martes, 7 de mayo de 2013

Adriana Varejao Una artista fuera de centro.Por Ana María Batistozzi


Desde el título mismo de la muestra de Adriana Varejao en el Malba se advierteque la suya es una poética deliberadamente excéntrica y fuera del canonmoderno.

Todo comenzó en OuroPreto, ese sitio misteriosamente ligado por una carta y una estampilla a laregión borgeana de Tlön. En 1987 Adriana Varejão tenía 22 años y por esasextrañas coincidencias leía a Borges cuando llegó por primera vez a allí.“Quedé en éxtasis con las iglesias barrocas y las laderas de paralelepípedos”,confesó al curador de su retrospectiva Adriano Pedrosa. “No conocía la iconografíacatólica. Cuando entré en una iglesia vi aquelcarnerito, los santos y como no podía leer esos símbolos todo partió hacia ellado de la materia”. Este breve relato podría ser un buen punto de partida paraaproximarse al conjunto de la obra de esta artista que se exhibe en el Malba.

Años más tarde, la encontré en San Pablo, dando losúltimos toques a La extirpación del mal, la serie que presentó en la Bienal de1994 de la que se exhiben aquí dos piezas: “Extirpación del mal por incisura” y“Extirpación del mal por revulsión”. Esa serie –me explicó entonces– se habíainspirado en imágenes de diablos de la iglesia del Convento de San Francisco,en Bahía, que mostraban inquietantes incisiones y roturas, como si hubieransido parcialmente arrancadas. La artista profundizó en esas pinturas la idea de“superficie herida” que ya había aparecido en su “Cuadro herido” de 1992. Yasimiló las imágenes de los azulejos a una piel tatuada con una marca imposiblede borrar.

La serie generaba así una narrativa dramática que erainscripta en el cuerpo mismo de la pintura.

Suprimirla implicaba una herida y, como consecuencia,un ataque a ese cuerpo que respondía con una expansión en el espacio. Ladimensión carnal de su pintura irrumpía como un crimen imposible de ocultar. Lapintura de Varejão salía así del plano y asumía un volumen. Este fue uno de losprimeros datos de originalidad en la obra de la joven artista que causó mayorimpacto y, de algún modo se encontraba en sintonía con la dinámica objetualpropia de los años 90. Asociar la superficie del cuadro a una piel y el cuadromismo a un cuerpo, como hemos dicho, no era nuevo en la producción de laartista. Pero resolvía una cuestión de índole conceptual: la bidimensionalidaddel plano como problema en el marco de una crítica más general de la cultura.

Por ese rumbo, su obra se fue complejizando ensucesivas series que alumbraron cruces entre el imaginario barroco de Brasil,Portugal y China, el cuerpo y el género oportunamente combinado y desmontadocríticamente desde la naturaleza leve o escultórica de su pintura. Varejão, quea menudo se representa a sí misma en los personajes de sus obras, es unaartista que evidentemente puede hacer gala de un registro amplio de posibilidades.Desentendida del principio moderno de originalidad, sus pinturas puedenreproducir tanto un detalle de azulejo barroco, como una porcelana, un panel oun manuscrito chino o un dibujo de viajero del siglo XVI.

Los azulejos operan también como una contra-versión dela grilla moderna. Ese esquema compositivo estructurado en base a un cruce deortogonales, desde el constructivismo y el neoplasticismo, remite el orden dela utopía moderna. Considerada como una expresión del principio de racionalidad,la grilla es subvertida por Varejão desde la exuberancia de sus imágenes sobrela superficie y desde lo inquietante de algo en su interior que se asume porfuera de la razón europea.

Curada por el teórico Adriano Pedrosa, la muestra del Malba se organiza comoretrospectiva, des plegando de manera cronológica las series másrepresentativas de la producción de la artista desde comienzos de los 90. Entreellas Terra incógnita, Proposta para uma catequese, Acadêmicos, Irezumis,Línguas e Incisões, Ruínas de charque, Mares y Azulejos, Saunas y la másreciente Pratos, con que cierra la muestra y, a juicio de quien escribe, es lamenos interesante de todas.

El conjunto, unas cuarenta piezas, en su mayor partepropiedad de coleccionistas privados, tiene la virtud de reunir obras que no sehabían visto públicamente desde que aparecieron por primera vez.

Tal el caso de la recordada instalación pictórica“Reflexo do sonhos no sonho de outro espelho”, que Varejão presentó en la 24Bienal de San Pablo en 1998.

En aquella edición, que tuvo como tema central elconcepto de Antropofagia, fundante de la cultura brasileña, Varejão presentóuna instalación pictórica que era una suerte de deconstrucción de una de laspinturas académicas más conocidas del Brasil. La referencia era el “Tiradentesdescuartizado” de Pedro Américo que, como las pinturas de Antonio Parreiras yAurelio Figueiredos que tratan el mismo tema, representa al mártir con elcuerpo entero. Varejão, en cambio, eligió abordar la instancia del cuerpodespedazado y diseminarlo en cada pintura de su instalación.

La tensión entre el efecto exquisito de la facturaacadémica y la terrible escena sintonizaba con una estética y una problemáticadel cuerpo, propia de esos años que en nuestro país tuvo un exponente afín en DanielGarcía.

Pero la producción de Varejão recorre un registro másamplio.

