domingo, 27 de noviembre de 2011

Telar Nro. 7/8


ndice
Prólogo 5
Rossana Nofal

1. ESPACIO TEÓRICO
Miguel Dalmaroni. La obra y el resto (literatura y modos del archivo) 9

Analía Gerbaudo. Archivos de tela, celuloide y papel. Insistencias del arte y de una teoría en (des)construcción 31

2. ENTRE LA MEMORIA Y EL TESTIMONIO EN AMÉRICA LATINA
Rossana Nofal. Los personajes en la narrativa testimonial 51

Anna Forné. La autoficción testimonial: Oblivion de Edda Fabbri 63

Carmen Perilli. Todas las sangres. La narrativa peruana de posguerra 76

3. LECTURAS DEL PRESENTE: MODULACIONES POLÍTICAS DE LA MEMORIA
Emilio Crenzel. Una encuesta de opinión pública en Tucumán bajo la dictadura. Una aproximación indicial 92

Máximo Badaró. El Ejército Argentino y el lenguaje de la memoria 110

Silvina Merenson. Los peludos de la UTAA: imágenes, representaciones y relatos 128

4. FÁBULAS

Laura Rafaela García. Memoria de elefante para la violencia política 157

Victoria Daona. Ficciones de encierro (La escritura de Mauricio Rosencof) 168

5. LECTURAS DEL PASADO: SUBJETIVIDAD Y MEMORIAS

Victoria Cohen Imach. A la sombra de “los anchos aleros”. Las Hijas de la Caridad en “Una hora de coquetería...” de Juana Manuela Gorriti 186

Sofía García Nespereira. Memoria traumática y esquizofrenia en Eterna Memoria (1975) de Ramón Hernández 216

6. RESEÑAS

Sonia Mattalía. La ley y el crimen. Usos del relato policial en la narrativa argentina (1880-200). Gema D. Palazón Sáez. 238

Eduardo Rosenzvaig. Victoria Ocampo elige sombreros en París. Mariana Bonano. 243

Analía Gerbaudo y Adriana Falchini (eds.) Cantar junto al endurecido silencio. Escritos sobre Francisco Urondo. María José Daona. 246

Diario Perfil

DOMINGO
LA OPERACIÓN QUE SACÓ A LOS MENDIGOS DE TUCUMÁN
La foja secreta de Bussi

En el invierno de 1977, policías de Bussi barrieron a los mendigos de Tucumán. Los llevaron hasta Catamarca y los tiraron en un descampado. Lo que sucedió después estuvo oculto durante treinta años. Con eje en el juicio que el militar entabló contra Tomás Eloy Martínez –quien denunció el episodio–, este adelanto presenta el contrapunto entre dos figuras antagónicas: el verbo y el fusil, o el escritor y el tirano.

Por Pablo Calvo


En vivo y en directo. Hasta que viajó a Vietnam, en 1969, Bussi “estudiaba” las guerras por televisión, en el cine o en gráficos de pizarrón. Pero allí, vio a combatientes que se tiraban directo a la boca de los cañones.
Uno soñaba con volar en alfombras mágicas recortadas como estampillas. El otro prefería los tanques de guerra.
Uno escribía jingles de galletitas junto a María Elena Walsh. El otro se perfeccionaba en emboscadas.

Uno escuchaba a los Beatles, mientras preparaba su primera novela. El otro afilaba tácticas de combate para matar enemigos, cerca de los lanzallamas de Vietnam.

Uno reporteaba a astronautas rusos. El otro odiaba a los rusos.

Uno empuñó el verbo. El otro, el fusil.

Tomás Eloy Martínez y Antonio Domingo Bussi tuvieron vidas cruzadas, que siempre se hicieron sombra.

Hubo un comienzo desperfilado: Bussi nació en democracia, cuando gobernaba Marcelo T. de Alvear. Martínez, en la Década Infame, iniciada con un golpe de Estado.

Niñez y adolescencia fueron acomodando las cosas. Uno garabateaba cuentos para escapar de las penitencias y leía a Alejandro Dumas en la biblioteca que está a una cuadra de la Casa de Tucumán. El otro se definía como “un alumno del montón” del Colegio Militar, sin antecedentes castrenses en la familia, sin protectores ni amigos. Trataba a sus padres de “usted”.

El único tucumano era Martínez: Bussi era de Entre Ríos.

Uno estudió Letras en la Universidad Nacional de Tucumán. El otro se recibió en la Escuela Superior de Guerra y pasó por la Academia Militar de Estados Unidos, más conocida como West Point.

Los dos lograron notas destacadas. Excelente, sacaba uno. “500 sobre 500”, evaluaban al otro. Los dos eran hinchas de River. Los dos hicieron escala en Buenos Aires.

Bussi compartió una pensión con un policía, cuando decidió ser el primero con su apellido en optar por la carrera militar. Martínez también fue el primero en emigrar de su familia, que tenía raíces bicentenarias en Tucumán. De éxodos y destierros trata esta historia.

Uno leía la Biblia, se persignaba, iba a misa, comulgaba con introspección, aunque ni miraba a los mendigos de la iglesia. El otro –que a los 11 años escribió un cuento sobre un cura que quería dejar los hábitos, porque no se entendía con Dios– veía disminuir su fe.

El escritor se fue convirtiendo en un orfebre de las metá­foras, mientras el militar absorbía el catálogo de frases patrió­ticas y el tono imperativo de los códigos castrenses. Dos mun­dos construidos con palabras, que iban a desafiarse en una esgrima dialéctica de lances, amagues y estocadas.

Bussi nació el 17 de enero de 1926 en la ciudad entrerriana de Victoria, donde vivían su padre, Lorenzo Bussi, italia­no del Piamonte, y su madre, Luisa Gómez, española de Pontevedra.

Hizo hasta tercer año de secundaria en la Escuela Nacional de Comercio. Sacó 7,25 en Historia de primero, 9,50 en Geografía de segundo y 8,12 en Instrucción Cívica de tercero. Pero no se imaginaba perito mercantil. La contabilidad, incluso, iba a provocarle dolores de cabeza.

