lunes, 20 de febrero de 2012

Gusravo Faveron

¿intelectual? Abimael Guzmán
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Hace poco el tema de la enseñanza escolar de nuestra historia reciente, y particularmente la enseñanza en los colegios de asunto de la violencia política de los ochenta y los noventa fue materia de discusión pública, aunque, víctima de la naturaleza espasmódica de los ciclos noticiosos, el debate cayó en nada, o en muy poco, prematuramente.

Una cosa que no suele subrayarse suficientemente (aunque sí lo hacía, entre otros, el querido y recordado Carlos Iván Degregori) es que la historia de Sendero Luminoso estuvo ligada desde sus orígenes y a través de los años con la cuestión educativa. Sendero Luminoso fue fundado por un profesor universitario de filosofía; entre sus líderes más sanguinarios hubo otros maestros que fueron discípulos suyos; los primeros intentos de articulación de una base instrumental de Sendero Luminoso se produjeron en escuelas secundarias del departamento de Ayacucho, a través de profesores; sus primeras escaramuzas políticas se dieron en ese nivel; Sendero Luminoso mantuvo por más de una década las infames escuelas populares donde a centenares de niños y adolescentes se les lavó, o más bien ensució el cerebro con consignas y dogmas tan estúpidos como arbitrarios.

Por una carta pública que suscribe un grupo de escritores me entero de un hecho reciente, curioso, no poco prepotente y que quiero mencionar por su arbitrariedad. Quiero aclarar antes, porque se trata siempre de un tema delicado, que sólo tengo una fuente para enterarme del asunto, y que esa fuente es la misma carta a la que me refiero, firmada por autores como Daniel Alarcón y Miguel Gutiérrez. Según ella, el escritor Rafael Inocente, que es también un ingeniero zootécnico, ha sido separado de su cargo como director técnico del Instituto Tecnológico Pesquero por haber declarado en una antigua entrevista que Abimael Guzmán era un intelectual, y ese despido habría sido promovido por una campaña del diario Correo y de su inefable director, Aldo Mariátegui.

Una declaración así no parece razón suficiente para cortar la carrera de alguien que, al menos según se afirma en esa carta, estaba llevando adelante proyectos interesantes y originales en su sector. La afirmación de que Abimael Guzmán fuera un intelectual no es en sí misma ni una apología de sus ideas ni mucho menos una suscripción o una adhesión a sus acciones. Es una observación objetiva, que algunos juzgarán correcta, otros falsa y otros banal; yo creo que es banal aclarar que un homicida masivo es un intelectual y creo que es banal recordar como filósofo a quien usó dos o tres lugares comunes del totalitarismo maoísta para articular la ideología que sustentó el mayor crimen de la historia del Perú; pero si uno llama intelectuales a los maestros universitarios de filosofía, la banalidad de la proposición no basta para volverla falsa.

Lo que sucede es que los intelectuales pueden ser buenos o mediocres, pueden ser relevantes o irrelevantes, agudos o superficiales y, ciertamente, pueden ser también inteligentes o idiotas, cultos o ignorantes, y su impacto en la sociedad puede ser positivo o puede ser destructor. El hecho de que Abimael Guzmán fuera, de oficio, un intelectual no lo salva de caer en el segundo término de cada una de esas oposiciones.

(Por eso me parece sorprendente que la carta de los escritores que denuncian la injusticia de lo hecho con Rafael Inocente se empeñe en demostrar que Abimael Guzmán es una persona inteligente para demostrar que es un intelectual, hasta el absurdo de citar como prueba un pasaje del célebre libro de Simon Strong sobre Sendero Luminoso: "Guzmán fue el mejor alumno del tercer grado, el tercero en el cuarto grado, y el segundo en el quinto grado. Sacaba siempre las mejores notas en conducta y orden". Por favor: la inteligencia no es privativa de los intelectuales, los intelectuales no son todos ellos particularmente inteligentes, y francamente no sé qué tienen que ver las notas de primaria con la condición de intelectual de alguien).

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