Tiene momentos de un extremo refinamiento, como en lasdelicadas “chinoiserie” de Terra incógnita y momentos de desbordes pictóricosexcesivos que han llevado a que la artista reclute tantos seguidores comodetractores. La obra de Varejão emerge a fines de los 80 y comienzos de los 90,en un momento en que la escena artística latinoamericana y mundial se empeñó enuna revisión crítica de la razón moderna. Desde esa perspectiva apunta elsentido de Historias en los márgenes, el título de la exhibición, que buscaubicar a Varejão fuera del centro y el canon moderno. En ese sentido podríadecirse que su poética es deliberadamente excéntrica.



Varejão Básico. Rio de Janeiro, artista plástica.El suyo es uno de los nombres brasileños más conocidos en el panorama del artecontemporáneo internacional, con obras en las colecciones de instituciones comoel Museo Guggenheim de Nueva York, la Tate Modern de Londres y la FondationCartier de París. Participó de casi cien exposiciones entre individuales ycolectivas, entre las cuales se destacan las Bienales de Estambul (2011),Liverpool (2006), Mercosur (2005), Praga (2003), Johannesburgo, Africa del Sur(1995).

Link

http://www.revistaenie.clarin.com/arte/Adriana-Varejao-artista-centro_0_904709562.html




http://www.perfil.com/cultura/Lo-digital-no-acabara-con-el-libro-20130505-0048.html

LOS ENCANTOS DEL HECHICERO


"Lo digital no acabará con el libro"

Desde hace varios años, Juan Villoro (México, 1956) se ha consolidado como uno de los escritores más destacados de América latina. Practicante del cuento y la novela, es también ensayista y recientemente dramaturgo. Visita la Feria del Libro para hablar sobre el género que mejor domina: la crónica en todos sus modos.



Por Malena Sánchez Moccero
05/05/2013
05:19

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Daños elegidos. En Arrecife, el protagonista siente dolor para sentirse vivo.

Fanático del fútbol, Juan Villoro (Ciudad de México, 1956) publicó Dios es redondo (Planeta, 2006) e Ida y vuelta. Una correspondencia sobre fútbol (Seix Barral, 2012), que reúne las cartas que se enviaron Villoro y Martín Caparrós durante el Mundial de Sudáfrica. El mexicano, ganador del premio Herralde 2004 por su novela El testigo, es también autor de la obra de teatro Filosofía de vida, que aquí dirigió Javier Daulte. Además, escribe literatura infantil y piensa que tal vez lo haga para tener una segunda infancia, una con todos los libros que no tuvo en la suya.



Es uno de los primeros nombres que aparecen cuando se habla de los grandes cronistas latinoamericanos, y sobre ese género conversará en la Feria Internacional del Libro en Buenos Aires hoy a las 19.30 en la mesa “Narrar la realidad: la crónica latinoamericana entre la política y la literatura”.



También es conocida su afición por el rock y es coautor de algunas canciones de Café Tacuba. Los protagonistas de su última novela, Arrecife (Anagrama, 2012), son justamente dos ex músicos de heavy metal. Uno de ellos creará La Pirámide, un hotel en alguna costa mexicana donde los turistas buscan peligros extremos. “El miedo es nuestro mejor recurso natural”, dirá el protagonista de este thriller.



—Usted dijo: “Messi es el mejor, pero no es un mito como Maradona”. ¿Qué le falta para convertirse en leyenda?

—A nivel deportivo, Messi es insuperable. Dada su juventud, parece ser que lo conseguirá todo. Pero aún le faltan anécdotas para su mitificación. La más importante es triunfar para Argentina. No jugó en ningún equipo local y no ha podido ganar el Mundial. Eso es decisivo para que ingrese en la zona de la leyenda. A diferencia de Diego, carece de drama y de comedia fuera de la cancha. Su destino se decidirá al 100% sobre el césped. Resulta decisivo que triunfe para su país y que sortee la crisis que tarde o temprano le llegará al Barcelona.

—A raíz del recuerdo de que usted decidió ser escritor después de la lectura de un solo libro, dijo en una entrevista: “Se necesita una dosis de irresponsabilidad para escribir”. ¿Por qué?

—Al escribir, sacas cosas que te daría vergüenza presentar en una reunión. Se necesita cierto descaro para ser escritor. Los personajes son la máscara que te pones para decir verdades que te dan vergüenza.

—Con el avance de la tecnología, donde el usuario saltea intermediarios, ¿debería transformarse la crónica?

—La crónica tiene un papel garantizado. Es la mejor manera de mezclar lo público y lo privado, la información y la emoción. Esto no quiere decir que va a ser muy leída. Hoy en día, el prestigio ideológico de la crónica es muy superior a las posibilidades de ejercerla. Es más fácil organizar un seminario o un premio de crónica que conseguir que te publiquen una crónica.

—¿Qué piensa sobre los eventos como la Feria del Libro de Buenos Aires?

—Son fenómenos de la industria editorial, tienen que ver más con la necesidad de vender libros que con la cultura. Aun así, permiten un insólito contacto entre autores y lectores. Cuando publicas un libro, es como si enviaras una botella al mar. Llegar a una feria y dialogar con un lector significa que la botella fue a dar a la playa apropiada.

—Frente al avance del e-book, ¿qué futuro atisba para el libro en papel?

—El libro estuvo bien inventado. Desde el siglo XII existe en el formato que conocemos hoy en día y desde el Renacimiento se reproduce en serie. No creo que los soportes digitales acaben con el libro. Habrá una nueva división de ofertas. Los libros de consulta, las novedades, los best sellers serán descargados en una tableta. Pero ciertos libros se seguirán buscando en papel. Mientras la gente sienta necesidad de regalar o prestar un libro, es decir, de pasarlo de mano en mano, habrá textos en papel.

