martes, 7 de mayo de 2013

45 años jugando a la rayuela. Carmen Perilli


Hace cuarenta años que salió esta novela hechicera e incómoda. Iba a recibir el nombre de mandala, que, según la cita de Eliade que registra el Cuaderno de Bitácora: “Es a la vez imago mundi y panteón. Al entrar en él, el noneo se acerca en cierto modo al “Centro del Mundo”; en el corazón del mandala le es posible operar la ruptura de los niveles y acceder a un modo de ser trascendental”. El nombre definitivo conserva ese sentido y remite al juego infantil y a la cultura popular argentina.

Rayuela es un laberinto mágico que nos invita a perdernos y a encontrarnos, armando puentes entre el lado de acá y el lado de allá; la escritura y la lectura; la tierra y el cielo. Un libro concebido como un espacio que se multiplica en muchos libros; que invita al lector a formar parte del acto poético, a construir su propia travesía. El narrador afirma categóricamente "Por lo que a mí respecta, me pregunto si alguna vez conseguiré hacer sentir que el verdadero y único personaje que me interesa es el lector, en la medida en que algo de lo que escribo debería contribuir a mutarlo, a desplazarlo, a extrañarlo, a enajenarlo". La novela no permite la indiferencia ni la inmovilidad. Desde el primer instante incluye a los lectores dentro de la ficción. De acuerdo a sus postulados se trata de "Hacer del lector un cómplice, un camarada de camino. Simultanearlo, puesto que la lectura abolirá el tiempo del lector y lo trasladará al del autor. Así podrá llegar a ser copartícipe y copaciente de la experiencia por la que pasa el novelista, en el mismo momento y en la misma forma".

Gran parte de la conmoción que produjo y produce Rayuela se debe a la constante lúdica, a su condición de escritura producida en el juego como rito de pasaje que ofrece la posibilidad de acceder a un mundo diferente, con sus propias reglas, alejado de los tediosos territorios de lo cotidiano, de "la Gran Costumbre”.

“¿Encontraría a la Maga? “ Es la frase inicial que dibuja el gesto que surca el libro: la búsqueda. La Maga es La Mujer o la Literatura, figura mitológica, enigmática e inalcanzable. Horacio Olivera, el torturado y diletante intelectual, repite a otros personajes de la obra de Julio Cortázar como Johnny el saxofonista de “El perseguidor”. Desarraigados y partidos, viven en combate con el mundo que les rodea, se enfrentan con la pesadilla de la realidad e intentan encontrar los agujeros que le permitan escapar de ese mundo gris y repetitivo. Héroes fallidos de la modernidad, no cumplieron con sus mandatos y deambulan solitarios y desesperados.

El escritor sella un pacto de complicidad con sus lectores, especialmente con aquellos jóvenes que, en poco tiempo, echaron a andar por las calles a La Maga y a Olivera, recitando de memoria el famoso capítulo 7 o hablando en gíglico, milagroso efecto de una escritura hermética que pone en juego todo el horizonte cultural europeo de la época, al mismo tiempo que los relatos que circularán en nuestra cultura nacional.