A los 17 años, “deslumbrado por el uso de las armas”, inició la carrera militar. Allí se abre un legajo que, a lo largo de casi cuatro décadas, acumulará enigmas, precisiones y datos desconocidos en 456 fojas estampadas con un sello en rojo que dice “Confidencial”.

Ese fajo de misterios, guardado en la caja fuerte de un juzgado federal desde que se reanudaron los juicios por delitos de lesa humanidad, tiene un renglón vacío. Es el número 34 del “Informe sobre Cargos Ocupados”, en el que debían constar los años 1975, cuando se inició el Operativo Independencia, y 1976, que marcó la llegada de los últimos dictadores.

Pedidos de acceso a la información, consultas a fuentes políticas, militares y judiciales y cotejos con el archivo perio­dístico y bibliográfico han permitido, por primera vez, recons­truir a fondo el contenido de esas páginas, que describen los caminos del general.

Un cruce de datos ayuda a revelar un secreto clave: Bussi fue evaluado por sus jefes como un soldado ejemplar a lo largo de los 37 años, 10 meses y 24 días en que prestó servicio, in­cluido el período de formación. Pero sus calificaciones, perfec­tas desde 1964 hasta el retiro, tuvieron un traspié en 1977, el año en que se produjo la erradicación de los mendigos.

El retrato de este hombre incluye su propia voz: “Me crié a la sombra de mi propio esfuerzo, sin padrinos ni cuñados, nadie me dio una mano”, recordó Bussi al diario La Prensa, orgulloso de sí mismo, lustrando su armadura.

En 1944, el cadete Bussi sacó la nota más alta en Higiene Militar, 8,50. Las materias ya no tenían las columnas del Debe y el Haber, sino que hablaban de balas, bajas, héroes y enemigos de la Patria. Un 7,87 en Historia y en Organización Militar lo animaron, al igual que un 7,25 en Táctica Formal.

El promedio del primer año en el Colegio Militar de la Nación fue de 7,04 y la nota de concepto le sonó auspiciosa: “Poseedor de muy buenas condiciones generales”, lo describió un instructor, “buen camarada y buen gimnasta”.

Obtuvo la orden de mérito 83 de un total de 318 alumnos. Ya iba a descontar posiciones.

Fue en el terreno de las Aptitudes Militares donde Bussi empezó a destacarse a partir de 1945, el año en que otro militar, Juan Domingo Perón, era aclamado por los trabajadores que lo adoptaron como líder.

Mientras las materias dictadas en las aulas eran premiadas con sietes y ochos, Bussi sacaba 9,50 en Aptitudes Morales de Carácter y de Espíritu Militar, 9,44 en Conducta y 9,75 en Aptitudes Intelectuales y de Instrucción. El concepto: “Ejecutor correcto y muy enérgico. Trabajó con voluntad y entusiasmo. Sobresaliente”.

En tercero, Bussi afinó la puntería: 9,50 en Balística, aunque sacó 5,87 en Retórica. Con el tiempo, sin embargo, su vocabu­lario iba a ser rico en alegorías, sinécdoques y eufemismos. Las Aptitudes subieron a 9,76 y el concepto se mantuvo en banda positiva: “Siempre en ascenso. Trabajador incansable y de gran entusiasmo. Respetuoso y leal”, lo caracterizaron. Y de cadete pasó a dragoneante, un soldado que hace las veces de cabo.

En cuarto año, Bussi aprobó con 8,50 la materia Procedimiento de Justicia Militar y terminó su formación con la orden de mérito número 15, entre 233 aspirantes.

“Enérgico, de mucho carácter, firmeza y gran programación en todas las actividades”, lo conceptuaron en julio de 1947, cuando egresó como subteniente de Infantería, treinta años antes del empecinamiento contra los linyeras.

Se destacó en natación, esgrima, equitación y “football”, como quedó anotado en el legajo.os arrestos y apercibimientos fueron por “agredir a un camarada”, “demostrar falta de atención y de prolijidad en la confección del plan semanal” y “no cumplir la orden de entre­gar un memorándum en un plazo fijado”, faltas consideradas menores.

Bussi fue recorriendo cuarteles a medida que sus galones crecían en importancia. Estuvo en Goya y en Monte Caseros durante el primer peronismo. Según sus jefes, estaba “dotado de mucha energía y personalidad”, sobre todo a la hora de mantener “la disciplina del personal”. El conocimiento alcan­zado en Carabinas fue “Muy Bueno” y la práctica de Tiro con Granadas de Mano, “Excelente”, al igual que la Instrucción de Ametralladora Pesada a Lomo y a Tierra.

En 1949, lo vieron “empeñoso” en el cuidado de los caballos y le pusieron “Sobresaliente” en Combate. Esa nota equivalía a un 10; “Excelente” se ubicaba entre 9 y 9,99; “Distinguido” entre 8 y 8,99; y “Muy Bueno” entre 7 y 7,99. Fue la primera vez que lo midieron en el Combate Cuerpo a Cuerpo. No alcanzó la perfección: sacó “Distinguido”.

Los arrestos y apercibimientos en esta etapa fueron de cin­co días por “desarmarse en el comedor del Casino de Oficiales estando de servicio”; de ocho días por “tomarse atribuciones que no le corresponden, al ordenar la interrupción de un castigo impuesto a un suboficial por la jefatura de la unidad”; y de tres días por “participar de un concurso de equitación donde había una irregularidad en el sorteo de los caballos”.

En 1951, ya teniente, fue designado instructor en el Liceo General San Martín y en el Colegio Militar.

La evaluación de 1952 detectó que estaba dispuesto a ir más allá de lo que le pedían: “Con gran respeto de sí mismo. Cumple las misiones con gran escrupulosidad, celo y empeño haciendo siempre mucho más de lo preciso en el cumplimien­to de su deber. El personal a su cargo ha alcanzado sobresalien­te grado de instrucción”.