—En “Arrecife”, el protagonista habla de “daños elegidos”. ¿Cree que es un rasgo de esta época esta necesidad de sentir dolor para sentirse vivos?

—Vivimos rodeados de entornos digitales, representándonos a nosotros mismos en pantallas, asumiendo passwords y ofreciendo nuestro PIN a cajeros automáticos. En ese entorno espectral, de pronto surge el deseo de recuperar la realidad en forma salvaje. El peligro siempre ha sido tentador (véase la manzana en la Bliblia o, muchos años después, la prohibición de ir a la popa en Los premios, de Julio Cortázar). Sin embargo, en la extraña vida de autómatas cibernéticos que llevamos ahora, la necesidad de recuperar la adrenalina parece más apremiante. El mundo está lleno de violencia, pero hay gente que quiere “otra” violencia. En Arrecife, un personaje habla de la “paranoia recreativa”, que consiste en el miedo que, al modo de una película de terror, se percibe como algo real pero tiene el encanto adicional de saber que es superable. Quise jugar con esas emociones y, sobre todo, mostrar que cuando se juega a controlar el peligro casi siempre algo falla... y hace falta una novela para explicarlo.

—En la novela, los personajes se presentan quebrados en un entorno algo deprimente. Sin embargo, el final parece optimista. ¿Por qué?

—En los últimos seis años, México ha padecido 80 mil asesinatos y al menos 30 mil desapariciones. ¿Cómo narrar en este entorno? Me interesaba abordar el tema de dos amigos que ya han hecho su mayor esfuerzo en la vida. Uno de ellos ha sido destruido por la droga y el otro está enfermo de muerte. Esto, sin duda alguna, es muy deprimente, pero permite que los personajes hagan un último y valiente careo con lo que han sido. El que en apariencia es el más débil de los dos sobrevive y puede conservar la memoria del otro. Es una forma de resistir y de apostar por otro futuro. Esa intuición de optimismo me parece imprescindible en un país que en los últimos años sólo ha hablado de la muerte.



http://www.perfil.com/cultura/Nuevas-librerias-20130505-0047.html

http://www.perfil.com/cultura/Nuevas-librerias-20130505-0047.html
El FUTURO ES HOY


Nuevas librerías

Los cambios del mercado frente al paradigma digital obligan a pensar, ya sea como apocalíptico o integrado, el futuro del lugar más amado por los lectores luego de la biblioteca: la librería.

Por Juan González Del Solar
05/05/2013


Todo enunciado que contenga la palabra “futuro” tiene cierta aspiración profética. ¿Cómo hablar de la forma que adoptará cualquier cosa en los próximos años cuando atravesamos tiempos en que el cambio se da por quinquenios en sucesión geométrica? De todas formas, la cuestión de cómo serán los nuevos espacios para consumir cultura en general, y en particular el tema de la edición y los formatos de lectura, genera interés en decenas de blogs –su soporte por excelencia– y publicaciones en todo el mundo –bien vale revisar, por ejemplo, el catálogo de Trama editorial–.
Se piensa, se propone, se experimenta. Y todo en un tiempo presente en el que casi nada parece haber cambiado realmente, del mismo modo que el cambio climático parece no existir más que en el cine de Hollywood –aun cuando cada año se supera algún récord de calor, frío, nevadas o sequías–. Pero los lectores digitales empiezan a ser usuales, quiebran librerías a diario en todo el mundo (el caso español, en el artículo “Game over” en antinomiaslibro.wordpress.com, un blog insoslayable a cargo del emblemático Manuel Gil), y el universo editorial se pregunta adónde va y cómo serán las reglas para esta pequeña y preciosa orbe en medio de una revolución que no se vio en 500 años, básicamente desde que se inventó el libro.
La nueva librería. Más allá de las licencias propias de conjeturar el futuro, existen señales, que pueden verse hoy en la Argentina y el mundo, que nos permiten proyectar el camino que tomarán nuestros hábitos. Podemos imaginar, por ejemplo, que lo primero que pretenderán varias de las librerías en el futuro es parecerse a las de siempre –cabe recordar que la implementación de los cambios tiende a ocupar cada vez menos espacio–. Podemos inferir que el lector entrará y verá los anaqueles con libros, y que probablemente las bibliotecas serán de madera –Eterna Cadencia, una de las librerías más completas y bellas de la Argentina, bien podría ambientar una película del 30 y apenas fue abierta hace unos años; permitirnos la contaminación visual seguramente nos lleve unas décadas–. Habrá para todos los gustos, claro, como hoy, pero es muy probable que haya mesas donde leer, comer o tomar algo, donde navegar en un dispositivo electrónico que muestre catálogos, géneros, fichas de autores, fragmentos, editoriales, y todo esto integrado a un código de usuario que podrá relacionar cada obra con música y películas, críticos de confianza, material extra, grupos de chat, entre más etcéteras de blogs, prensa y contenidos en general –todo esto, huelga decir, ya ocurre en las redes sociales–; nada muy lejano del dispositivo Nook de Barnes & Noble o de la página de Tematika.com, entre tantos.
La librería tenderá a ser un espacio donde hablar con un librero, con autores, incluso contratar servicios editoriales, asistir a seminarios, lo que se vaya presentando y construyendo entre el deseo y el fetichismo –¿ha pasado usted por Crack-Up, en Palermo?; allí puede tomar una copa de vino, escuchar charlas y dejarse aconsejar por un excelente librero–. Caso contrario, como menciona Joaquín Rodríguez –una de las voces más autorizadas en la materia a nivel mundial, autor del blog Los futuros del Libro y de El paradigma digital y sostenible del libro, entre otros títulos (ver apartado)–, lo mismo dará pedir por internet o comprar el libro en un mercado.
Tan adentrados en lo interdisciplinario, podemos imaginar que el concepto de obra –tanto como historia o como tema– volverá a tiempos en los que el mito trascendía el soporte, ya fuera música, recitado o puesta en escena. La oferta del arte, y por qué no pensar en cuadros en las paredes que ya no necesitarán abarrotarse de libros, incluirá merchandising temático –Strand, de Nueva York, entre las librerías más famosas del mundo, no dejó de lado sus interminables volúmenes, pero su puerta de salida ofrece desde remeras hasta bolsos, “chupitos” o golosinas– y hasta cabe pensar en etcéteras como la impresora 3D, un nuevo dispositivo casi inverosímil, de producción nacional, ya de uso corriente entre arquitectos y afines. Seguramente se busque escapar de los no lugares, construir identidades y otros elementos fidelizadores –concursos, blogs, presentaciones– y no será extraño que una librería con la Espresso Book Machine tenga su propio sello editorial y acuerdos con universidades y demás centros de estudio para imprimir contenidos especializados –cabe mencionar que las universidades son hoy largamente los clientes principales de la EBM; aquí, un mapa de la localización de cada máquina: http://ondemandbooks.com/ebm_locations.php–.

