. Está lleno de vida y de muerte; de risas y lágrimas. Las historias abundan: la infructuosa búsqueda del tesoro; la propuesta de conocer el mar -”Los barcos de vapor, las mecedoras. Cartagena, un ensueño de piratas”-. Los chicos enfrentan pulgas, gatos, perros y vecinos; le hacen la vida imposible a vivos y muertos. Roban la caja de dientes del abuelo y la convierten parte del atuendo de “la Muerte dientona”, etc.

Sin embargo todo puede ser hermoso en la niñez, se solaza el narrador recordando: “Ahora estoy en Santa Anita respirando su aire fresco, divisando a pulmón el paisaje espléndido que se abre ante mis ojos infantiles”. En contraste lleva una Libreta de los muertos. Si por un lado “La vida es un raudo vuelo que va rumbo a ninguna parte”, por el otro “No hay espectáculo más hermoso que un globo haciendo estragos. Los fabricábamos por centenares, por millares: rojos, azules, blancos, amarillos, policromos...”

Fernando Vallejo nos entrega un libro gozoso donde la conciencia del paso del tiempo del adulto no quita brilla al mundo del niño.

© LA GACETA
Carmen Perilli