Por sus modos, rigor y disciplina extrema, sus colegas más críticos –en el futuro, miembros del Centro de Militares por la Democracia (Cemida)– lo empezaron a llamar el “Carnicero”.

Pero a sus superiores les gustaba esa actitud de milico bravo. “Es un soldado sobresaliente –consignaron en 1953–. Firme y enérgico. Estricto en sus deberes. Posee independencia de juicio y criterio ágil y reflexivo. Sencillo, modesto, de exce­lente porvenir”.

Al año siguiente, el capitán Bussi llegó a la Escuela Superior de Guerra y seguía allí cuando se produjeron el derrocamien­to de Perón y la llegada de la “Revolución Libertadora”.

En junio de 1956 –días después de los fusilamientos de militares encabezados por el general peronista Juan José Valle y de civiles llevados clandestinamente a los basurales de José León Suárez–, Bussi continuaba sumando adjetivos: “Es discreto, educado, noble, leal, caballeroso, perspicaz y pacien­te, respetuoso y de alta moral. Es un apreciado camarada”, escribieron el 18 de junio en su boletín.

Bussi egresó como oficial de Estado Mayor en 1957, vein­te años antes de que se accionara la pala mecánica contra an­cianos y desocupados.

Viajó a un destacamento de montaña en la Cordillera de los Andes, en la provincia de Mendoza; aprendió a esquiar en Las Cuevas y practicó juegos de guerra en la nieve.

Su foja anotó responsabilidades como jefe de Doctrina Logística del Estado Mayor, ya como mayor, y como profesor de Logística en la Escuela Superior de Guerra.

En 1963, el año en que mataron al presidente norteame­ricano John Fitzgerald Kennedy, Bussi asistió al curso regular del Command and General Staff College en Fort Leavenworth, Kansas, Estados Unidos, donde recibía un sobresueldo que duplicaba su salario argentino.

De regreso, ascendió a teniente coronel, pero tuvo que poner a un costado el fusil para acomodar papeles en la Jefatura de Personal y en la Secretaría del Estado Mayor del Ejército.

Asumió luego como jefe del Regimiento 19 de Infantería y su carrera en borceguíes anota allí un asterisco: fue su primer destino en la provincia de Tucumán y esos años, de 1965 a 1967, se convirtieron en “los más felices” de su vida, según su propia revisión.

Bussi entraba en los 40 años, disfrutaba de sus primeros tres hijos, exhibía buenas notas, recibía elogios de sus superio­res y en su horizonte no había barreras, podía llegar hasta donde quisiera.

La felicidad de entonces tenía más motivos: su nombre no figuraba en los golpes de Estado, no tenía condenas judiciales, no se había manchado las manos con sangre, nadie lo había acusado de disparar a personas maniatadas al borde de un pozo o de ultimar a detenidos a garrotazos. No había probado el veneno de la ferocidad.

Hasta que fue a Vietnam, Bussi veía las guerras por televi­sión, en documentales de cine o en gráficos de pizarrón. Pero en 1969, cuando integró la segunda misión de observadores argentinos de la guerra, el militar empezó a ver a combatientes que se tiraban en palomita a la boca de los cañones norteamericanos, con cargas de trotyl en el pecho.

Mientras el mundo se horrorizaba y una niña desnuda corría desolada para huir del napalm que quemaba su aldea, Bussi estudiaba métodos de exterminio. También allí cobró viáticos especiales, por dos meses, en dólares.

Las colinas montuosas del sur, que permitían al Vietcong controlar poblados y reclutar a sus habitantes, lo remontaban al paisaje de las sierras del Aconquija, que separan Catamarca de Tucumán. Silueta parecida, comunistas enfrente, aprendizaje ideal entonces, por si algún día le hacía falta aplicar estas recetas.

En Buenos Aires, el comandante en jefe del Ejército, te­niente general Alejandro Agustín Lanusse, recibía una carta del almirante Pedro Gnavi que destacaba la actuación del teniente coronel Bussi en Vietnam, inédita durante 41 años, hasta esta investigación.

Ya no se trataba de un boletín escolar. Tampoco de la foja de un simple cadete. Ahora era evaluado como posible planificador de una guerra. La carta decía de Bussi: “Se ha desempeñado en forma sobresaliente, demostrando distinguidas cualidades personales y profesionales durante el desarrollo de la comisión en el sudeste asiático y en la posterior confección del informe, en particular, en el análisis de los elementos de juicio correspon­dientes al teatro de operaciones vietnamita, a la guerra terres­tre y a los conceptos de conducción de ese componente en la guerra subversiva”.

El 1º de junio de 1969, mientras las bajas norteamericanas se contaban de a miles y Bussi frotaba las uñas en la solapa, John Lennon estrenó la canción Give Peace a Chance. El coro, que rodeaba su cama, pedía darle una oportunidad a la paz.

La Gaceta Literaria


TOMÁS ELOY MARTÍNEZ

La Argentina según el periodista de Tucumán

Domingo 27 de Noviembre de 2011 | Una selección de artículos publicados en la prensa por el gran escritor tucumano da cuenta de la notable vigencia de su pensamiento. Diego Jemio.