Con seguridad habrá librerías que vendan y hagan buen culto de los ejemplares que aún producimos a destajo, pero es necesario dejar en claro que el formato actual de novedad con impresión anticipada y venta incierta es insostenible, tanto como negocio como desde el punto de vista ecológico. No se trata de matar al libro, sino de pensar las nuevas vidas posibles, ver cómo dar espacio a la mayor cantidad histórica, sólo creciente, de títulos a disposición.
Los distintos formatos. Actualmente existen tres formatos de libro: tradicional, de impresión bajo demanda y digital –los audiolibros, muy populares en otras latitudes, podrían considerarse una cuarta opción–; más allá del cruce entre estas variantes y sus desarrollos propios, aún no parece haber otras necesidades.
El libro tradicional está en la librería de su barrio y todo indica que tenderá al objeto de culto o regalo y buscará formas de particularización, en impresiones muy reducidas, como un elemento decorativo, con características no seriables como firmas de autores, grabados, etcétera, y/o un tamaño que no podrá ser reproducido por la impresora local, tal el caso de libros para niños.
La impresión bajo demanda (en esta nota nos referimos a la que se realiza en el local, al público general) consiste en una máquina en algún lugar del salón, del tamaño de una fotocopiadora, junto a –aunque existe también la opción de que lo diseñe uno por internet, tal vez en la tablet mientras toma el café– una persona encargada de configurar el libro a imprimir (acerca de las opciones que presenta hoy una EBM, ver apartado entrevista a Jason Beatty). Con la excepción de aumentar las opciones y la velocidad de configuración e impresión, todavía parece que queda muy poco para mejorar. Los costos resultan aún una discusión bizantina, pero un libro sin derechos de autor cuesta más o menos lo mismo que su par editado, y no generó gasto previo alguno –como bien señala Juan Villoro en el recuadro “McNally Jackson y ‘El libro exprés’”–. La calidad del libro es ya muy buena; la distinción está en la oferta: los contenidos del mundo entero, desde diarios a novelas o lo que fuere, a disposición en minutos.
En relación con la versión digital, se desarrollan extras comentados, links de todo tipo, diccionarios, sonidos, y etcétera, cada cual con su propia creatividad. Tampoco olvidemos que, cuando lleguen las realidades virtuales, será un libro que nos lleve a su universo, y ya no será un libro.
El futuro de las editoriales. Acerca del fin de las partes “no escribientes” –los escritores cobrarán mayores regalías y estos cambios sólo redundan en beneficios para ellos–, se debate, comenta e imagina mucho; en este punto sí hay algo más de futurología: no tenemos bien claro de qué manera se comportarán los “espíritus animales”. Pero sí podemos señalar una cuestión fundamental: en la oferta infinita necesitaremos de alguien que nos diga qué elegir, los autores nuevos querrán distinguirse, que les “limpien” sus textos, que los recomienden, y ahí es cuando los editores y demás actores dedicados a poner su nombre detrás de una obra tendrán el poder de sugerir y hasta validar. En el inacabable panteísmo virtual, donde el anonimato tiene la opción de ser perpetuo para quien lo quiera, nos encontraremos con el imperio del nombre. De bautismo, colectivos o seudónimos, pero el poder de legitimación lo van a tener los nombres porque el valor lo tendrá su convocatoria. En una asociación simbiótica, la gente decidirá a quién erige y quién le da voz a su entidad. El infinito no termina siendo más un espacio a la espera de una medida que le otorgue realidad.
Libros y lectores. Los distintos formatos son algo más que opciones de lectura, son –aun con sus bemoles, y en ningún momento esto pretende ser taxativo– también parte de la construcción de una identidad como lector y consumidor de cultura en general, incluso cuando cada cual utilizará los distintos formatos según necesidades y posibilidades –los editores han encontrado en estos dispositivos la solución a la carga ingente de manuscritos–. Hay quien consume literatura con el único fin del entretenimiento, sin pretender emociones imprevistas ni trascender ese presente; es lógico que considere entonces que los libros ocupan un espacio desmedido y que para él los libros digitales resulten una solución perfecta. Para otros, cada vez que se mire el lomo de La muerte en Venecia se olerá otra vez la muerte, o al ver en fila libros de un mismo autor aparecerá el recuerdo de quién fue uno cuando los leyó en forma compulsiva, o cómo fue cambiando su percepción de Borges al ver el bloque de sus obras completas: esos libros queremos tenerlos, porque persisten, y nunca son iguales.

