miércoles, 7 de julio de 2010

Memorias de otro Mundial, el del 78


Yo estaba afuera. Yo vivía en una pequeña cápsula de cultura, reivindicaciones y una causa. No podía sumarme a esa marea de risas, de euforia de la que todos participaban. Esa bandera, esa bandera celeste y blanca había dejado de pertenecerme.
En casa no se prendía el televisor porque mi madre me apoyaba y percibió toda mi bronca cuando el primer día me corrí a mi pieza para no romperlo. Mi hermano partía al club mascullando amenazas. Yo me sentaba a leer o a escribir. La máquina era una de mis grandes armas. Escribía cualquier cosa. Sentía la imperiosa necesidad de sustraerme de la realidad que aparentemente era unívoca y me rechazaba.
Hoy era 21 de junio. Había leído las listas de la mañana buscando en vano nombres conocidos. Hoy hacía un año. La gente en sus casas se preparaba para ver un nuevo partido. De todas las puertas salía la música del mundial. Los argentinos se sentían triunfadores. Yo, que siempre había amado este pedazo de tierra me sentía fuera de ella.
Las imágenes se me superponían. Una parte de mí pugnaba por volver un año atrás. Mariano me llamó: mamá mirá las banderitas del mundial por qué no me comprás una, le contesté que después.
Cuando entré a casa Santiago estaba en su cochecito. Lo levanté y lo llevé adentro. Eran las doce de la mañana. Preparé el puré. Entonces estábamos en la confitería con Koky. Ángel pasaba su mano por mi hombro. Preparamos todo para irnos. Estábamos llenos de proyectos. Alberto expresó su esperanza que lo de los chicos era una simple averiguación de antecedentes. Ángel apretó aún más mi brazo. Los dos sentíamos miedo de separarnos. Ana insistió que a la siesta fuéramos a tomar un café. Nosotros comíamos en lo de mi suegra. La casa ya estaba levantada. Los chicos estaban en el pueblo con mi mamá.
Santiago me tira el puré. Se refriega contra mí. Juega con la cuchara. Mariano lo llama al perro y se ponen a luchar en el césped. El ruido de los televisores encendidos me persigue. Ya está anunciada la entrada de los jugadores en la cancha. En este momento millones de argentinos se sentirán haciendo patria, apoyando a un cuadro de fútbol, sin arriesgar más que los gritos.
El auto se detuvo frente a la casa de Doña Lidia. Bajamos. Ángel pasó directamente al escritorio del fondo. Yo me quedé charlando con la Yoly en la cocina. Inmediatamente unos golpes. Pensé en los proveedores. Generalmente se anuncian así en el barrio. La Yoly abre. Cuatro figuras inundan la cocina. Y la certeza de que ya están allí, de que nada ni nadie puede detenerlos. Piden documentos. Preguntan por el dueño del auto, los interpelo…
Mi madre me llama, me muestra la Santa Rita con hormigas. Me cuenta que fue al cementerio y el monumento estaba lleno de humedad. La culpa es de mi tía que no la ayuda con la limpieza. Y siempre fue así, le reprochan que ella tenga título…
Mi marido aparece en el hall. Muestra su carnet de manejo pero, detrás de su aparente tranquilidad leo el terror en sus ojos. Mi desesperación no tiene límites. Hemos caído en la trampa. Ya no podemos escaparnos. Están acá, tal cual lo soñó todas estas noches…
Los pasos de mi hermano se sienten en el garage. Ya llegó del estudio. Pronto comeremos. Mi madre sale a recibirlo. Mariano también. Siempre le trae algo. Es muy bueno con los chicos pero siempre tiene miedo.
Le piden que los acompañe, que el error se rectificará en la Seccional, que se demanda al dueño del auto por haber matado a una persona. Es una mascarada. Todos sabemos que mentimos. Los revólveres abultan en sus sobaqueras. Mi marido se da vuelta y me dice: no te preocupés cielo, ya vuelvo. Yo quiero seguirlo. Uno de los tipos se me acerca: señora con usted no es la cosa quédese en el molde. Pienso en los chicos, en Ángel y en el momento en que lo suben al auto verde sin chapa, lanzo un grito y me siento morir…
Llamaban a la mesa. Me arrastré. Mi hermano está feliz. Argentina ha ganado la semifinal. Hoy 21 de junio es un día glorioso. Yo pienso en Ángel, miro a mis niños y ya no tengo fuerzas para llorar. Simplemente me dejo morir, una de las tantas muertes del día.

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