A casi dos años de la muerte de Tomás Eloy Martínez, su figura y su obra permanecen vigentes. Ahí están las reediciones de sus libros, la venta sostenida de clásicos como Santa Evita y La novela de Perón, y la reciente apertura en Buenos Aires de la fundación que lleva su nombre. Es en una vieja casona en el barrio de Boedo, con una biblioteca envidiable del tucumano; allí se dictan talleres y ofrecen charlas sobre periodismo y literatura.
Argentina y otras crónicas pone en valor, nuevamente, el talento de Tomás Eloy Martínez como articulista. Muchos de esos textos aparecieron en los libros El sueño argentino y Réquiem para un país perdido. En esta edición, se suman el discurso de apertura de la Feria del Libro de 2006 y artículos publicados en los diarios La Nación (Argentina), El País (España), El Nacional (Venezuela) y The New York Times (Estados Unidos).
Una vez más, aparece en los textos -publicados entre 1986 y 2009- una de las grandes obsesiones del escritor: el destino y el sentido de la Argentina como país. "¿Dónde está la Argentina? ¿En qué confín del mundo, centro del atlas, techo del universo? ¿La Argentina es una potencia o una impotencia, un destino o un desatino, el cuello del tercer mundo o el rabo del primero?", se pregunta en uno de los artículos. Y luego agrega: "Ya en vísperas de la Revolución de 1810 nos obsesionaba la grandeza. Lo que ahora nos obsesiona es el miedo a precipitarnos en la pequeñez".
Luego de la crisis argentina de fines de 2001 y principios de 2002, salieron decenas de libros y artículos en los que periodistas, políticos y pensadores se preguntaban sobre el destino de la Argentina como país. A diferencia de muchos de aquellos, Tomás Eloy hizo esos cuestionamientos con gran lucidez y desde el fango. Y muy lejos de la comodidad de una redacción o de un escritorio.
Allí está, en las crónicas, el periodista entrevistando a una familia de indigentes que viven en los márgenes del Río Salí -el destino de su Tucumán es otra de las obsesiones- o a un economista en el coqueto Barrio Parque de Buenos Aires. Allí está el periodista alquilando un auto y saliendo a recorrer los lugares para encontrar respuestas.

Lección de periodismo
Para aquellos que abrigamos el oficio de periodista, Argentina y otras crónicas también es una lección de tenacidad, de dignidad y de toma de conciencia sobre el rol de la prensa en la cohesión social. La crónica Trelew, el relato nacional es el mejor resumen de ese compromiso. Luego de la masacre de agosto de 1972 por parte de la dictadura de Lanusse, el periodista escribió un artículo en la revista Panorama en el que decía: "Cuando un Estado elige el lenguaje del terror, destruye todo lo que le da fundamento e impregna de incertidumbre la vida de los ciudadanos". El entonces capitán de navío Emilio Eduardo Massera llamó al dueño de la empresa para exigirle que lo despidiera.
Ya desempleado por orden de la dictadura, Martínez decidió viajar a esa ciudad patagónica para "intentar desentrañar la verdad de los hechos". El resultado es hoy conocido por todos: la investigación y publicación de La pasión según Trelew, un libro clave en la investigación judicial de la matanza de los guerrilleros, además de ser una herramienta indispensable para aquellos que pretendan hacer periodismo de calidad en la Argentina.
El libro se completa con un lúcido recorrido por los conflictos de los países de América Latina y un ensayo sobre la Argentina del bicentenario. "El periodismo debería releerse a sí mismo. Muchos de los intereses y principios que defiende y predica hoy son inversos a los que defendía ayer", escribe en una de sus últimas crónicas, publicada hace dos años. Luego de leerla, es imposible no pensar en la vigencia de esa sentencia. Y en la siempre lúcida mirada del autor. © LA GACETA

jueves, 24 de noviembre de 2011

Página 12 Murió Bussi

Murió Antonio Domingo Bussi
El mismo día del inicio de un nuevo juicio oral en Tucumán, el amo, señor y fusilador número uno de esa provincia durante la última dictadura militar -declarado insano y apartado de la causa- murió, a los 85 años, por una insuficiencia cardíaca. En 1987, el Punto final de Raúl Alfonsín le garantizó impunidad. Comenzó entonces una extensa carrera política, siempre con epicentro en una provincia abrumada por la miseria.
Antonio Domingo Bussi había nacido en Entre Ríos el 17 de enero de 1926. Su vida pública comenzó en diciembre de 1975, cuando reemplazó al frente del Operativo Independencia a Acdel Vilas, ootro general insano pero sobre todo impune que pasa sus días en un departamento de Palermo. Antes de irse, Vilas anunció que la guerrilla tucumana había sido derrotada. A Bussi le tocó “rematar a la subversión”, explicó alguna vez.
El 24 de marzo de 1976 se convirtió en interventor federal y jefe militar de Tucumán, concentración de poder que no ostentó ningún otro gobernador de facto. Siempre desbordante de pistolas y granadas para infundir sumisión, extendió al infinito el concepto de “subversivo”, que no excluyó ni a los mendigos: la noche helada del 16 de julio de 1977 ordenó levantarlos de las calles y tirarlos en un desierto de Catamarca. En 2006 perdió un juicio contra el escritor Tomás Eloy Martínez, quien al recordar la historia lo calificó de “tirano” y “feroz exterminador de disidentes”.

Según la Comisión Bicameral Investigadora, el 70 por ciento de los 507 secuestros registrados en Tucumán se produjo durante los dos años de su gobierno. Sólo una de cada cinco víctimas tenía militancia política o gremial conocida. “Nueve de cada diez fueron secuestrados en sus domicilios, lugares de trabajo o en la vía pública por personas armadas que actuaban con una superioridad numérica de 15, aproximadamente, contra 1”, apuntó la Comisión.

Tras explayarse sobre torturas, uñas arrancadas con tenazas y hombres enterrados hasta el cuello, el exgendarme Omar Torres relató dos fusilamientos de los cuales fue testigo: “El general Bussi se apersonaba y daba la orden con un disparo ejecutando a la persona". Sus subordinados remataban al resto, que caían a un pozo. Luego “se echaba leña, aceite y gomas de automóviles”. Obligaban a los detenidos a rezar el Padrenuestro y el Ave María: “Los exhortaban a dar gracias a Dios por haber vivido un día más”. Los jefes de los campos se ufanaban de haber aprendido a torturar en Vietnam, donde Bussi fue como observador invitado por el ejército norteamericano.