El futuro híbrido de la librería
Joaquín Rodríguez

Aunque Argentina es uno de los países iberoamericanos con índices de producción editorial y acceso al libro más prominentes, lo cierto es que su red de librerías sigue siendo proporcionalmente bajo con respecto al número de habitantes, y su concentración en los polos urbanos deja al resto del territorio en condiciones muy precarias de acceso a ese bien cultural. La revolución digital en el acceso a los contenidos a través de la web convertirá en superfluos o redundantes muchos de los canales de distribución y comercialización tradicionales, porque los libros son un tipo de bien, de mercancía, fácilmente virtualizable, y la experiencia de la búsqueda, la consulta y la compra no sufren menoscabo ninguno en la red, más bien al contrario. Ocurre, por tanto, que a una red de librerías débil y concentrada se superpone una revolución de desintermediación digital que amenaza con hacer superfluo su papel y su presencia.
Qué cabe hacer, entonces, ante la magnitud de un cambio en los modos de producción, de creación, circulación, distribución, uso y venta de los contenidos editoriales? Es necesario reconocer que las grandes librerías virtuales proporcionan una experiencia de búsqueda, encuentro y compra cómoda y ventajosa, más todavía cuando alguna de ellas proporciona dispositivos de lectura a precios asequibles a través de los que consumir los contenidos adquiridos en esas mismas plataformas (el Nook de Barnes & Noble). ¿Qué pueden o qué deben hacer los libreros ante la penetración creciente de grandes plataformas multinacionales con una masa crítica de contenidos incomparable? ¿No sería plausible pensar en una alianza global de los libreros y los editores para construir una plataforma única y global, iberoamericana, fundamentada sobre la existencia previa de sus respectivos catálogos nacionales y la estandarización de los registros de la producción editorial ISBN conectada con el catálogo español? La magnitud de la tarea es, claro, equiparable al tamaño de la amenaza. De llegar a existir una plataforma digital compartida de contenidos digitales, cabría pensar en un mapa de acceso y distribución a la oferta editorial sustancialmente distinto: sobre una red creciente que conectara progresivamente todo el territorio, podría accederse a todos los contenidos ofertados en la plataforma; en los puntos de venta tradicionales sobrevivientes cabría acceder a toda la oferta viva de los catálogos nacionales y servirlos título a título mediante una red bien dimensionada de impresión bajo demanda. Quizás el Cerlalc (Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe) tenga algo que decir en todo esto: crear una plataforma iberoamericana única que beba de los catálogos nacionales, repositorios estandarizados y bien etiquetados, dotados de los metadatos y el fundamento semántico necesario para que su oferta sea visible y accesible, para que su impacto en la red pueda llegar a equipararse al de los grandes actores internacionales.

El futuro de las librerías es obligatoriamente híbrido, mixto, fruto de la suma de lo más propio y exclusivo de lo analógico y de lo más pujante y abarcador de lo digital.


La máquina de hacer libros
Beatty es vicepresidente de On Demand Books, empresa que fabrica y comercializa la Espresso Book Machine.



—¿Qué es la Espresso Book Machine?

—La EBM es la única máquina de impresión bajo demanda para venta al público. La particularidad es que nos permite ofrecer nuestro producto a librerías, bibliotecas y otros minoristas, quienes tienen con la EBM la oportunidad de acceder a más títulos sin la necesidad de inventario extra y, a la vez, de captar el creciente mercado de la autoedición.

—¿Cuántas están produciendo cada año?

—Nuestra producción viene creciendo en forma sostenida. En la actualidad, hay casi setenta EBM instaladas y hay varias instalaciones en camino. Además, anunciamos recientemente una asociación con Kodak y ReaderLink para llevar la EBM a nuevos comercios y ofrecer así a los consumidores un servicio completo de impresión digital.

—¿Cómo está la relación con el mundo de las editoriales, acuerdos, etcétera?

—Seguimos trabajando con los editores para tener su contenido disponible en la EBM. Recientemente hemos anunciado acuerdos con Harper Collins y Penguin Group, que se suman a otros grupos importantes.

—¿Cómo ve el futuro de la EBM con respecto a las librerías?

—Como una parte fundamental en el futuro de la librería. Las librerías no podrán ser capaces de competir con Amazon, pero sí de crear una experiencia local que no se pueda encontrar en internet. Al trabajar con la comunidad, seguirá siendo un lugar de encuentro. Tendremos mayor cantidad de autores, más independientes, que podrán publicar sus propios títulos, y las librerías se convertirán en el lugar perfecto para desarrollar este proceso.

—¿Cree que en el futuro todas las casas editoriales tendrán sus libros disponibles para la EBM u otra máquina de impresión?

—La EBM presenta un nuevo canal de ventas para editores y elimina devoluciones, gastos de envío, la cadena de distribución y los costos de inventario. Por lo tanto, creo que cada vez más editores verán el valor de la EBM y harán que su contenido esté disponible para dispositivos de este tipo.


