domingo, 25 de julio de 2010

La Carretera


Ayer fui a ver la película "La carretera" de John Hillcoat sobre la novela de Corman McCarthy. La fotografía espectacular no oculta cierta lentitud un tanto exasperante. No he leido la novela pero la violencia implícita, la desolación que encierran esas figuras de padre e hijo vagando por un mundo sin futuro, acechados por el canibalismo son excesivas. El sombrío panorama no evita una suerte de "final feliz"
Me quedé atrapada en la silla aunque, por momentos , quería salir corriendo. Nada que ver con el género catástrofe y en ese sentido un avance. Pero el pesimismo azota al espectador que recibe pocas claves. La mayor perplejidad ese mundo en marrones y grises donde el único color es el de la sangre del canibalismo. Después de verla hay que sumergirse en las películas de Chaplin.
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Por Carlos Marín
El apocalipsis va a llegar, que diría aquel sabio en televisión. Puede que estemos o no preparados, pero el cine, como arte industrial que es, nos entretiene al mismo tiempo que nos prepara para esa futura e hipotética situación. Desde profecías Mayas, pasando por desiertos cyberpunks hasta mundos desolados hiper-realistas, donde la miseria del ser humano pisa cualquier esperanza venidera. Es precisamente de este último grupo al que pertenece The Road, donde el (prácticamente) desconocido director John Hillcoat nos invita a mirar, atónitos y desconsolados, la desolación más absoluta. En casi todos los sentidos, The Road podría describirse como una película enfermiza. Pero que no se malinterpreten estas palabras, ni es asquerosa, ni tampoco es explícitamente violenta. Es un film sobre un mundo enfermo, cancerígeno, que va muriendo poco a poco delante de nuestros ojos. El hachazo a la felicidad, la visita de un doctor con malas noticias, el inevitable fin de los días. Y en la diana, en el punto de mira de la cámara, se encuentran los dos personajes principales, padre e hijo que luchan por atravesar el largo camino hacia el sur con la esperanza de encontrar algo más que la nada. Los dos personajes principales (se podría decir que hasta tres si hacemos la vista gorda) están genialmente dibujados. Por desconocimiento hacia la novela original se podría decir que vienen así de serie, pero uno no puede evitar admirar la dedicación de Viggo Mortensen por entrar de lleno en el papel del padre superviviente, donde los juegos de miradas con su hijo proporcionan conversaciones sin palabras. El amor y el odio pasan por su relación, incluso un leve momento de felicidad, y con un film tan concreto narrativamente es esencial una buena dirección de actores, pues es su peso el que lleva toda la carga emocional. ¿Se consigue? Por supuesto que sí. Otra cosa es que lo que se quiere transmitir sea agradable hacia la audiencia. Que nadie espere grandes dosis de terror. O incluso acción, como se puede intuir en diversos avances. The Road es un film estrictamente intimista, con diversos pasajes por los que los personajes van atravesando, capítulos con un inicio, desarrollo y fin que ayudan al espectador a comprender los horrores de un mundo que se ha ido al traste. Es una estructura algo difícil de digerir, muy cercana al tono de una novela (podría ser obvio, pero no lo es), con elementos trágicos y en ningún momento épicos. En un mundo enfermo, la muerte es algo cruel y sucio, no sirve para recrearse en ella ni para intentar ser estéticamente artístico con ella. La muerte es el fin, rodada en bosques cuyos árboles caen solos por su propio peso. No hay poesía, solo pura narrativa estática. Algunos dirán que es una maravilla, otros dirán que es una decepción y unos últimos opinarán que es una película lenta y sin alma. Quizás, la sensación más objetiva que uno pueda dar de The Road es que es todo lo dicho anteriormente a la vez. Te machacarán cual insecto anímicamente, te sorprenderás por su calmado desarrollo sin (aparentes) giros de guión y te levantarás cual muerto viviente de la butaca al encontrarte cara a cara con la más realista y cruel miseria humana. Luego, en casa, las noticias de terremotos en lugares lejanos sonarán a todas horas, y puede que pienses que sigue siendo algo ajeno a ti. O puede que recuerdes a ese padre y a ese hijo arrastrando un carrito por una carretera llena de escombros, visitando las ruinas de su propio mundo. El hombre, como apuntaba Haneke en la que podría ser una precuela de esta The Road (la extraña El tiempo del lobo), es un lobo para el hombre, hasta el fin de sus días. Lo mejor: Su sobriedad argumental y su estricta dirección: la desolación hecha imágen. Lo peor: Puede crear un ambiente tan deprimente que afecta a la conexión directa con los personajes.

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