En el 87 lo salvó el Punto final, pero también la justicia tucumana. La Corte Suprema reprendió con dureza a la Cámara Federal provincial, que no lo procesó pese a la abundancia de pruebas en su contra. Un año después, en 1988, fundó Fuerza Republicana, partido que lo llevó a la gobernación y al Congreso Nacional. El voto le permitió ganar ocho elecciones. En 1993 asumió como diputado nacional y dos años después como gobernador. En 1998, una Comisión Especial Investigadora reveló sus propiedades y depósitos bancarios. Poco después se conocieron sus cuentas secretas, millonarias, en bancos de Suiza y Luxemburgo. “Imperfecciones propias de mi naturaleza humana”, había justificado.

En 1999 volvió a ser electo diputado. La APDH lo impugnó por sus crímenes y por haber ocultado sus cuentas en 1993. La Cámara le impidió el ingreso al Congreso. El año pasado la Corte Suprema falló que debió respetarse el voto popular, pero el mandato había concluido. El Tribunal de Honor del Ejército, que nunca le cuestionó secuestrar o torturar, lo sancionó por mentir. En 2003 fue electo intendente de San Miguel de Tucumán por una diferencia de 17 votos, pero su detención le impidió asumir. El juez federal Jorge Parache le concedió arresto domiciliario en su casa de Pilar, que violó según denunció la Secretaría de Derechos Humanos provincial.

La Comisión Bicameral Investigadora formada en 1984 compiló una nómina de 507 secuestros durante la guerra sucia en Tucumán: 387 personas detenidas desaparecidas, otras 96 que luego recuperaron su libertad y 24 cuyos cadáveres fueron recuperados. El 68 por ciento de los 507 secuestros se produjeron en 1976 y 1977, mientras Bussi fue interventor federal y jefe militar de la provincia.

La expulsión de los mendigos, investigada 34 años después 27/07/11

PorPABLO CALVO
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PACHECO. ERA EL “MENDIGO SABIO”. FUE UNA DE LAS 25 VICTIMAS DE BUSSI.
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Las fotos que reconstruyeron la expulsión de los mendigos de Tucumán.
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Justicia, Expulsión de los mendigos, Tucumán, Antonio Bussi
Pasaron 34 inviernos desde la redada. Policías de Tucumán cazaron mendigos durante tres días, los encerraron en la comisaría 11 y los metieron en un camión que los llevó hasta el límite con Catamarca, donde los tiraron.
Fue una historia mínima, pero emblemática de lo que fue la brutalidad de la dictadura.
El destierro de 25 vagabundos se produjo el 14 de julio de 1977 y fue otro crimen sin castigo de los militares. La novedad es que ahora comenzará a ser investigado por la justicia federal.
La Unidad de Coordinación y Seguimiento de las Causas por Violaciones a los Derechos Humanos inició la tarea de mandar oficios a testigos y medios de comunicación, con la idea de encarar una reconstrucción histórica del caso, producido cuando el general Antonio Domingo Bussi era el mandamás de la provincia.
El disparador de esta causa, indicaron fuentes judiciales, fue la aparición del libro “Los mendigos y el tirano” , que revela la foja secreta de Bussi y los pasajes inéditos del juicio que el militar le entabló al escritor tucumano Tomás Eloy Martínez, un verdadero custodio de la memoria de los linyeras.
A lo largo de su obra literaria y periodística, Martínez buscó que el caso no cayera en el olvido y lo vistió de metáforas en sus novelas La mano del amo , Santa Evita y Purgatorio .
También lo abordó en artículos que escribió para Página/12 y La Nación, en uno de los cuales señaló a Bussi por la barrida de los mendigos y lo llamó “feroz exterminador de disidentes”, “maniático de la limpieza” y “tiranuelo de Tucumán”.
Ofendido, Bussi reclamó 100 mil pesos por su “honor” afectado y exigió que no lo llamaran más “tirano”.
Además, por primera vez, el todopoderoso gobernador de facto y jefe del Operativo Independencia admitió que la expulsión de gente pobre fue “una aberración, aunque no un delito” .
Bussi perdió ese juicio por su “honor” contra el biógrafo de Perón. “Y nunca pagó las costas del juicio”, pese a que llegó a tener más de 120 mil dólares en Suiza, reveló el abogado Ricardo Monner Sans, quien defendió con éxito a Tomás Eloy Martínez.
El general fue condenado a perpetua por la desaparición de un senador tucumano y perdió su grado militar, entre otros juicios que afronta actualmente.
El jueves pasado se cumplieron 34 años de la partida del camión con los mendigos por la ruta 38. Se sabe ahora que 24 fueron rescatados por los catamarqueños, pero uno, quizás granadero de la Casa Rosada durante el primer peronismo, apareció rígido en un quebrachal.
Tomás Eloy Martínez ambientó su última novela en parajes inhóspitos de Catamarca. Los protagonistas, perseguidos por la dictadura, se toparon con un grupo de mendigos que escapaban de la muerte y el olvido.
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martes, 22 de noviembre de 2011

Balada de Marcelo Cohen

Dos personajes bizarros que se debaten entre el amor y la aventura

La Gaceta Literaria, La Gaceta de Tucumán-
Domingo 20 de Noviembre de 2011 | La última creación de un escritor argentino influenciado por Faulkner, que construye alegorías y un mundo deslumbrante. Carmen Perilli

La palabra balada remite a canción, a poema, y también a gemido, suspiro y anhelo. En el fascinante paisaje del Delta Panorámico de esta novela de Marcelo Cohen, dos bizarros personajes protagonizan una historia de aventuras y de amor. Lerena Dost, una bella y fría ejecutiva, y Suano Botilecue, su ex analista y enamorado. La narración corre por cuenta de un nosotros difuso que parece referirse a los habitantes de los alrededores de la fonda Deluxin donde trabaja el terapeuta, lugar en el que comienza y termina la narración.
La mujer lanza el desafío al buscar la compañía del psicólogo, expulsado por su culpa de su profesión y reducido a vivir en los márgenes. A pesar de la renuencia, este acepta el llamado y ambos inician la búsqueda de una mítica mujer, una ex cantante y líder.
Dona Munava ha construido una comunidad aislada y perfecta en Cordilen, formada por "los humanos tiernos de la vida de abajo" a los que Munava debe la vida. Situada en la región central de la isla Asunde, Dona defiende los límites de ese mundo propio rodeada de sus acólitos, los Atinados. Lerena debe agradecerle la fortuna de haber ganado la lotería, gracias a un número que la mitológica mujer deslizó en un ascensor. Como en una road movie, la pareja atraviesa montes, llanuras y ríos, bellamente descriptos, sorteando todo tipo de pruebas que dilatan su encuentro con la matriarca. En el largo viaje, las vidas de Lerena y Boti cambian para siempre.