El caso McNally Jackson y “El libro exprés”

J.G.S.

Es probable que esta ya emblemática librería de Nueva York resulte el mejor ejemplo de hacia dónde se dirige el espacio para comprar libros y cultura. Música, cine, una taza o una remera, tertulias variadísimas, club de lectura, una bien provista cafetería, y una Espresso Book Machine, que sirve, entre tantas otras cosas, como centro de impresión para un extraordinario proyecto editorial llamado Brutas Editoras (www.brutaseditoras.com), cuyos libros se diseñan y diagraman en Santiago de Chile y de ahí salen al mundo. Mucho de todo esto, gracias al empuje y la creatividad del librero uruguayo Javier Molea.



Entre su destacado catálogo aparece Destinos cruzados, de Matilde Sánchez y Juan Villoro, quien tras la presentación produjo un texto fundante en lo que a nuevas formas de vivir la edición se refiere, El libro exprés. En este breve pero insoslayable relato (que puede encontrarse en internet) da cuenta de la experiencia de ver cómo, tras agotarse los libros impresos, “gente se formó como si hiciera cola para comprar el pan. En cuatro minutos su ejemplar quedaba listo. Dos variantes de la cultura se mezclaron en la operación: el atavismo de ver cómo se produce un instantáneo producto artesanal y la modernidad de que eso sea un libro”. Y resume parte de la cuestión general en un párrafo: “En el sistema de publicación sobre pedido, el editor apenas hace gastos previos. No necesita comprar papel, ni contratar un almacén, ni colocar los volúmenes en una red de librerías. El libro se anuncia por internet y sólo se imprime cuando tiene comprador. La fórmula puede dar insólito impulso a la edición independiente y la autoedición, pero también a las editoriales establecidas, interesadas en repartir su catálogo entre obras impresas –que suponen un gasto fijo– y otras generadas de acuerdo a la demanda”.



domingo, 14 de abril de 2013

Leonardo Padura Fuentes y la batalla interminable


Recientemente galardonado con la Orden de las Artes y las Letras de Francia y con el Premio Nacional, es uno de los escritores cubanos más destacados. Incorpora en sus ficciones la historia oculta de la literatura de su país, encerrada en misteriosas bibliotecas en un mundo donde escritura y política confrontan



Por Carmen Perilli - Para LA GACETA - Tucumán



La narrativa cubana se asoma al siglo XXI plena de fábulas acerca de los conceptos de patria y nación. Nos encontramos con una verdadera batalla por la memoria y la tierra. Rafael Rojas propone leer la segunda mitad del siglo XX a partir del concepto de guerra civil. El gobierno socialista instituido en los 60 construye la nación alrededor del relato revolucionario que se reformula varias veces y excluye tradiciones anteriores.



Múltiples versiones inscriben la particular experiencia histórica cubana a partir de géneros como confesiones, memorias, relaciones. En ellos se repite la leyenda nacional en la sangre, el duelo, la melancolía, se insiste en definir el lugar del escritor desde el enfrentamiento entre historia y poesía. A través del uso, en muchos casos monumental, del género biográfico, los narradores se fabulan a sí mismos como protagonistas y testigos; como héroes y víctimas. En estas batallas de las memorias realidad y ficción se confunden. "En la pasada década el lugar de enunciación de la literatura cubana, sufrió la mayor diseminación de su historia. Entre la isla y la diáspora se extiende un vasto territorio cultural en el que se producen textos muy diversamente relacionados con la nación" (Rojas).



Leonardo Padura Fuentes, que acaba de recibir el Premio Nacional, vive en Cuba y su literatura ha logrado un enorme reconocimiento. Sus novelas usan el género policial confrontando la estereotipada tradición cubana. Ha creado un detective, Mario Conde, su un policía escritor, sumido en el fracaso y la desilusión. Es el protagonista de la apasionante serie Las Cuatro Estaciones, donde crímenes oscuros y ambiguos coexisten con recuerdos melancólicos de un pasado, que se puede datar en los 70. La violencia de la naturaleza devastadora es menos intensa que el huracán de la historia. La amistad masculina se torna sostén de un mundo en el que acecha la traición. El discurso novelesco situado en los 90 rechaza la idea de la historia como totalidad y los personajes vuelven constantemente sobre sus pasos perdidos en medio de las ruinas de la ciudad.



Vidas en la isla



Tres novelas de Padura van detrás de la biografìa: La novela de mi vida, Adiós Hemingway y El hombre que amaba a los perros, dedicadas al poeta José María Heredia y al narrador y periodista Ernest Hemingway y a León Trotsky y su asesino, vinculados a la historia de la isla. Creo que en el conjunto destaca La novela de mi vida (2002), donde Padura juega con tres historias que le permiten señalar similitudes entre el presente y el pasado. En el presente el ficticio crítico y poeta, Fernando Terry, vuelve a La Habana después de dos décadas de exilio e intenta reencontrarse con su vida anterior. El pretexto es la recuperación de extraviados papeles de Heredia, destinados a un hijo ilegítimo. El libro ha sido depositado en manos de las logias masónicas en 1921 por José de Jesús Heredia, a quien tampoco "le producía ninguna turbación su empeño en corregir la historia de su propio padre". Las memorias de Heredia, el escritor nacional, inventor de la cubana, que acuñó las imágenes de la bandera, se cimentó sobre una constelación que se reitera en la historia de la isla: destierro, melancolía y duelo. La poesía de Heredia erige, desde la distancia, la tierra inalcanzable y añorada, una geografía más soñada que vivida, siente "el olor perdido de La Habana… con la intensidad dolorosa de la novela que ha sido mi vida, donde todo ocurrió en dosis exageradas". Fabula una patria desde el destierro y con el destierro, teñida por el duelo y la melancolía escindida entre el sueño y la realidad.



