domingo, 11 de julio de 2010

Los territorios de Herta Muller

Herta Müller, En tierras bajas, Buenos Aires: Punto de Lectura, 2010

Carmen Perilli

La colección de relatos de la rumana Herta Müller arma un mundo insospechado, atrapado entre los ritmos naturales y la violencia ancestral. La voz infantil de niña asume un carácter autobiográfico. Devana historias familiares entre el horror y la inocencia. El discurso letánico está a medio camino entre el cuento infantil y la narración fantástica: Los enunciados tienen ritmo y musicalidad. El impacto de la fábula reside, en gran medida, en el distanciamiento que establece la narradora con respecto a los personajes y hechos, aún los más duros. “La oración fúnebre “ es un cuento centrado en el padre muerto. Desde la primera página la guerra ocupa el paisaje. Lo no dicho se desliza de manera subrepticia:”En todas las fotos parecía no saber nada más. Pero papá siempre sabía más”; “Tu padre tiene muchos muertos en la conciencia”.

Herta Müller nos mantiene en ese umbral inquietante entre la pesadilla y la historia. Las familias de la narradora- abuelas, abuelos, madres, padres- están vinculadas a la tierra. Un mundo campesino y cruel donde los seres humanos obran con la ceguera de la naturaleza. En “Mi familia” cada uno de los miembros tiene una marca que los degrada. Los lazos son inciertos y lo familiar encubre lo siniestro. El relato troncal- “En tierras bajas” - tiene el tiempo de una novela. Una ficción de aprendizaje armado desde una mirada despiadada y fatal. La muerte y la violencia acechan en todos los rincones de la casa y del campo, se ciernen sobre todas las criaturas. En ese mundo las mujeres con sus rosarios y los hombres brutales están atados al trabajo de la supervivencia. El abuelo con su martillo y el padre con su cuchillo son amenazantes. Aunque no carecen de amor algunas escenas: la niña peinando el pelo del padre o escuchando los consejos- La abuela es la narradora, la dueña de los cuentos aunque está sumergida en ese mundo de durezas donde “Las mujeres hablaban susurrando al encontrarse en la calle, y hundían aún más la cara en sus pañuelos huesudos y empezaban a parecerse entre sí”. El ruido metálico de los rosarios marca los tiempos de todos. El pueblo es una “isla negra” donde crece el hambre y la desesperanza. Y “Los niños tienen miedo de sus nueces y sus naranjas” mientras ven llegar la muerte de los que les rodean. . Los textos como “Los barrenderos “o “El parque negro” adquieren las formas de prosas poemáticas y recrean esos climas rurales. Este libro nos enfrenta a esos raros casos en los que la literatura pone belleza en la aridez de un universo arrasado.

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