Otra materialidad
Marcelo Cohen, indudablemente marcado por William Faulkner, construye un mundo deslumbrante y autónomo en una prosa que usa neologismos que no amenazan la inteligibilidad aunque obligan al lector a detenerse en el lenguaje.
La novela es una alegoría, por más alejada que se encuentre de toda referencia, y en ella se ve un futuro por momentos abrumador. Las primeras palabras contienen el núcleo de la fábula: "Esta es una historia de deseo y sacrificio". En ese mundo alucinante lleno de elementos del pasado, casi reliquias, la canción de Munava "es una mascarada y un sacramento". Todos viven en los agapitios, viviendas colectivas ubicadas en ex templos, prostíbulos y talleres industriales donde las personas que trabajan todo el día establecen lazos múltiples.
El enfrentamiento de voluntades de Lerena con Dona no lleva a ninguna parte, sólo al mayor conocimiento de sí misma y a desnudar la fragilidad que ocultaba. Como en el clásico periplo, los héroes ya no serán los mismos, la aceptación de las pruebas los ha transformado.
El autor ha declarado: "Las literaturas inmateriales van a prosperar simplemente por la inquietud de la renovación". Es curioso el hecho de que la literatura de Cohen produce otra materialidad, que secreta su propia historia y su propio mapa. © LA GACETA

jueves, 17 de noviembre de 2011

las zapatillas indeseables

El cuento es terrible, se castiga la opción de la danza y el placer. El modelo del sacrificio y de la mujer que debe vestirse para ser exhibida ordenadamente o, en la película, optar entre el amor y la danza ¡ realmente¡

El cuento Las zapatillas rojas.

Hace mucho, mucho tiempo, vivía una hermosa niña que se llamaba Karen. Su familia era muy pobre, así que no podía comprarle aquello que ella deseaba por encima de todas las cosas: unas zapatillas de baile de color rojo. Porque lo que más le gustaba a Karen era bailar, cosa que hacía continuamente. A menudo se imaginaba a sí misma como una estrella del baile, recibiendo felicitaciones y admiración de todo el mundo.

Al morir su madre, una atesorada señora acogió a la niña y la cuidó como si fuera hija suya. Cuando llegó el momento de su puesta de largo, la llamó a su presencia:
- Ve y cómprate calzado adecuado para la ocasión - Le dijo su benefactora alargándole el dinero. Pero Karen, desobedeciendo, y aprovechando que la vieja dama no veía muy bien, encargó a la zapatera un par de zapatos rojos de baile.

El día de la celebración, todo el mundo miraba los zapatos rojos de Karen. Incluso alguien hizo notar a la anciana mujer que no estaba bien visto que una muchachita empleara ese tono en el calzado. La mujer, enfadada con Karen por haber desobedecido, la reprendió allí mismo:
- Eso es coquetería y vanidad, Karen, y ninguna de esas cualidades te ayudará nunca.
Sin embargo, la niña aprovechaba cualquier ocasión para lucirlos.

La pobre señora murió al poco tiempo y se organizó el funeral. Como había sido una persona muy buena, llegó gente de todas partes para celebrar el funeral. Cuando Karen se vestía para acudir, vio los zapatos rojos con su charol brillando en la oscuridad. Sabía que no debía hacerlo, pero, sin pensárselo dos veces, cogió las zapatillas encantadas y metió dentro sus piececitos:
-¡Estaré mucho más elegante delante de todo el mundo!- se dijo.

Al entrar en la iglesia, un viejo horrible y barbudo se dirigió a ella:
-¡Qué bonitos zapatos rojos de baile! ¿Quieres que te los limpie?- le dijo. Karen pensó que así los zapatos brillarían más y no hizo caso de lo que la señora siempre le había recomendado sobre el recato en el vestir. El hombre miró fijamente las zapatillas, y con un susurro y un golpe en las suelas les ordenó:
-¡Ajustaos bien cuando bailéis!

Al salir de la iglesia, ¡Cuál sería la sorpresa de Karen al sentir un cosquilleo en los pies! Las zapatillas rojas se pusieron a bailar como poseídas por su propia música. Las gentes del pueblo, extrañadas, vieron como Karen se alejaba bailando por las plazas, los prados y los pastos. Por más que lo intentara, no había forma de soltarse los zapatos: estaban soldados a sus pies, ¡y ya no había manera de saber qué era pie y qué era zapato!

Pasaron los días y Karen seguía bailando y bailando. ¡Estaba tan cansada...! y nunca se había sentido tan sola y triste. Lloraba y lloraba mientras bailaba, pensando en lo tonta y vanidosa que había sido, en lo ingrata que era su actitud hacia la buena señora y la gente del pueblo que la había ayudado tanto.
- ¡No puedo más!- gimió desesperada -¡Tengo que quitarme estos zapatos aunque para ello sea necesario que me corten los pies!-

Karen se dirigió bailando hacia un pueblo cercano donde vivía un verdugo muy famoso por su pericia con el hacha. Cuando llegó, sin dejar de bailar y con lágrimas en los ojos gritó desde la puerta:
-¡Sal! ¡Sal! No puedo entrar porque estoy bailando.
-¿Es que no sabes quién soy? ¡Yo corto cabezas!, y ahora siento cómo mi hacha se estremece.- dijo el verdugo.