Leonardo Padura incorpora en sus ficciones la historia oculta de la literatura cubana, encerrada en misteriosas bibliotecas en un mundo donde escritura y política confrontan: "Porque lo que tiene jodida a la literatura cubana es el delirio de la política". José María Heredia transforma al exilio en marca de la literatura, asediada por las ruinas de la historia. En el presente su biógrafo consigue la oportunidad que se le negó, la reconciliación. En el horizonte del cambio de siglo, Cuba se enfrenta al desafío de reconstituirse después de las enormes disgregaciones sufridas durante el periodo posrevolucionario, atravesado por afueras y adentros diversos. Leonardo Padura Fuentes ocupa un lugar central.



© LA GACETA Carmen Perilli - Investigadora del Conicet y profesora de Literatura latinoamericana de la UNT. Bibliografía: Padura Fuentes, Leonardo, La novela de mi vida, Barcelona: Tusquets, 2002.



Rojas, Rafael, Tumbas sin sosiego. Revolución, disidencia y exilio del intelectual cubano, Barcelona: Anagrama: 2006

martes, 9 de abril de 2013

Del blog de Julio Ortega

Cristina Iglesias: Arte de habitar
“Metonimia,” la magnífica muestra de Cristina Iglesias (San Sebastián, 1956) en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, se despliega como una estrategia de ocupación: demuestra la premisa central de su arte (la aventura de morar) en su varia ocurrencia. Si “morar” en su etimología clásica implica “habitar” y al mismo tiempo “construir morada”, la exploración de esas raíces verbales que son rizomáticas ha dado al trabajo de esta artista excepcional, reconocida ya internacionalmente por la seriedad de su talento, un lugar en el imaginario contemporáneo hecho de fronteras vencidas, ciudades desurbanizadas, sistemas ecológicos precarios, y abismos de exclusión. Como si respondiera al extravío de la casa como origen del economos, la artista parece devolvernos el pensamiento transparente de una forma salvada de la destrucción. Impecablemente, sus formas no aluden a la precariedad de la morada actual, pero recobran su fuerza y su aliento originales, esa parte más humana del espacio más natural.

El Museo se transforma en habitable (crece por dentro) y su generosa arquitectura, por fin, se evidencia pluridimensional. Tratándose de la escultura, construcciones, e intervenciones en el paisaje de una artista en la plenitud feliz de su talento, esta ocupación del museo es del todo suya. Primero, porque devuelve la sala geométrica a la fluidez interna que corre a lo largo de su trabajo: sus arroyos, fuentes, jardín acuático y módulo sumergido son momentos del agua elocuente. Y, segundo, porque el espectador es conducido entre habitaciones de encaje metálico, citas de la piedra y la corriente, y muros y ventanas donde se abre la incertidumbre de la vista al enigma de lo mirado. La obra de Cristina Iglesias está incontaminada por la presencia del sujeto, lo que hace de cada espectador el primer visitante de un mundo revelado.


Estas habitaciones acaban de ser hechas, aunque vienen de lejos, y debemos aprender a habitarlas. Sugieren un breve laberinto del espectador en una red mediadora. Y penden o flotan encima de nosotros como esquemas en pos de su lugar. No nos llegan de la memoria sino del olvido: de pronto las reconocemos, y nos abren su espacio tramado por la luz visionaria que prodigan. Nos percatamos de nuestra poca capacidad habitacional: somos seres de morar difícil, más duchos en deshabitar. La artista nos persuade a volver al comienzo de nuestra historia entre casas, cuartos, umbrales, espejos, que reconocemos aunque ya no estamos allí; como si en ese tránsito hubiésemos aprendido a imaginar la forma primaria de la casa en construcción. De esa casa somos casi propietarios, hay algo suyo que nos pertenece. Estas construcciones elegantes en su geometría e intrigantes en su entramado, remiten a la ciudad primaria, que inventaron las mujeres cuando decidieron afincar junto al primer migrante muerto. Al centro de la casa futura arde el fuego del hogar.



Estas formas arcaicas son, sin embargo, de hoy. Están hechas de lo más moderno: las materias de la mezcla, como si el arte fuera la casa virtual donde las culturas tejen los nobles materiales de su tránsito. No postulan, sin embargo, la genealogía de la casa sino su conceptualización: un pensamiento sobre la forma hospitalaria. Se trata de una forma onírica: remite al sueño juvenil de añadirle habitaciones de consolación a la casa familiar. Pero la figura humana no está en este espacio, liberado de la voluntad occidental de asimilar el campo, imitar la metrópli, recargar el decorado. Irónicamente, la reinvención del espacio habitable desarrolla la idea de nuestra ausencia. Precisamente, se trata de concebirnos como transeúntes, que comprueban las formas puras como materia de la nueva ciudad.
Los espectadores de esta exhibición lucimos ligeramente anacrónicos; paseamos sin referencias a mano, en un liviano arrebato. Vi a una señora que desplazaba una gran sonrisa, aprobando las habitaciones como si ya fueran suyas. De pronto, damos a un breve jardín, donde un supuesto arroyo, como la cita de un río, fluye entre plantas y rocas. Vi a unos jóvenes que tocaban el agua fotografiándose unos a otros, bautizados. Se trata, claro, de un arte que no nos devuelve nuestra imagen. No quiere ser gratificante, nos deja libres.

