domingo, 19 de febrero de 2012

Un policial griego

Un libro para el verano
Domingo 19 de Febrero de 2012 |

Un policial griego

Por Carmen Perilli*

Las ficciones policiales, novelas y series, me seducen desde que mi madre puso en mis manos la colección de El Séptimo Círculo, dirigida por Borges y Bioy. En estos últimos tiempos sigo a renovadores del género como Henning Mankell, Andrea Camillieri y Leonardo Padura que la han convertido en la novela social de nuestro tiempo. Mi enamoramiento de la serie del comisario Kostas Jaritos del griego Petros Markaris ha pasado a engrosar la lista. Recomiendo la lectura de toda la serie y en este caso en particular acabo de terminar dos novelas. La última Con el agua al cuello (2011) y, después de revolver librerías, Defensa cerrada (2006). La obra entrelaza el mundo del crimen con la historia de vida, presentada con un distanciamiento brechtiano. La biografía del entrañable Jaritos devorador de diccionarios está llena de humor. Los lectores saboreamos las quejas y los tomates rellenos de mujer Adrianí, los sinsabores de su yerno el médico Yannis y el desempleo de su hija doctorada en abogacía. La cotidianeidad de la familia le permite a Markaris representar la tumultuosa Atenas. Kostas, un policía que conoció la dictadura, toma distancia de la política griega y muestra crudamente un mundo convulsionado por la violenta modernidad en su efímera pertenencia a la eurozona. Los casos de Jaritos están vinculados a las mafias políticas y económicas, a las migraciones forzadas de albaneses y turcos y a la pobreza creciente de la población. Con el agua al cuello comienza con el casamiento de Katerina y se centra en el asesinato de banqueros. Los indignados aparecen como sospechosos principales y la consigna "No paguéis a los bancos" va a despistar al azorado Jaritos. Otra de las notas es el humor, a veces negro, pero que no deja de arrancar la carcajada del lector.
Resulta fascinante encontrar una Atenas distante de la Atenas clásica, construida románticamente por el turista. Nos movemos por una Atenas violenta cosmopolita casi infernal. En la literatura policial siempre hay un orden, el de la lógica y la verdad. Nuestro lector de diccionarios Kostas Jaritos, se convierte, por un momento, en el pequeño héroe cotidiano. © LA GACETA

* Doctora en Letras, profesora de literatura hispanoamericana de la UNT.

Ficha
Título: Con el agua al cuello

Autor: Petros Markaris

Género: Policial

Editorial: Tusquets

Año de publicación: 2011

Fragmento
"No me da tiempo a leerlo porque el semáforo se pone en verde y los conductores de atrás empiezan a tocar el claxon. Todos los postes y los trozos de pared que quedaban libres en la avenida están empapelados con el mismo cartel. Paso al carril de la derecha y me paro delante de un poste a la altura del Hospital Hipocrático. Tengo que bajar del Seat para leerlo.
En el cartel, enmarcado en rojo, está escrito con gruesas letras negras: «¡no paguéis lo que debéis a los bancos!». El comentarista del noticiario y Adrianí tenían razón, pienso. Pronto habrá manifestaciones en apoyo del asesino y tendremos que sacar a la calle las fuerzas antidisturbios para imponer el orden. No me quedo para leer el resto; con la primera frase me basta.
Si pudiera, cargaría el Seat a la espalda y correría calle arriba, para llegar antes al trabajo. En la curva de Ambelókipi, nervioso, vuelvo a detenerme ante un semáforo. Dejo el coche en el aparcamiento de Jefatura y subo como un rayo a mi despacho. Llamo a Vlasópulos y a Dermitzakis y les pregunto si han visto el cartel.
-¿Cómo no vamos a verlo, señor comisario? -contesta Vlasópulos-. Han empapelado la ciudad entera. Ni el Partido Comunista es capaz de tal despliegue.
A punto estoy de llamar a Guikas cuando se me adelanta Stazakos.
-¿Has visto el cartel?
-Lo he visto -digo.
-Todo tuyo.
-¿Qué quieres decir?
-El cartel no es cosa de la Antiterrorista ni tiene que ver con los asesinatos. Algún loco ha emprendido una campaña contra los bancos. Encárgate tú, así estarás entretenido. -Y cuelga el teléfono.
Trato de no cabrearme y llamo a Guikas, que me invita secamente:
-Sube enseguida.
Me lo encuentro hojeando los periódicos de la mañana, que están desparramados por su escritorio.
-¿Ha visto los carteles? -pregunto.
-Ojalá fueran sólo carteles -responde y me tiende un periódico.
La primera plana entera reproduce el contenido del cartel. Ahora puedo leerlo tranquilamente".

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