-¡No me cortes la cabeza -dijo Karen-, porque entonces no podré arrepentirme de mi vanidad! Pero por favor, córtame los pies con los zapatos rojos para que pueda dejar de bailar. Pero cuando la puerta se abrió, la sorpresa de Karen fue mayúscula. El terrible verdugo no era otro que el mendigo limpiabotas que había encantado sus zapatillas rojas.

-¡Qué bonitos zapatos rojos de baile!- exclamó -¡Seguro que se ajustan muy bien al bailar!- dijo guiñando un ojo a la pobre Karen
-Déjame verlos más de cerca...-.
Pero nada más tocar el mendigo los zapatos con sus dedos esqueléticos, las zapatillas rojas se detuvieron y Karen dejó de bailar. Aprendió la lección, las guardó en una urna de cristal y no pasó un solo día en el que no agradeciera que ya no tuviera que seguir bailando dentro de sus zapatillas rojas.

Las zapatillas rojas

Acabo de ver la película, conservo intacta la narración de mi madre.¿ Cómo hacia para que queden grabadas en mi memoria tantas narraciones ?

Las zapatillas rojas



TÍTULO ORIGINAL The Red Shoes
AÑO 1948
DURACIÓN Sugerir trailer/vídeo 133 min.
PAÍS Sección visual
DIRECTOR Michael Powell, Emeric Pressburger
GUIÓN Michael Powell, Emeric Pressburger
MÚSICA Brian Easdale
FOTOGRAFÍA Jack Cardiff
REPARTO Anton Walbrook, Moira Shearer, Marius Goring, Leonid Massine, Albert Basserman, Robert Helpmann, Esmond Knight, Frederick Ashton, Ludmilla Tcherina
PRODUCTORA Independent Producers
PREMIOS 1948: 2 Oscars: Mejor dirección artística color, bso (drama o comedia). 5 nominaciones
GÉNERO Drama. Romance. Musical | Ballet. Melodrama
SINOPSIS Drama ambientado en el mundo del ballet que trata sobre los sacrificios realizados para alcanzar el éxito profesional. Un empresario obliga a una bailarina a anteponer su carrera al amor. (FILMAFFINITY)

martes, 15 de noviembre de 2011

El maestro de Petersburgo

http://www.sinpretextos.com/literatura/item/96-el-maestro-de-petersburgo
Al parecer, aquel hecho sólo fue el suicidio de un mancebo atormentado por su vida tediosa y por la muerte temprana de sus padres. No obstante, es Fiodor Mijailovich Dostoievski, padrastro del difunto, quien, luego de su largo exilio en Siberia, regresa a Rusia para rememorar el amor de padre, pletórico en la modesta habitación donde residía el joven, y quien va enterándose poco a poco de las verdaderas causas del siniestro que le arrebatara a su hijastro.

Todo sucede en octubre de 1869, según nos dice Coetzee. Fiodor Mijailovich Dostoievski, ya es un escritor respetado en gran parte de Europa. Después de su temporada en el extranjero, de sus abusos con el juego, de sus amores con la joven Polina, y de éxitos editoriales como "Pobres gentes" o "Crimen y castigo", es notificado de la muerte de su protegido. En vista de que su nombre en Rusia es sinónimo de revolución, viaja con el pasaporte de quien fuera el verdadero padre de Pavel, el señor Isaev. Empero, su mentira no durará mucho, porque el caos de su cabeza le obligará a confesar su identidad con el oficial de policía, Maximov.

Durante sus días de estancia en San Petersburgo, Fiodor Mijailovich es un hombre al borde la locura, a quien las reminiscencias lo consumen con el paso de los vientos helados de la ciudad, y con sus intermitentes ataques de epilepsia. Sin embargo, los visos de una calma, a veces esquiva, los encuentra en Anna Sergeyevna, quien fuera la casera del joven Pavel.

En otra parte, y luego de algunos encuentros inesperados con jóvenes rusos, ardientes de imponer nuevos movimientos sociales, las causas de la muerte de Pavel Alexandrovich van tomando un curso imprevisto. Inmerso en la violencia revolucionaria y las conspiraciones de la época, Fiodor Mijailovich Dostoievski, retoma, de cierto modo, sus concepciones antaño de libertad y descubre confusamente el cómo y el porqué de la muerte de su hijastro.

De este modo,"El maestro de Petersburgo", es un retrato de la sociedad rusa en los días en que el gran novelista de todos los tiempos dejaba sus huellas en la nieve. El devaneo de los pensamientos del Dostoievski siempre trastornado y crítico, se hace presente en algunas de las mejores páginas que nos regala Coetzee , haciendo de la historia una descripción casi precisa de la psicología del protagonista. No obstante, para quienes disfrutan de la literatura de Dostoievski, podría parecer extraña la voz del personaje en algunos de los diálogos, como si quien hablara no fuera precisamente él.

En suma, J.M. Coetzee, a través de esta novela, nos permite corregir algunas de las impresiones que tenemos acerca de Dostoievski, gracias a los relatos de comportamientos amorosos y las constantes contradicciones del personaje, por medio de una prosa sencilla y originales figuras literarias.

Opinión a favor: En cada página se huelen rasgos de misterio, así como algunas referencias históricas de Dostoievski.
Opinión en contra: En ocasiones es la propia cabeza de Dostoievski la que nos puede sacar del relato.
Título: "El maestro de Petersburgo"
Autor: J.M. Coetzee. (Premio Nobel de Literatura, 2003)
Editorial: Debolsillo
Primera edición: 1994
De esta edición: 2009

Mi comentario: Empecé el texto varias veces y luego me fasciné, de a poco entrando en ese padre que es Dostoievski, me conmoviò hondamente.

El árbol de la vida

La película me desconcertó, le sobra una hora. Al principio demasiado Discovery Channel. No queda claro el lugar del narrador. El espectador se desconcierta y, aunque el planteo existencial, proveniente del libro de Job es impactante, falta una mayor encarnación en los personajes.