Quizá la obra de Cristina Iglesias sigue la lógica del espacio acuático: donde está el agua parece estar el centro de su mundo de objetos lustrales. Son metonímicos (nombran con otro nombre) e inquietan tanto el museo como el espacio público. Intervienen distintos cruces históricos, como el jardín del Museo Real de Bellas Artes, de Amberes; pero también espacios naturales, como el Mar de Cortés en la Baja California, un milagro ecológico donde la obra de cemento y hierro forma parte ya del coral submarino. Su próxima obra es una escultura en el bosque brasileño. Cada uno de sus proyectos es la elaborada sintaxis que articula el arte de estar aquí. Si en sus comienzos su lenguaje postulaba la imagen del dolmen, del ámbito originario, hoy se desplaza entre el agua, la habitación aérea y las puertas arbóreas. Su puerta de hierro en el Museo del Prado parece decirnos que el arte es una sobrenaturaleza viva que se abre para reconocernos en su historia.
Caminar entre estas obras, recorrer sus paisajes icónicos, es un acto ritual. Su arte es el de la perplejidad acogida. Reconocemos el papel ceremonial del espectador que aprende a mirar como quien pregunta por si mismo. Camina uno haciendo una figura de vuelta.







Hay que agradecer la altura y profundidad de las salas del Museo Reina Sofía, que en los últimos tiempos se nos ha hecho visita obligada. Se diría que el Guernica de Picasso ha requerido mejorar la compañía. En este regreso uno coincide con grandes amistades: los maravillosos cuadros y objetos de los artistas de la vanguardia abstracta, de la coleccion Patricia Phelps de Cisneros; y las conmovedoras imágenes de la protesta latinoamericana de los años 80. En este Museo unas puertas dan a otras, actualizándonos la genealogía. Las salas de Cristina Iglesias se abren con goce geométrico, en un despliegue de progresión figurativa. Esta muestra nos invita a intervenir, cada quien desde su umbral salvado, en las construcciones que propone su arte de habitar con asombro.



NOTA PRELIMINAR. Carmen Perilli


PRÓLOGO. Denise León

. LUGAR DE AUTOR
KOZER, José  Exilio y buganvilia
VINDERMAN, Paulina Donde Duermen Los Olvidos
MALUSARDI, María La Escritura o La Música

2. POSICIONES
RAMIREZ, Sergio Inventando Sueños
MATTONI, Silvio Juan L. Ortiz y el idioma originario: sonoridades del otro en la zona de la lengua nacional
LEÓN, Denise El cuerpo herido. Algunas notas sobre poesía y enfermedad
JUROVIETZKY, Silvia El corazón del invierno. Sobre La rebelión del instante de Diana Bellessi
CÁMARA, Mario Profanaciones, idiotez y sensualidad. Una relectura de Pau Brasil de Oswald De Andrade
PÉREZ HERNÁNDEZ, Diego Octavio ¿Que no sé de la muerte? Lo tanático en los Sonetos de la muerte de Gabriela Mistral.
ARÁOZ, Isabel Viaje Al Sur. "En el canal" de Hugo Foguet
PERILLI, Carmen Una sola sombra larga: José Asunción Silva y Fernando Vallejo
3. DOSSIER
ALEGRÍA, Claribel
¿Hacia Dónde?
ARIDJIS, Homero
No todo
Himno a la noche...
Noticias de la tierra...
BAREI Silvia
Queridos asesinos
Corazón partío
Las prisioneras de la cárcel del Estado de Sonora
Mujer de Ciudad Juárez
Tanta gente llorando junta
BELLI, Gioconda
Los casados
Los guijarros del día
Poder de la poesía
BOULLOSA, Carmen
La patria insomne (Fragmentos)
¿Quo vadis?
La quiero igual
CARDENAL, Ernesto
Destino de un insecto
El celular
El águila
Visión en la isla Gran Canaria



LINDO, Ricardo

Estampas de un reino

Canto del rey

La princesa y el mendigo

Canto del mendigo

La princesa en la tarde

Canto del buscador de perlas

Canto del escriba

Canto de los niños

Canto de la reina

Canto de los mercaderes

Canto de las mujeres públicas

Canto de los marinos ahogados



MALUSARDI, María

El Orfanato (Selección)

La Oveja Excluida (Selección)



MONDRAGÓN, Sergio

Magia de las manos

Rodilla con muslo.

Elogio político de un tortero.

Teotihuacán globalizado.



OLLÉ, Carmen

Quien te ama Mishima

En Praga



4. ENTREVISTAS



AGUIÉRREZ, Oscar Martín

Entrevista a Washington Cucurto.



LEÓN, Denise

Entrevista a Juan Carlos Maldonado.
RiOS, María del Pilar

Entrevista a Blanca Castellón.



5. RESEÑAS




 Número 10 - Año 2012 de la Revista Telar. El número, dedicado al género lírico, está coordinado por Carmen Perilli y Denise León.


Incluye un dossier con poesías de Claribel Alegría, Gioconda Belli, Ernesto Cardenal, entre otros poetas latinoamericanos.

El número puede ser consultado en el siguiente link: http://www.filo.unt.edu.ar/rev/telar/index.htm