
Severina, de Rodrigo Rey Rosa
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Reseña publicada en la revista «El Sábado» del diario El Mercurio, 3 de diciembre de 2011

Es un divertimento que tiene que ver con los libros, con el robo de libros, para precisar mejor. Severina, la protagonista, es una artista consumada en ello, pero, si la descubren, apela al recurso de seducir a los libreros. Uno de ellos –que al comienzo se limita a anotar los libros que ella hace desaparecer misteriosamente- es la mirada que el narrador le presta al lector para apreciar a Severina, desde su clara belleza hasta el misterio en que envuelve su biografía, sus actividades diarias, su método para robar libros. Claro que a medio camino lo que parecía una novela de amor y de misterio, vagamente policial, vagamente romántica, deriva en otra cosa más difícil de definir. Quizá porque Rey Rosa nunca muestra todas las cartas. Quizá porque el narrador, el librero enamorado, no tiene las suficientes luces para entender bien en qué se metió. Quizá porque todo el relato flota en la ambigüedad, en lo irresuelto, y su giro argumental no termina por asentarse; o quizá es precisamente lo que el autor buscaba, el desconcierto del lector, lanzado hacia una intriga donde el engaño y el doblez tienen una fundamentación filosófica: «La mentira, decía él (el tutor de Severina), es una necesidad», porque todo, desde el Viejo Pascuero hasta el cielo, el infierno y la democracia, son falsedades. Al final, todo el cauce regresa al libro, a un libro en particular, pero nunca se sabe –y nunca se sabrá- dónde empieza y dónde termina la mentira novelesca, que suele ser –como en este caso- verdadera literatura.
Rodrigo Rey Rosa. Alfaguara, Madrid, 2011. 104 páginas.