El árbol de la vida

El árbol de la vida
TÍTULO ORIGINAL The Tree of Life
AÑO Ver trailer externo 2011
DURACIÓN Trailers/Vídeos 138 min.
PAÍS Sección visual
DIRECTOR Terrence Malick
GUIÓN Terrence Malick
MÚSICA Alexandre Desplat
FOTOGRAFÍA Emmanuel Lubezki
REPARTO Brad Pitt, Jessica Chastain, Hunter McCracken, Sean Penn, Laramie Eppler, Tye Sheridan, Fiona Shaw, Crystal Mantecon, Pell James, Joanna Going, Kari Matchett, Michael Showers
PRODUCTORA Fox Searchlight Pictures / Riverroad Entertainment
WEB OFICIAL http://www.twowaysthroughlife.com/
PREMIOS 2011: Festival de Cannes: Palma de Oro - Mejor película
2011: Premios Gotham: Nominada a Mejor película
GÉNERO Drama | Familia. Infancia. Años 50
SINOPSIS Jack (Hunter McCracken) es un niño que vive con sus hermanos y sus padres en la norteamérica de los años cincuenta. Mientras que su madre (Jessica Chastain) encarna el amor y la ternura en el seno familiar, su padre (Brad Pitt) representa la severidad, pues se cree obligado a enseñarle a enfrentarse a un mundo hostil. Así, este viaje que comienza con la pérdida de la inocencia llegará hasta nuestros días, con Jack ya adulto (Sean Penn) recordando ciertos momentos trascendentes de su infancia, y la influencia de éstos en lo que él es ahora, y en lo que representa en su vida espiritual el recuerdo de su familia. (FILMAFFINITY)
CRÍTICAS ----------------------------------------
"Incluso para los estándares de Malick, 'The Tree of Life' representa algo extraordinario. (...) su trabajo más simple y más desafiante, (...) El resultado es arte en el cine en su grado más puro." (Justin Chang: Variety)
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"Una película única (...) una bella creación que reflexiona sobre lo imponderable, hace preguntas que la religion y los hombres se han planteado desde hace milenios, y que provoca una expansiva reflexión filosófica junto a una intensa introspección personal." (Todd McCarthy: Variety)
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"Visiones prehistóricas y cósmicas aparte, el film de Terrence Malick es una reflexión épica y sin modestia sobre el amor y la pérdida. (...) Puntuación: ***** (sobre 5)" (Peter Bradshaw: Guardian)
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"Con una sinceridad desarmante y una sofisticación formal sobrecogedora, 'The Tree of Life' reflexiona sobre las preguntas más duras y persistentes, de la clase que dejan a los adultos sin respuestas cuando los niños preguntan por ellas" (A. O. Scott: The New York Times)
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"Es simplemente algo que no puedes ver en otro lado: profunda, idiosincrática, sincera y mágica; la confirmación de que el cine puede aspirar a arte. (...) Puntuación: ***** (sobre 5)" (Ian Nathan: Empire)
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"[Malick es] un meticuloso visionario que sabe dónde poner una cámara, pero que no tiene la menor pista de cómo contar una historia con sencillez y coherencia" (Rex Reed: The New York Observer)
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"Terrence Malick, poética en la pantalla. (...) posee la cadencia, la magia y la complejidad de los mejores poemas" (Carlos Boyero: Diario El País)
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"Se deshace el poético azucarillo de Terrence Malick. (...) una monumental obra cuya mitad, más o menos, son visiones espaciales, aéreas (...) momentos de sublime sensibilidad y de máxima belleza" (E. Rodríguez Marchante: Diario ABC)
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"La sensación de reencuentro con el Malick que entusiasma se pierde pronto. ¿Obra maestra o gran fraude? Probablemente, las dos cosas." (Luis Martínez: Diario El Mundo)
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"La película roza el ridículo en ciertos momentos, mientras en otros, sobre todo en la microhistoria emocional de una familia, es conmovedora. Pero el castillo Malickiano tristemente no se sostiene" (Sara Brito: Diario Público)
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"Inspirador, casi inabordable, complejísimo, hermoso, trascendental poema en imágenes (...) una obra que queda para la historia del cine desde ya" (Javier Ocaña: Diario El País)
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"Una experiencia intensa e inolvidable para lo bueno y para lo malo (...) Es tan admirable la estulticia de su segmento cósmico (...) como la conmovedora brillantez de su núcleo dramático" (Sergi Sánchez: Diario La Razón)
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Pasará mucho tiempo y se seguirá hablando de cómo en una era dominada por el cine pop-comercial (con notables excepciones, sin duda) Malick volvió a desmarcarse entregando otra sinfonía. Pero no de cine clásico, sino del suyo particular, del extraordinario, pues el norteamericano es el único director del mundo que coloca la cámara en el lugar donde reposa la belleza y la empuja con la yema de los dedos de un poeta. El talento para exprimir al máximo la preciosidad de un plano a algunos les resulta intrascendente, pero a otros nos provoca fascinación, especialmente ahora que todos tenemos una cámara de cine en el teléfono. Si buscan una narración convencional, olvídense, pues sólo verán cómo la historia navega sobre un ballet de imágenes para instalarse en el cerebro, que es donde en última instancia se asienta esta catarata de sensaciones. "The Tree of Life" (ya el título es pura génesis) es un acontecimiento singular a la altura de su ambición, un destello de arte excepcional y una sutil orgía para los sentidos. Es un canto -que resuena lejano y místico- a la forja del carácter en la infancia, allí donde empieza todo, y un bellísimo homenaje en forma de susurro a la bondad de las mujeres. Puede –sólo puede- que le resulte aburrida, cabe esa opción, pero me temo que poco más podrá decir que eso, que "le resulta aburrida", y no creo que sea culpa de Malick -ni de nadie-, cuyo único interés es mostrarte su relato buscando la perfección. Véanla, aunque sea sólo para marcar la delgada línea roja que le definirá la sensibilidad de sus amigos. (Pablo Kurt: FILMAFFINITY)