Rayuela postula una curiosa relación entre ficción y teoría; narrativa, poema y ensayo; creación y crítica. A pesar de su voluminosa presencia ataca la idea de totalidad y de representatividad ya que apuesta a la condición fragmentaria de lo real y al fracaso de toda búsqueda de absoluto. La pregunta por el sentido de la literatura y el lenguaje se convierte en mecanismo de la narración. El libro se mira en el acto de hacerse, de modo narcisista; la literatura juzga su propia posibilidad. La irrupción de vastas zonas ensayísticas amenaza con quebrar el ritmo de la ficción.
La anécdota se centra en la historia de Olivera y la Maga en París y en la de sus dobles Traveler y Talita en Buenos Aires disolviéndose en conversaciones. Los climas pueden ser asfixiantes y hasta siniestros como en el capítulo de la muerte del Bebé Rocamadour.
La obra es un rompecabezas, un modelo para armar, collage de textos propios y ajenos, montados irónicamente, cuya significación depende del choque que se produce entre ellos. Davi Arrigucci habla de una poética de la destrucción, una contranarrativa que, como el escorpión, se muerde la cola casi hasta su aniquilación. La palabra se destruye y se renueva con neologismos que arman nuevas lenguas
La parodia y la ironía son los recursos fundamentales de una escritura que duda sobre la posibilidad misma de la literatura, que se sostiene en la incertidumbre de la pregunta “. ¿Por qué escribo esto? No tengo ideas claras, ni siquiera tengo ideas. Hay jirones, impulsos, bloques, y todo busca una forma, entonces entra en juego el ritmo y yo escribo dentro de ese ritmo, escribo por él, movido por él y no por eso que llaman el pensamiento y que hace la prosa, literaria u otra..... Escribir es dibujar mi mandala y a la vez recorrerlo, inventar una purificación purificándose; tarea de pobre shamán blanco con calzoncillos de nylon”
Cortázar propone la aceptación de una permanente dualidad, en la que se vislumbra un nuevo orden. Un mundo otro en el que las cosas sean y no sean al mismo tiempo, en el que la maravilla quede a la vuelta a la esquina como en los cenáculos surrealistas. Se trata de encontrar la salida al agotado racionalismo occidental.
En el espacio de la literatura se debaten las posibles salidas a un mundo absurdo. La nostalgia del paraíso está simbolizada por el cielo de la rayuela -“¿Qué es en el fondo esa historia de encontrar un reino milenario, un edén, un otro mundo? Todo lo que se escribe en estos tiempos y que vale la pena leer está orientado hacia la nostalgia. Complejo de la Arcadia, retorno al gran útero, back to Adam, le bon sauvage (y van...) Paraíso perdido, perdido por buscarte, yo, sin luz para siempre”. El centro puede esta en París o Buenos Aires. Los dos pueden ser el paraíso y el infierno a la vez, unidos por un hilo tenue o por puentes precarios. Siempre podemos perdernos en la lucidez o en la locura- "Sólo en sueños, en la poesía, en el juego - encender una vela, andar con ella por el corredor- nos asomamos a veces a lo que fuimos antes de ser esto que vaya a saber si somos" Al poeta le queda un único camino: la magia de las palabras.
El jazz como leitmotiv nos ayuda a dar cuenta de la estructura novelesca. Oliveira monologa sobre el carácter primitivo y universal de una música que alude y soslaya y hasta anticipa un mundo donde reina la indeterminación, la improvisación y ambigüedad. La narración sigue ese ritmo, el hilo central se pierde una y otra vez, dando lugar a las improvisaciones. El autor, eximio ejecutante, introduce movimientos inesperados, variaciones deslumbrantes.
Julio Cortázar desafía a los lectores a renunciar a toda propuesta estética convencional, ataca los dogmatismos. Por un lado logra que el mundo entre en el libro pero, por el otro hace de este el mundo. En 1963 declara “¡Cuidado con la fácil demagogia de exigir una literatura accesible a todo el mundo¡ Muchos de los que la apoyan no tienen otra razón para hacerlo que la de su evidente incapacidad para comprender una literatura de mayor alcance...”
Rayuela seduce pero al mismo tiempo exige que los lectores se le entreguen totalmente. Quizá es por eso que seguimos pasando de página en página por el solo placer de saltar del cielo a la tierra, de la tierra al cielo y así infinitamente.



Bibliografía

Davi Arrigucci, O escorpiao encalacrado. A poética da destruçao em Julio Cortázar, Sao Paulo: Perspectivas, 1973

Julio Cortázar, Rayuela, Edición crítica de Julio Ortega y Saúl Yurkievich, Colección Archivos, Madrid: 1991







No hay comentarios:

Publicar un comentario